miércoles, 21 de noviembre de 2012

Phnom Penh

 Hola a todos!

Hoy he llegado a Phnom Penh, la capital de Camboya. no me ha dado tiempo más que a pasear un poco después de buscar un hotel acorde a mi presupuesto, pues si las capitales suelen ser caras, Phnom Penh es demasiado cara en referencia al resto de ciudades de Camboya. Tras preguntar a diferentes personas en la calle, todos coinciden en lo mismo, en ir al lado del Lago. Está a quinze minutos andando del movimiento de la ciudad, que es el lado del río, pero mientras los hoteles en el centro no bajan de 10 dolares, en el lago he conseguido una habitación con baño por tan solo 3 dolares. Merecerá la pena hacer un poco de deporte tanto a la ida como a la vuelta al hotel, eso sí espero de dejarme la cartera.

Pero hoy es sábado, y me encuentro en una gran capital, no me voy a quedar durmiendo en el hotel. Tras una ducha camino hacia la movida zona del río, en busca de un puestecillo local donde comer algo de la riquísima cocina khmer. Después de cenar doy un paseo en busca de algo que me pueda divertir. Otra vez parece que esta ciudad no está hecha para mi. Entre luces de neón, se convinan restaurantes de pasta, pizza y burritos, alimentando a hambrientos turistas que más tarde visitarán los cientos de burdeles que crecen como setas. Cada dos pasos, jóvenes chicas ataviadas con cortos trapos sonríen y provocan a los viandantes en busca de peces deseosos de morder el anzuelo de la lujúria. En la puerta de los bares, sillones donde grupos de entre tres y ocho chicas rodean a un solo turista, normalmente entradito en años, compitiendo por ser la elegida que irá a la fría habitación de su hotel. Sorprende mucho ver con normalidad la diefrencia de edades entre los jurásicos clientes y las recién salidas de la inocencia trabajadoras del cuerpo, y algo del todo desagradable es ver que a veces no es solo una chica la que acompaña al cliente a su hotel, sinó que van dos o tres. Porque está claro que el amor no se compra con dinero, pero el sexo, sí.

Como no me gusta lo que veo, mi mejor opción es comprar una lata de cerveza en el supermercado, e ir a tomarla en el paseo que hay a la orilla del río. Acabo huyendo de la segunda clase de prostitución, la que con un poco menos de glamour, se dedica a cazar clientes en la calle. Entre piropos de las chicas, proposición de masaje de chicas de dudosa sexualidad, y decenas de ratas que han salido a alimentarse de algún trozo de comida que puedan haber perdido los paseantes, decido ir a un bar de esos que tanto odio, un bar hecho para turistas. Pero la suerte me acompaña esta noche, pues conozco a Toni, un solitario viajero mallorquín al que le gusta la idea de comprar cervezas en el super y beberlas en el río. Supongo que entre dos será más fácil deshacerse de las chicas y evitar mirar las ratas. Tras una noche de risas, nos vamos a descansar pronto, yo necesito reposo y él madruga para viajar.

Buenos días, hoy estoy más descansado. Al salir del hotel con las legañas a medio quitar no puedo creer lo que veo. El ejército ha salido a la calle, soldados con metralletas cortan las grandes avenidas de la ciudad, helicópteros sobrevuelan Phnom Penh, se huele cierta tensión en el ambiente. Por mi mente dormida pasan las más locas ideas, pues hasta no hace mucho Camboya ha sido un país en guerra. ¿Se habrán vuelto a levantar los jemeres rojos en busca de poder? Un escalofrío recorre mi cuerpo. Mi impaciencia me obliga a preguntar a los ciudadanos, que me informan de que se va a celebrar una conferéncia asiática, donde acudirán los representantes poíticos más importantes de cada país. Por otro lado todo el mundo tiene un nombre en la boca: Obama. Esta mañana el presidente de los Estados Unidos de América está llegando a la capital camboyana, y por él y otros peces gordos hay todo este caos en la ciudad. En cierto modo me alegro de que solo sea una reunión de adinerados y poderosos dirigentes, pero me parece injusto paralizar a millones de personas por la visita de unas solas decenas. Aunque por la eufória obamista aseguraría que cualquier país se paralizaría con la visita del Presidente del Mundo.

Bueno... yo sigo en mi humilde vida de viajero, eso sí, mucho más incómoda, pues al cortar las grandes avenidas de la ciudad, el resto de calles secundárias se convierten en un caos. La gracia de Asia es que nadie cumple las normas de tráfico, por lo que la circulación de vehículos parece una corrinte de agua que adapta su curso hasta donde el espacio le permite. Los carriles se muplican hasta su máximo exponente, los sentidos dejan de tener sentido, y los vehículos se apoderan de las aceras. Se hace difícil hasta andar, pero resulta divertido, al menos, durante un rato. Lo que más me sorprende es que después de muchos minutos parados, nadie se enfada, nadie parece estresado, solo se dedican a encontrar el lugar que deje menos huecos libres entre vehículo y vehículo.

Yo no quiero estar ahí en ese momento, así que me dirijo al Mercado Ruso, donde dicen que se puede encontrar de todo a buen precio. Realmente no voy a comprar nada pero ya sabeis que soy de esas personas que si ven una oportunidad de negocio van a luchar por ella. Tras visitar el mercado me doy cuenta de que está muy bien pero no he visto nada que me llame a invertir. Tengo que empezar a pensar como buscarme la vida cuando mi presupuesto escasee.

Desde el Mercado Ruso voy a la plaza de la independencia, un monumento erigido para celebrar el día en que Francia dejó de controlar el país. Allí acabo por darme cuenta de que no estoy en Camboya. Bueno, en verdad si estoy, pero me doy cuenta de que Phnom Penh no tiene nada quie ver con lo que he visto hasta ahora de Camboya. Es una ciudad limpia, con edificios coloniales restaurados, y buenas zonas ajardinadas. Dispone de centros comerciales, un parque de atracciones, cines, grandes avenidas y modernos hoteles y restaurantes. Es una capital bonita, tranquila, agradable para pasear incluso parece buena para vivir.

Caminando llego hasta el Palacio Real, en el que me informan que hace unos días murió el Rey de Camboya, a la edad de 89 años, por lo que el Palacio Real permanecerá cerrado durante tres meses por luto. Lo que si se permite es la entrada a la pagoda de plata, por lo que hacen pagar el mismo precio de lo que antes era la entrada conjunta con el Palacio Real. No voy a pagar 7 dolares para ver una pagoda, seguro que los puedo invertir en algo mejor. En la entrada del Palacio, se han instalado dos pantallas gigantes, a través de las cuales se retransmiten imagenes del Rey y de acontecimientos religiosos. Frente a la puerta se han instalado alfombras gigantes en las que los seguidores de la monarquía queman sus inciensos, rezan y lloran la muerte de su rey. En la calle, vendedores ambulantes ofrecen llaveros con la cara del rey, posters de su imagen, y todo tipo de souvenirs reales sobre el recien fallecido.

Decido caminar por el paseo del río, ya que ayer estaba muy oscuro como para poder disfrutarlo y me encuentro con algo que me hace hervir la sangre. Una mujer, aperentemente adinerada, se manifiesta contra la corrupión del gobierno, contra las injusticias del país. Decenas de cámaras, fotógrafos y perdiodistas captan el momento mientras ella expone a los políticos del país en enorme fotografías pintadas bajo dianas. Como traduce sus palabras al inglés, puedo entender todas las críticas que hace al gobierno y dice estar aprovechando la visita de los gobernantes asiáticos y de Obama a la capital para llamar la atrención de los medios internacionales. En pocos minutos una señora de muy avanzada edad y una joven que no parecía llegar a los 25 años se han unido a las protestas, mientras la población khmer las miran con sorpresa. En un momento la zona se llena de policías, que intentan arrebatar las fotografías a las manifestantes. Tendrías que haber visto como se defendían de los golpes de porra. La policía empezó a dispersar la manifestación, y a los curiosos también nos tocó correr con las porras en nuestros talones. Pero las tres valientes mujeres no desistían y la concentración se rearmaba una y otra vez. Este momento me volvió a enseñar algo, pues hay que ser valiente para luchar por lo que quieres, independientemente de tu edad, sexo o condición social. Os aseguro que Camboya no es un país comodo para revolucinarse dado a su reciente pasado y la corrupción política y policial, y estas mujeres demostraron tener valor para luchar y no rendirse. Me quedo con las palabras de la señora mayor, la cual expresa con sus arrugas la dureza de su pasado y no paraba de repetir: "No pararé de luchar contra ellos hasta que me muera, o me maten ellos". Gracias por enseñarme a ser más valiente y a luchar más fuerte todavía por lo que creo.















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