lunes, 19 de noviembre de 2012

Museo de la Guerra

 Hola a todos!

Hoy es mi día de descanso entre las dos visitas que hize a los templos de Angkor. Por la mañana no he hecho otra cosa que descansar. He aprovechado para leer, escribir, consultar alguna información para seguir mi viaje, pero todo ello tumbado en el colchón de mi cabaña en el hostel. A la hora de comer he salido a pasear por la ciudad, en busca de un restaurante donde sirvan un buen Lok Lak, la comida más famosa de la cocina tradicional Khmer. El plato consiste en un plato de carne, a elegir entre ternera, cerdo o pollo, cocinado a la salsa de pimienta y mezclado con zanahorias, cebolla y mucho tomate natural. Todo ello se sirve sobre una base de arroz blanco y un poco de lechuga y pepino para acompañar. Es mi plato preferido en Camboya, y hoy voy a disfrutar de él, junto con un zumo de mango o un coco natural abierto, que sirve a la vez como bebida durante la comida y como postre al terminar.

Después de comer vuelvo al albergue, donde encuentro a mi amiga sueca, y me propone visitar el museo de la guerra de Siem Reap. Supongo que algo de energía he recuperado, así que se acabó el descanso. Alquilamos dos bicicletas y nos dirigimos al museo de la guerra. Tras media hora de pedaleo y algo desorientados, pues al salir del centro de la ciudad nadi habla inglés, conseguimos llegar al museo, donde los cinco dólares de la entrada incuían un guía para explicarnos acerca del museo. Lógicamente, los guías pedían la voluntad al finalizar la visita.

Os explico un poco en que consiste este museo, pues si no soys muy amantes de la história, raramente conoceréis el pasado de Camboya. Entre 1967 y 1980, el país sufrió una dolorosa guerra civil, en la cual los seguidores del comunismo más radical llamados Khmer Rouge (jemeres rojos) liderados por Pol Pot, combatian contra el gobierno del Presidente de la República, el mariscal Lon Nol. Pol Pot quería convertir el país en un régimen comunista puro, y por ello levantó su ejército contra el gobierno, apoyado por el Vietkong en Vietnam del Norte, la URSS y la China comunista. Los jemeres rojos llegaron al poder el 17 de abril de 1975, con la caída de Phnom Penh y a partir de entonces empezó a ejecutarse el plan para convertir Camboya en un régimen comunista. Expulsaron a la gente de las ciudades para trabajar en los campos, prohibieron la educación y la religión, y establecieron campos de trabajo forzado y de exterminio para eliminar a todo aquel que fuera sospechoso de ser un posible peligro para el nuevo estado dictatorial.

Pero este museo no nos habla de la dictadura (de esto ya hablaremos más adelante cuando visite la capital camboyana), sinó de lo que fue la guerra civil en Camboya. La primera sorpresa al entrar al museo fue que los guías eran todos excombatientes de la guerra civil, con lo que podían explicarnos con todo detalle lo que ocurría en la guerra en primera persona. Nuestro guía nos enseñó sus heridas de guerra, pues había recibido 4 disparos, de los cuales todavía tenía una bala introducida en su rodilla la cual nos invitaba a tocar. Además, una mina antipersona había estallado en sus pies, mutilando su cuerpo privandole de una de sus piernas, la cual al estallar había esparcido sus huesos en trocitos que habían saltado a sus ojos, en los que todavía puede verse un trozo de hueso en su interior. Aunque este hombre era todo un museo de guerra al que nadie podía dejar indiferente, no fueron sus heridas físicas lo que más me impactaron, sinó su triste mirada sumida en un recuerdo inolvidable y su amarga voz. Una persona que ha vivido la guerra siendo un adolescente, que ha perdido a sus padre y sus hermanos a manos de los jemeres rojos, y ha sido espectador en primera fila de las mayores atrocidades que el ser humano puede llegar a cometer en sus límites más inconpresnibles, no es capaz de mantener una mirada de alguien que ha vivido una vida común, pues una mezcla de sentimeintos entre tristeza profunda, rencor, no se si odio pero si dolor se mantienen en sus ojos, en su voz, en sus movimientos. Con tan solo escuchar el ruido de un pájaro se giraba a mirar que ocurría, pues supongo que su pasado le hace estar en una alerta constante pensando siempre en peligros que ya no existen. Aún y así, me alegra que pueda ejercer como guía turístico en un museo de la guerra, enfrentandose a su pasado, plantando cara a sus miedos, sacando algo bueno de tanta maldad, me alegro de que hoy en día pueda más que sobrevivir, pueda vivir.

La visita al museo transcurre entre una exposición de armas que fueron usadas durante la guerra civil camboyana. Empezando por unas casetas donde se exponen todo tipo de escopetas, rifles, metralletas, bazocas, granadas de mano... Todo se puede tocar, coger, sentir y no sabeis la impresión que da tener una AK-47 en tus manos, una reliquia de museo que fue usada para matar te hace poner los pelos de punta. Las armas estan algo oxidadas y deterioradas, pero para los amantes de la história es un lujo poder estar delante de toda esta armería antigua, pues sí todas estas armas pudieran hablar más de uno caería desmayado.

En la siguiente caseta se exponen bombas de todo tipo, desde misiles aéreos, artefactos de mano, o minas antipersonas. De las minas antipersona el guía nos hizo una extensa explicación, pues él fue alcanzado por una de ellas. En el museo se exponen varios tipos de minas antipersona, entre ellas un tipo de granada que va atada a un lugar fijo a través de un hilo fino, el cual una vez tropezado con este hilo, hace explotar la mina que arrasa con todo lo que se encuentra a su alrededor. La mina que más me impresionó fue la que se activa una vez la pisas, pues a parte de detrozar un cuerpo entero de cintura para abajo, podéis imaginar lo que puede llegar a sufrir alguien si se da cuenta que ha pisado una pero aún no ha levantado el pie, pues al hacerlo explotaría en menos de un segundo. Actualmente, existen muchos lugares en el país donde aún quedan minas antipersona, sobretodo en la frontera con Thailandia, en las montañas y bosques más profundos. Por este motivo hay lugares donde el turismo no accede, como son algunos rincones del suroeste del país. También es fácil encontrarse con personas mutiladas por minas antipersona, las cuales no tienen facilidades para encontrar trabajo y su vida se reduce a la limosna para sobrevivir. En este punto de la visita el guía nos enseña su pierna de plástico, pues la mina le arrebató desde la parte baja de la rodilla hasta el pie.

El siguiente punto de la visita son los tanques de guerra. La mayoría de ellos están destrazaods, y esto hace más interesante la explicación de nuestro guía, pues el nos da detalles de qué pasó con esos tanques durante la guerra. A uno se le ponen los pelos de punta al escuchar que tal amigo suyo murió en ese tanque cuando éste piso una mina, o cual al otro le cayó un misíl aéreo. En los carteles informativos de los tanques puede leerse la prodecencia de dichas armas de matar, y todos venían de la URSS o de China para el apoyo de los Jemeres Rojos o de Estados Unidos para el apoyo de la República Camboyana. Según nos cuenta el guía, es una pena que estén recibiendo ayuda para desenterrar las minas que quedan en el país o para reconstruir el país después de la guerra, y que esta ayuda venga de todos los lugares del mundo menos de la antigua Unión Soviética, ni de China ni de Estados Unidos. Parece ser que cuando había negocio arrimaron el hombro, pero a la hora de invertir dinero para la recuperación de los daños se hacen un poco los locos. La mayor parte de las ayudas viene de Europa, Oceanía y Korea del Sur.

El final de la visita concluye con una exposición de fotografías sobre la guerra y sus consecuencias. Decenas de personas mutiladas, entre ellos ancianos y niños, que inocentes e indefensos sufrieron las explosiones de las minas antipersona, destrozando sus vidas para siempre por un motivo inútil que nunca ha dejado de mover el mundo, la trsite conquista del poder.

Al salir del museo, con el corazón encogido y los sentimientos a flor de piel, nos encontramos con tres estadounidenses, entre ellos un chico de quince años, que me hicieron llegar al extremo de la repugnancia. Acababan de visitar el museo, cámaras en mano, pues parecían ser reporteros de algún canal de televisión norteamericana. Durante la visita del museo se les veía excitados con las armas, e irrespetuosos en su comportamiento, pues subieron a todos los tanques, riendo y simulando estar en una guerra real. El jóven aprovechó para juguetear con todas las armas que encontraba en su camino. Pues bien, a la salida del museo, el chico le decía a su padre que negociara con los que organizaban el museo, para poder disparar a una vaca. Y sí, parece ser que en Asia todo es posible por dinero, y también parece ser que hay ciertos turistas sin sentimiento ni respeto hacia la vida, pues en primer lugar las armas de la guerra civil camboyana no son instrumentos de juego y disfrute para el turismo pues mataron a casi el 50% de la población camboyana, y en segundo lugar, parece ser que no significa nada para ellos la vida de un animal, pues el chico bromeaba diciendo que una vez asesinada la vaca, se la podían comer. Manteniendome a la escucha de esta conversación descubrí que existe como un tipo de excursión donde te ponen una vaca delante y tu elijes con que tipo de arma la quieres matar. Puedes elejir los fusiles de asalto AK-47 o AKM soviéticos, o el tipo 56 chino, la caravina semiautomática SKS, ametralladoras ligeras RPK, ametralladoras PKR de mayor calibre, o incluso un bazona RPG-7. Este menú es para provar la artillería de los Jemeres Rojos, pero si se elije el bando de la República también pueden probarse armas como los fusiles de asalto M16 estadounidenses, Heckler & Koch G3 alemán y FN FAL belga. El precio ronda entre los 40 dólares por disparar a una diana con un fusil de asalto hasta los 450 dólares por hacer explotar una vaca con un bazoka. No quise saber cuál fue la elección del joven americano, pero si considero, y siempre bajo mi opinión personal, que este tipo de juventud son un peligro para la futura sociedad mundial.

Tras el desagradable incidente volvimos con nuestras bicicletas a la ciudad. En el camino encontramos un mercado de comida local, donde hicimos una parada para obtener nuestra merienda cena. Ha sido el lugar má divertido en el que he comida hasta ahora, pues nadie hablaba inglés, y tuvimos que elegir la comida a dedo. Nuestra suerte es que se trataba de una enorme barbacoa donde vendían riquísimos y baratos pinchitos de carnes, pescados y verduras, a cual de ellos más raros. Así que sin saber lo que pedíamos nos aventuramos en lo que acabó siendo una deliciosa cena, en la que nos dieron para acompañar los pinchos pan frito y una ensalada de col. La verdad es que no hay nada como comer en los lugares donde ellos comen, pues te van a dar de lo mejor de su cocina.

Como decía al princpio hoy era mi día de descanso, así que creo haber tenido suficiente por hoy. Mañana es mi segundo día en los templos de Angkor. Sí, sí el que expliqué en el post correspondiente que visité con los españoles que viven en Londres. Bueno, espero que no os hagáis un lío con este avanzar y retroceder en el tiempo, pero es que quería explicar los templos de Angkor seguidos.

Ahora si me despido de la ciudad de Siem Reap, pues después de finalizar el segundo día de visita en los templos de Angkor me tomé un día más de descanso, pero éste si lo descansé entero de verdad, y al día siguiente viajé con los españoles londinenses a la ciudad de Battambang. Pero eso vendrá en el siguiente post. Espero que os guste. Un abrazo.










1 comentario:

  1. Que asco de algunas personas...joder...me ha puesto de mal humor el joven estaunidense, si es así con 15 años, no quiero imaginármelo con 20 o 25, pero la culpa no es suya, sinó de los padres, que habrán contribuido con una mala educación sin sentimientos como base, la persona que tiene escasez de sentimientos no la creo buena persona...pero de todo tiene que haber en este mundo, yo.. si puedo hablar con orgullo de mis hijos y puedo decir que sobre todo han crecido aprendiendo unos valores que nunca olvidarán y me alegro muchísimo que sean como son. Ya me he deahogado...jajajaja...Muchos besos cariño...sigue como vás y nunca cambies. Te quiero

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