martes, 30 de octubre de 2012

Ao Nang

 Hola a todos!

Os escribo desde Tailandia. Pero llegar aquí no ha sido fácil, o por lo menos no tanto como lo planteaban donde compré el billete. Había quedado con ellos en que pasarían a buscarme a las 8.30h por el hostel en el que dormía. Mi despertador sonó a las 8.00h, y mientras me lavaba la cara, el recepcionista me avisa de que el bus me espera abajo, parece que se ha adelantado. Deprisa y corriendo acabo de asearme, empaqueto mis últimas cosas enla mochila y bajo para subir al bus. Me encuentro un minibus de unas quince plazas totalmente vacío, así que supongo que me tocará hacer ruta por Penang para ir a buscar a los demás viajantes. Así fué, había madrugado para pasear por la isla durante más de una hora recogiendo pasajeros en distintos puntos hasta llenar el minibus. Una vez en ruta, no me quedaba otra cosa que hacer que dormir.

A las dos horas y media me despierta el conductor, parece ser que estamos en la frontera. Me pide el pasaporte y nos da diez minutos para ir al baño o tomar un refresco. Aprovecho la oportunidad del baño, nunca se sabe cuando será la siguiente. En Malasia casi todos los baños son de pago, unos veinte centimos de ringgit, cosa que no garantizan la higiene y limpieza del mismo. Os voy a explicar lo que me pasó con el dinero porque me pareció curioso. La noche anterior, justo después de cenar, me di cuenta que en mi cartera tenía 5.80 ringgits. Y claro, tenía que comprar algo para el camino entre Penang y Krabi, pues me habían dicho que llegaríamos sobre las cuatro de la tarde. Aunque podría aguantar sin comer hasta esa hora mejor llevar algo para picar en el camino. Así que gasté 5.20 ringgits en un paquete grande de galletas, que por mucha hambre que tuviese me podrían alimentar durante dos días. Eso sí, me iría para Tailandia con 0,60 ringgits en el bolsillo, es decir, quince centimos de euro. El agua la aproveché del grifo, pues en Malasia llevo todo el viaje bebiendo agua corriente y es totalmente segura. Pues imaginaos si apreté el presupuesto que me sentí afortunado, pues podría usar el baño tres veces en el camino. En verdad solo lo usé dos, y una fue gratis, así que aún me sobraron diez centimos de euro una vez cruzada la frontera.

A los diez minutos volvió el conductor con nuestros pasaportes, y una targeta de salida de Malasia y otra de entrada a Tailandia, escritas a máquina con mis datos, que me servirían para cruzar de un país a otro. Para salir de Malasia, una cola para armarse de paciencia. Para entrar a Tailandia no tanta, pero me pasó algo curioso, que más tarde acabaría viendo como habitual. El policía de la aduana mira mi pasaporte, me mira a mi, y dice en tono alto: "Sapein". Yo le respondo en inglés: "¿Perdón?" Y vuelve a decir lo mismo. Se lo hice repetir unas tres o cuatro veces, hasta que el señor, cabreado, señaló la zona de mi pasaporte donde pone España. Era la primera vez que me ocurría y me pareció muy extraño, pero bueno, no soy el más indicado para hablar de acentos o errores linguísticos en otras lenguas. Tras unos días en Tailandia y tras encontrarme con varios españoles, esto ha sido motivo de broma contínua, pues no hay ni un solo tailandés que sepa decir Spain, todos dicen Sapein. Cuando te oyen hablando español con otros de tu tierra gritan Sapein, y entonces empiezan las carcajadas.

Una vez cruzada la frontera se me hace imposible dormir, así que me paso buena parte del camino leyendo, y haciendo amistad con un simpático tailandés que estudiaba a Malasia y solía hacer la ruta entre países muy a menudo. Al cabo de unas horas el bus se para en Yat tai, la ciudad más grande del sur de Tailandia, donde me dejarían en una agencia de viajes, a la espera de otro bus que pasaría a buscarme para ir a Krabi. Eso sí, en este bus conocería a dos parejas de franceses que viajan juntas, con las que compartiría tres días muy divertidos. En teoría el bus llegaba a las cuatro de la tarde, y nos dejó en Krabi a las seis y media, así que el viaje ya se había empezado a hacer bastante pesado. Aun y así, no habíamos llegado a nuestro destino, pues Krabi es una ciudad donde se hace conexión para ir a pueblitos más pequeñitos de costa. Tanto los franceses como yo nos decidimos por Ao Nang, pues nos habían dicho que en este pueblecito de playa podríamos encontrar alojamiento barato, y desde ahí, se podía hacer base para visitar otros lugares. Nos informamos donde tomar un bus hasta Ao Nang, y cuando llegamos a la parada nos encontramos con una ranchera enorme, donde nos pondrían en la parte trasera. Este era el bus que circulaba por esa zona. De camino a Ao Nang se hizo de noche, pero nos impresionó ver los gigantes bloques de roca, que se insinuaban como sombras tras nuestro paso por la carretera.

Por fin llegamos a Ao Nang. Nos dejan a pie de calle en un lugar donde los restaurante occidentales, resorts, tiendas de playa, y locales nocturnos abundan en cada esquina. Bienvenidos al turismo de Tailandia. Preguntamos a un señor que parecía haber vivido allí toda la vida para que nos aonsejara un lugar barato donde pasar la noche. Encontré una habitación doble por 200 baths, unos 5 euros. Y es que ya me habían avisado, que tailandia es turismo, y turismo es igual a caro. Aun no siendo los precios de India o Nepall, no se escapa del presupuesto. Así que tras una ducha, quedé con el grupo de franceses para ir a cenar algo. Elegimos los puestos callejeros para degustar por primera vez la verdadera comida tailandesa, y nos decidimos por uno de los platos más típicos del país, el Pad Thai. Son fideos fritos con verduras, soja, cacahuetes, azucar y a elegir entre pollo, ternera, gambas, mariscos, pescados... Para ser mi primer plato thailandés le doy un excelente. Además la chica que nos atendió era simpatiquísima, no paraba de hacernos bromas, de reirse con nosotros, incluso nos dió de probar frutas exóticas y un té helado que ella misma preparaba. Un encanto de mujer.

Y ahora sí tocaba disfrutar. Compramos unas cervezas en un puesto callejero y nos fuimos a la orilla del mar, donde la silueta de una gran muralla de roca se difuminaba en la noche, y el reflejo de las luces de la calle dejaban insinuar un poco la claridad del agua que nos esperaba para el día siguiente. Como era de esperar, todos metimos los pies, y comprobamos que la temperatura del agua era de tipo spa. Otra curiosidad es que no había nada de olas, la playa parecía una balsa. Después de disfrutar de las cervezas y de un buen rato de charlas sobre experiencias y viajes, fuimos a darnos nuestro merecido descanso. Mañana será otro día.

Al día siguiente me despierto más descansado, bajo a desayunar, compro un pareo que me hará de toalla playera todo el viaje, y me dispongo a probar las calidas aguas de Tailandia. Cuando llego a la playa no puedo creer lo que veo. Nunca había visto un agua tan clara como aquella, de color turquesa, y con un muro de piedra calcárea de fondo, que dibujaba fromas extrañas, y hacía de telón para el fín del espectáculo paradisíaco. Al meterme en el agua estaba alucinando. Vistas a la selva justo a pie de playa, agua caliente, sin olas, y un paisaje de película. Realmente creía estar en el paraíso.

Pasé toda la mañana disfrutando de la playa, del agua y del sol. A mediodía fuí a comer y a dar un paseo por el pueblo. Ao Nang solo tiene dos calles, la que hace de paseo marítimo y una que cruza en perpendicular. En las dos solo se encuentrasn negocios dedicados al turismo. Eso sí, al final del pueblo se encuentra una mezquita en construcción y un pequeño cementerio. Otra curiosidad que encontré por todo el pueblo, es que hay varias señales que indican el camino de evacuación en caso de tsunami. No hay que olvidar que estoy en la zona que fue devastada en 2004 por culpa de un maremoto. Aún así no puedo imaginarme una ola gigante arrasando con este paraíso.

Al bajar del paseo estaba atardeciendo. Es el amanecer más bonito que he visto en mi vida. La mezcla de colores en el cielo, fundiendose con el mar... no tengo palabras, os dejo una foto.

De todas formas, aunque la playa me gustaba, me habían dicho que justo detrás del muro se encontraba Railay, y que era mucho más bonito. ¿Como sería? Mañana tomaré un barco por la mañana, pues es la única vía de acceso al lugar, y una de las perjas de franceses deciden seguir mis pasos. Nos vamos a dormir ilusionados por descubrir que puede ser más bonito que Ao Nang.










Pulau Penang

 Hola a todos!

Bueno, pues como dije en el post anterior, éste lo voy a dedicar a las salidas que he hecho por la isla de Penang. Para no hacerme pesado no voy a repetir nada sobre los datos hitoricos y culturales de la isla, pues todo lo referente a Georgetown puede aplicarse a Penang, por ser la capital de la isla.

Pues la primera excursión que hice fue acompañado, pues mi amiga belga me propuso ir a visitar el Parque Nacional de Penang, junto con un amigo suyo de Inglaterra. Así que nos despertamos pronto, fuimos a tomar un desayuno potente que aguantara toda la mañana caminando, y nos decidimos a buscar el bus que nos llevara al Parque Nacional. El camino en bus fue muy interesante, porque además de cruzar la ciudad de Georgetown, circula por una carretera que sigue la costa a pie de playa hacia el norrte de la ciudad. Una vez se sale de Georgetown, uno va encontrando pequeñas calitas de arena blanca y rocas erosionadas. El pueblo más importante que se cruza antes de llegar es Batu Ferringhi, un nido de resorts y servicios de todo tipo a pie de playa, para los turistas mas gastones de Penang.

Una vez llegamos al Parque Nacional de Penang, nos exigieron inscribirnos para poder entrar, eso sí, no tuvimos que pagar nada. También nos hicieron decir que camino tomaríamos y hata donde pensábamos llegar. Supongo que cierto control en un lugar de densa jungla no viene mal. Pues decidimos coger el camino del sur, pues dicen que la playa es más bonita. ¿Playa? ¿Pues no habías hablado de jungla? Bien, el Parque Nacional de Penang es el Parque Nacional más pequeño de Malsia, y consiste en dos senderos de una hora y media cada uno, que cruzan una zona de inclinada jungla, para finalizar el recorrido en playas solitárias. La verdad es que es la primera vez que caminaba en este tipo de parques, y se agredece muchísimo poder darse un chapuzón al llegar al final del recorrido.

El camino fue suave, está bastante preparado para los visitantes, aunque esta vez nos tocó sudar más que en Cameron Highland. El motivo os lo podéis imaginar. Las Cameron Highlands son las montañas más altas de Malasia, y aunque llueva cada día y esto provoque un alto grado de humedad, el fresquito de estar alto se nota y se agradece. Pues ahora nos encontramos con un parque natural al nivel del mar, con el típico sofocante calor de Malasia, y con la playa a escasos metros. Se podían llenar vasos escurriendo nuestras camisetas.

Por el camino encontramos algunas mariposas gigantes, de colores vivos y algún asustadizo lagarto. Algunos turistas caminaban por los senderos, pero en Asia gusta poco eso de andar. Para los que quieren ver la playa hay servicio de barco desde un pqueño embarcadero en la entrada del parque. Y después de una hora y media andar empapados, por fin la playa. Es mi primer contacto con el mar en el sudeste asiático, así que podéis imaginar lo contento que me puse. Siendo Malasia un país musulman, lógicamente el nudismo esta prohibido, pero... ¿Hay alguna ley sobre bañarse en calzoncillos? Pues en un momento colgué la ropa empapada de sudor en las ramas de unos arboles que descansaban a la orilla de la playa, corrí por la blanca arena hasta la orilla, salté como quien busca el gran tesoro del descanso, y me encontré con un agua horriblemente caliente. Para los que ya me conocéis, soy de los que prefiere el agua fría a la caliente, pues esta parecía un jacuzzi. Vale sí, estoy en Asia, deberé ir acostumbrandome a la temperatura de sus mares. De todas formas, el color de la arena, las erosionadas rocas , los arboles en la orilla, y la densa selva recorriendo toda la costa, hacen de esta playa un lugar sorprendente, para quien nunca ha pisado una playa asiática. Para la vuelta, ya estabamos más "fresquitos".

La segunda excursión que hice también fue un trekkinng. Si, ya, parece que solo he venido a Asia a andar. Pero que mejor que aprovechar el viaje para hacer lo que en no hago en casa: deporte, comer sano, madrugar por placer... Así que esta vez, bajo el negativo consejo de quien ya lo había visitado, me dirijo a subir la colina más alta de Penang. Todo el mundo me dice lo mismo, "No vayas que es un camino muy empinado y es muy duro". Podía haber elegido la opción del típco turista, pues un tren cremallera sube y baja a la gente hasta lo alto de la colina. Pero, qué mejor que hacer deporte, disfrutar de la jungla, y ahorra dinero para algo que realmente valga la pena. Así que tomo el bus hacia el jardín botánico, y desde allí empieza el ascenso. El camino esta más que preparado para que cualquier persona pueda subir, así que de peligro tiene poco. Pero mis consejeros tenían razón. Empieza con una inclinación dura y no la pierde hasta el final. Vale que solo son 5,5 km, pero no dan ni un segundo de respiro. En poco menos de una hora y media se llega a la cima y allí está la sorpresa. Las mejores vistas de la isla nos enseñan desde la Ciudad de Georgetown, a vista de pájaro, hasta el puerto, el puente que une la isla con la península y parte de la misma. Por cierto, os dejo una foto del puente, ya que es el puente más largo del sudeste asiático. Y en la cima de la colina dos templos la coronan. Una mezquita y un templo hinduísta.

Bajando de la colina, me encuentro con una variada y exótica fauna. Entre ellos algunos lagartos de colores, mariposas, y dos gigantes famílias de monos. Los primeros son los monos que se encuentran comunmente en todos los lugares turísticos de Asia. Yo lo llamaría mono común. Peor esta vez no estaba con turistas, sino que estaban viviendo en la jungla de forma salvaje, y me llamó mucho la atención su comportamiento. Al verme, hubo tensión, tanto por su parte como por la mía. Tuve que mostrarme tranquilo durante algo más de media hora para que ellos se sintieran seguros ante mi presencia y empezaran a hacer vida normal. Así que empezaron a quitarse piojos unos a otros, algunos jugaban entre las ramas de los árboles, y una pareja intento llegar a lo más profundo de su intimidad, pero parece ser que la hembra no estuvo muy receptiva, pues de un arañado se sacó al macho de encima. La segunda família de monos fue algo más curiosa, pues es la primera vez que me topaba con ellos, es la primera vez que sabía de su existéncia. De tamaño mucho más grande que los monos que suelo encontrarme, de pelo negro, ojos blancos como si estuvieran maquillados, y unos morros inflamados, huían de mi presencia muy rápido entre las ramas. Pude captar alguna fotos, aunque fue difícil, porque cuando cogí la cámara ya estaban arriba en los árboles.

Al bajar de Penang Hill, tomé un bus hacia el templo de Kek Lok Si. Me han hablado bien de él, pues es el templo budhísta más grande de Malasia. Al llegar quedé impresionado. Grandes edificios de arquitectura china se alzaban sobre una colina, a la derecha presididos por la gran pagoda, a la izquierda, controlados por la gran estatua.En su interior un laberinto de lugares para el rezo, Budhas esculpidos y dibujados por todos sitios, tiras de colores donde pedir deseos, un restaurante vegetariano, la pagoda, la estatua, un estanque hasta arriba de tortugas gigantes, y todo ante el relajante sonido del canto de los monjes, acompañados de campanas y gongs.

Y hasta aquí llega mi visita a Penang y también mi estancia en Malasia. El motivo por que el dejo el país es el clima. El mes de octubre es un mes de transición de monzón en el que éste se desplaza de la costa oeste a la costa este. Al estar cambiando, uno encuentra agua tanto en una costa como en la otra. Claro que podría esperar una o dos semanas, pero lo que más me interesa ver está en la costa este, y justo allí estan cerrando hostales y restaurantes debido a la llegada de las lluvias. Así que voy a decir hasta luego a Malasia, porque seguramente vuelva cuando el monzón vuelva a cambiar de costa.

En la costa oeste hay un lugar llamado Langkawi. Es la isla más promocionada por el país a nivel turístico. Pero al consultar entre los viajeros que han estado allí todos opinan igual, no merece la pena. Dicen que es un lugar caro, lleno de resorts y de centenares de turistas de sol y playa, que buscan ponerse morenos bajo el sol malayo. Así que mañana, a las 8:00h pasa a buscarme un bus con destino a Krabi, la costa oeste de Thailandia. Me han hablado muy bien de este pequeño paraíso. Os cuento desde allí. Un abrazo.














jueves, 25 de octubre de 2012

Georgetown


 Hola a todos!

Hoy me despido de las Cameron Highlands, en busca de nuevas aventuras. Tras el madrugón y tomar mi último arroz con coco para el desayuno, me dirijo a la agencia de viajes desde donde pasaría a recogerme el bus que había contratado. Y cual fue mi sorpresa cuando, estado ya sentado en el bus, alguien me saluda con un agradable good morning. Es la chica de Bélgica con la que estuve andando ayer, pues está tomando el mismo bus con el mismo destino.

Tras 5 horas de trayecto, de las cuales 4 estuve durmiendo, llego a Georgetown, una ciudad capital de la isla de Pulau Penang. Aquí pasaré unos días para conocer la vida de la isla. Junto con mi amiga belga, buscamos el alojamiento más barato de toda la ciudad, nos quedaba toda la tarde para pasear. Eso sí, tanto ella como yo somos de ese tipo de personas que nos gusta ir a nuestro ritmo, de forma independiente, así que lo llevamos bastante bien, ya que durante el día cada uno iba a su rollo y por la noche nos encontrabamos para comentar las impresiones del día. Así que cogí mi pasaporte y mi cartera, y salí a dar una vuelta. Esta vez no haría fotos, esta vez no seguría ningun mapa o indicación. Quería perderme por la ciudad. Eso sí, cogí una targeta con la dirección del albergue, pues para volver seguro que tendría que preguntar.

Os explico un poco. Georgetown es la capital de la isla de Pulau Penang. Como ya sabéis, Malasia es una mezcla cultural, pues Penang es el lugar donde más se puede apreciar esta mezcla. En la isla han convivido durante muchos años tres culturas principales, que son los chinos, los indios y los malayos. Pero también otras culturas han dejado huella de forma minoritaria, como han sido diferentes pueblos de Indonesia procedentes de Java, Silawesi o Sumatra, armenios, siameses, tailandeses, y un largo etcétera de gentes de otros lugares que han pasado por Penang buscando algo de su riqueza territorial. Esta explosión cultural hace que pasear por la isla, y en especial por Georgetown, sea una macedonia cultural que convierte el lugar en un imprescindible a visitar en Malasia. Uno puede encontrar en la misma calle una sucesión de templos de diferentes religiones, una mezquita al lado de un templo hindú, o incluso una iglesia católica. Y os preguntaréis quién trajo una iglesia católica a estas tierras. Pues bien, en los tiempos de la colonización, la isla de Penang fue colonía inglesa, pues era un punto estratégico tanto político como militar. Aquí, se construyeron casas al estilo colonial, iglesias, conventos. Y este es el principal motivo por el que la gente visita la ciudad, pues aún se mantiene la antigua arquitectura colonial, y esto hace que el casco antiguo de Georgetown fuese declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como la ciudad colonial más antigua de Malasia.

Pues aquí es donde está la gracia de perderse por la ciudad. Pues aunque hay alguno puntos de interés señalados en un mapa turístico tales como edificios históricos o templos, lo interesante está en la cantidad de viejas casas de estilo colonial que se pierden entre las decenas de callejones de Georgetown. Y aquí es donde no puedo describir más, pues cómo explicar lo que uno hace o siente paseando ante un barrio tan antiguo como este. Simpelemnte me dejé llevar por mis pies, abrí bien mis ojos, y afiné mis oídos para cuando algun habitante local quería explicarme bonitas histórias sobre la ciudad. Explorar cada rinconcito de esta ciudad es un espectáculoi para los ojos en cada paso que uno da, por lo que no sería la única tarde que dedicaría a Georgetown.

Y por la noche a disfrutar como un niño. Sí, sí, que no os engañen, porque os voy a contar el mayor secreto de la Isla de Penang. Porque quizás la gente se acerque a esta bonita isla por los edicficios coloniales, o por la mezcla de culturas, pero quién se queda más de dos días es por otro motivo, su gastronomía. Así es, pues la gastronomía de Penang es conocida internacionalmente, pues la huella que han ido dejando las diferente culturas que han ido pasando por la isla, han hecho de Penang uno de los mejores siitios para comer de todo Asia (clasificado en los rankings de la revistas de cocina con más nombre en todo Asía). Así que a partir de hoy, cada hora de la comida será un festín. Tanto es el éxito que tiene la comida en Penang, que el ayuntamiento se ha encargado de hacer una guía gastronómica donde te lleva a través de los distintos restaurantes a degustar los más famosos platos del lugar. Desde la deliciosa comida del sur de la India, con su thalis, tandooris y dosas, pasando por los Mee (fideos) y Nasi (arroz) malayos, y siguiendo por los deliciosos platos chinos, entre ellos el arroz con pato o los fideos con productos del mar, unop se pierede en un mundo gastronómica de altísima calidad y a precios de risa. Por poner un ejemplo, los fideos con marisco en los restaurantes chinos cuestan 1 euro e incluyen sepia, gambas, almejas y salsa de ostras.Pero aún hay más, pues la cocina de Georgetown esconde un delicioso secreto gastronómico. Se trata de la comida Nyonya. Hace muchísimos años, cuando los chinos habitaron la isla, empezó a surgir una nueva cultura del mestizaje entre chinos y malayos. A esta cultura se le dió el nombre de culura Baba Nyonya en la que Baba se refiere al hombre y Nyonya a la mujer. Pues de la mezcla de las cocinas de dos pueblos tan ricos como eran el pueblo chino y malayo surgió la comida Nyonya. La verdad es que no os la puedo describir, simplemente deciros que en los restaurantes Nyonya he probado los mejores platos de Asia con muchísima diferencia. Y es que es mucha la gente que acaba enganchada a sus sopas, sus rollitos o pinchos, o el delicioso pollo capitán, un muslo de pollo bañado en una salsa para chuparse los dedos. Una curiosidad es que la comida Nyonya solo puede encontrarse en Penang y Malaca, dos zonas muy pequeñas de Malasia. Por eso os decía, que no os engañen, pues quien se queda enganchado a Georgetown es por su riquísima gastronomía. Yo me dediqué a explorar restaurantes, a veces buscados en la guía, a veces encontrados por casualidad. Lo que más curioso me pareció fue el estilo chino de administrar los restaurantes, os cuento. Los chinos tienen un comedor grande con mesas y un montón de pequeños puestecitos alrededor. Pues bien, el comedor es compartido, por lo que uno llega, se sienta y elige de cada puestecito lo que más le apetece. La gracia es que cada puesto prepara un solo plato. El que hace arroz con pollo solo tiene eso, y el que hace fideos con pescado igual. Al especializarse en un solo plato, les sale riquísimo. Entonces uno llama al puesto de lo que le apetece, y le paga su plato una vez servido. Pero aún hay más, pues también hay otro puesto individual que se encarga de las bebidas. Te prepara cualquier tipo de zumos frescos o te trae una lata de lo que tu le pidas, y lógicamente también se paga a parte. Pues al ayuntamiento de Penang se le ocurriói hacer esto pero a lo grande. Así que montaron un comedor gigante bajo una carpa al aire libre, donde hay más de 30 puestos de comida para elegir, más de 200 mesas donde sentarte y un gran escenário donde cada noche había un cantante distinto desafinando a más no poder. Pero es que en Asia da igual como cantes, pues lo que importa es la música y las lucecitas de colores por todos lados, que los vuelven locos. Bueno, pues a este lugar se le puso el nombre de mercado nocturno de comida, o mercado rojo, y lo interesante es que al haber tantísimos puestos, la variedad y competitividad hacen que cada noche sea una carrera por ver quien es el que cocina el plato mas bueno a precio más barato.

Durante los días que he estado en Georgetown, he hecho algunas excursiones por el resto de la isla, pero estas excursiones os las explicaré en el siguiente post. Penang tiene tanto que explicar que hoy solo voy a hablaros de su capital, Georgetown. Así que me salto las excursiones para llegar al día que exploré la ciudad turisticamente hablando, es decir, mapa en mano.

En primer lugar deciros que mi hostel se encontraba en Chinatown. No se por qué, pero siempre los barrios chinos son los más baratos para dormir. Chinatown es un interesante barrio donde abundan lógicamente los restaurantes chinos. Pero además es donde están muchas de las casas coloniales más humildes y deterioradas, y a veces las calles están decoradas con cientos de farolillos rojos. En Chinatown pueden encontrarse decenas de templos budhistas, taoístas... Todo lo que tenga que ver con china y su cultura se encuentra en este barrio, incluso las tiendas son todas al estilo todo a cien.

Siguiendo calle abajo desde mi hostel, uno llega a little india. Es verdad que en Kuala Lumpur también había im barrio indio, pero os aseguro que no tiene nada que ver. En Little India de Gerogetown uno se siente en India de verdad. El olor a sandalo, la música india a todo volumen saliendo de las tiendas, los deliciosos restaurantes de Tamil Nadu, y decenas de tiendas de atículos religiosos y mitología hindú, así como tiendas de ropa (sarees, kurtas) y de bisutería y joyería de India. En este barrio he intentado pasar el menor tiemplo posible, lo justo para hacerle una visita de reconocimiento, pues los que bien me conocéis, sabeis la añoranza que siento por el país con el que un día me enamoré. Y pasear por sus calles, hablar con sus gentes, oler los olores de India, oir su música y visitar sus templos me provocan una irremediable melancolía y unas ganas locas de volver. Así que si quiero darle una oportunidad al sudeste asiático, será mejor que no pase muchos ratos en Little India.

Y siguiendo calle abajo desde Little India uno llega al mar. Bueno, mejor dicho al puerto, desde donde entran y salen decenas de cargueros y ferrys que llevan a manadas de turistas a la isla de Pulau Langkawi. Después del puerto se encuentra un pequeño paseo marítimo y después... nada. Montones de edificios bloquean la costa, pues Georgetown no tiene playa a pesar de ser la capital costera de una preciosa isla. Para disfrutar de la playa hay que salir de la ciudad y visitar pueblos cercanos, el más accesible Batu Ferringhi. Eso sí, en esta zona de la costa, sen encuentran algunos lugares interesantes como el antiguo fuerte de Cornawalis, el majestuoso edificio colonial del ayuntamiento, y el museo de Penang y galería de arte a los cuales no pude resistirme a visitar. En ellos pude encontrar una colección de pintura local, así como una exposición de la história de la isla explicando las diferente cullturas que habitan o alguna vez habitaron Penang.

Bueno, pues hasta aquí me llega la memoria, o mi intención  de detallar mi estancia en la capital de Penang. Os espero en el siguiente post para hablaros del resto de la isla. Un fuerte abrazo.


















jueves, 18 de octubre de 2012

Raflesia en Cameron Highlands

 Hola a todos!

Hoy he madrugado para enseñaros lo que són realmente las Cameron Highlands, el motivo por el que cada año miles de personas se desplazan hasta las zonas altas de Malasia. A las 8.45 de la mañana he quedado con un una agencia turística en que  pasaran a buscarme para ir a hacer un tour de medio día por la zona. Y los que me conoceis estais pensando: ¿Qué hace Carlos en un tour turítico, cual borrego en su rebaño? Os juro que lo intenté de todas las maneras posibles, pero al final descubrí que es imposible ir a ver a Raflesia por cuenta propia. ¿Quién es Raflesia? No es una señora malaya. Luego os lo explico.

El jeep viene a recogerme puntual en el lugar acordado. El guía me ha reservado el mejor sitio por ser el último en pasar a buscar, voy de copiloto en un Land Rover de esos que aparentan no romperse nunca, y me hizo gracia ver el gigante cuerno que llevaba en el capó. Mi pregunta es si estos coches vienen así de serio o los redecoran después.

Después de 45 minutos conduciendo, el jeep se desvía hacia un camino de barrio, y tras algunas maniobras aparca. Ya estamos en la entrada de la jungla, ahora lo que toca es caminar. Un total de 17 personas, más dos guías de la agencia, más un guía aborígen de la zona, nos adentramos en la selva profunda para ir en busca de la famosa Raflesia. Los tres guías iban armados con enormes y afilados machetes con los que nos abrirían el camino por la jungla, ya que con las habituales precipitaciones de la zona (llueve más de dos veces por día), la vegetación crece de un día para otro. Además, el guía local, lleva un tirachinas con el que va jugando todo el camino. Supongo que para no perder la práctica, pues en realidad es una herramienta de caza de los Orang Asli. Os explico un poco sobre esta etnia local. La población de las Cameron Highlands se compone de un 40% de población del sur de India, un 40% de población de China, y un 20% de otras culturas, entre las cuales están los Orang Asli. La traducción de Orang Asli al español es gente autentica, y se trata de los pocos aborígenes malayos a los cuales han pertenecido estas tierras desde hace muchos años, y que se se componen de una diversidad cultural muy variada, devido a las colonizaciones e invasiones por tema de negocio.

Depués de anda por la selva aproximadamente dos horas, pasando por ríos, zonas de lodo, puentes rudimentários, y depués de encontrarnos con varias especies de mariposas plantas medicinales y un enorme cienpiés, por fin llegamos al lugar donde habita la Raflesia, la cual es el motivo de esta excursión. La Raflesia es la flor más grande del mundo, que sólo puede encontrarse en tres países (Malasia, Indonesia y Filipinas) y que fue encontrada por un tal Raphael, y por la unión del nombre del señor que la encontró y que sólo puede encontrarse en Asia surgió el nombre de RaphaelAsia, es decir, Raflesia. Pues en verdad no es una flor, es un hongo, es decir, una gigante seta, lo cual puede apreciarse en su piel y que nace del suelo en zonas muy húmedas. Pero lo curioso de este hongo es que tiene pétalos gigantes y un bulbo en medio, por lo que Raflesia se conoce comunmente como flor. La Raflesia solo puede encontrarse en las profundidades de la jungla, y este es el motivo por el que hemos caminado dos horas para poder ver tan solo dos ejemplares. Nuestra suerte ha sido que hemos encontrado uno de ellos totalmente abierto, y el otro completamente cerrado, pues Raflesia tiene un corto periodo de apertura, y muchas veces no pueden disfrutarse sus pétalos. La verdad es que es impresionante estar delante de una espécie tan rara y tan difícil de encontrar, pero como ibamos en un tour de 17 personas, hemos tenido escasos minutos para disfrutarla, ya que se encontraba en un lugar muy pequeño y no cabíamos todos allí. Lo justo para hacerle dos fotos, observarla un poquito y salir. Este es el motivo por el que no me gustan los tours organizados. Lo bueno de ellos, es que el guía era todo un artista, y nos dió montón de información sobre la flor. Por ejemplo, una cosa que me impactó fue que en los partos de las mujeres Orang Asli se usa como compresa para frenar la pérdida de sangre y reincorporar ciertas vitaminas al cuerpo. Mi sensación después de ver esta flor es que el ser humano nunca es capaz de imaginarse las increíbles maravillas que la naturaleza esconde. Raflesia parece formar parte de un cuento, y por esto alguien preguntó, si no era ésta una flor de plástico.

El descenso solo nos llevó una hora. Por el camino los guías nos explicaron algunas propiedades sobre frutas y plantas que ibamos encontrando por el camino. Por ejemplo, vimos una fruta que sirve para bajar fiebres altas y fuertes dolores de cabeza. También nos enseñaron como obtener agua de las enormes cañas de bambú. Uno no se imagina la cantidad de agua que hay dentro y lo fácil que es obtenerla con tan solo una pedrada. La verdad es que espero no tener que usar nunca estos consejos, pero nunca están de más si algún día uno se ve perdido en medio de la selva.

De vuelta al jeep, pasamos por un pequeño poblado de los Orang Asli. Nos enseñaron como viven en casas totalmente construidas con bambú, nos enseñaron a cazar con cervatanas envenenadas, y el detalle de mal gusto de la escursión, nos enseñaron un mono atado a una cuerda que habían cazado hacía pocos días, y al que estaba alimentando para ser carne de olla en poco tiempo. Los Orang Asli se alimentan de cualquier tipo de animal que encuentren en la selva, y algunos vegetales que ellos mismos cultivan en sus propios huertos. Aunque si uno lo piensa fríamente, a veces es mejor cazar y comer que criar animales en granjas de producción masiva, sin espacio para vivir dignamente y con alimentación hormonada para su rápido crecimiento. Aquí dejo abierto un tema de debate para los más atrevidos.

Después de la visita al poblado y con un hambre de tigre, nos llevaron a un restaurante indio en el cual comimos muy bueno y barato. Y aquí acababa mi tour para mí y algunos que habíamos reservado solo para medio día. El resto seguirían su tour hacia otros puntos de interés, los cuales yo también quería visitar, pero me parecía más cómodo y barato hacerlo por mi cuenta. Pues estaba en un error, pues uno de los jeep nos llevaría hasta Tana Ratha, y desde allí salía más caro visitar estos sitios (había que volver a la zona) y una considerable perdida de tiempo. Así que hablando con el guía, pagué la diferencia y me quedé el resto del día con los nuevos amigos que había hecho en el rebaño. Así que justo después de comer nos llevaron a las plantaciones de té de Cameron Highlands. Los que me seguís desde el pricipio quizás recordeis un lugar llamado Munnar, en el sur de India, en el que visité unas plantacioenes de té junto a Sarah y Sammy. Pues bien, esto es exactamente lo mismo, pero mucho más grandes y con un grado de modernización algo desagradable para los que nos gusta lo natural y lo auténtico. La verdad es que nunca me cansaré de ver los preciosos paisajes de las plantaciones de té, sus verdes mares de montaña que hacen del paisaje una maravilla para la vista. Pero esta vez, la gran compañía de tés de Malasia había construido un bar en una gigante pasarela que se sostenía en el aire sobre las plantaciones. Vale sí, las vistas de ahí son espectaculares. ¿Pero no es más bonito ver las plantaciones introduciendote en ellas, que desde una terraza expositor, sentado en una comodísima silla y tomando una muestra de té cultivada justo en estas tierras? Para gustos los colores, pero yo me fuí directamente a pasear por las plantaciones, aunque quizás el raro sea yo, pues todo el mundo fue a la terraza de hormigón.

En mi opinión, el guía se mereció un sobresaliente, pues no todos los que trabajan para estas tierras tienen el valor de explicarnos la mala calidad del té debido a la mecanización de los procesos en los que en vez de recolectar las hojas de té una por una y coger solo las frescas, unas máquinas de motor de explosión colectan todo lo que se encuentran por el camino, y lo que uno acaba bebiendo es una mezcla de 50% de té y 50% de mezcla entre ramas, hierbajos que crecen entre las plantas, y montones de telas de araña con algunos de sus habitantes incluídos. Esto, en Munnar no pasaba, y como nuestro guía procede de ese bonito pueblo indio, protesta contra los errores de las grandes industrias que solo piensan en ganar más y más dinero. También hizo su propia revolución sobre lo que expliqué en el blog anterior en contra de los granjeros que exterminan bosques para poner sus invernaderos y contaminan las aguas de los ríos más cercanos. Yo prefiero que me cuenten la verdad, por dura que sea, que una mentira para hacer creer al turista que está en el lugar más maravilloso del mundo.

Después, los guías nos llevaron a una zona de la plantación donde nos metieron entre las plantas de té para que hicieramos el payaso mientras ellos nos tomában fotografías. Sí, es típico de guiri, pero hacer el payaso siempre se me ha dado bien. Después de visitar la fábrica de té, donde lo procesas y empaquetan, fuimos a la granja de mariposas. Se trata de un pequeño zoo de insectos, donde se pueden tener en las manos desde bichos palo, escarabajos rinoceronte, mantis, etc. Además también hay una exposición de camaleones, serpientes, sapos y escorpiones. Ah si! Se llama granja de mariposas porque hay una red gigante con decenas de especies de mariposas dentro y un poco de vegetación para recrear su hábitat. Esta parte es la que menos me gustó, porque todas las mariposas estaban en el techo, asustadas por las manadas de turistas que pasan por el centro cada día, y las que se atrevían a volar lo hacían de forma triste. En mi opinión, el que quiera ver mariposas, insectos o cualquier tipo de animales, que vaya a sus habitat a buscarlos, y si ese día no los ve, que pruebe otro día. Porque de momento no he visto ningún humano encerrado por el simple hecho de que otras especies animales puedan venir a verlo de forma masiva.

Y por último visitamos la granja de fresas. La verdad es que fue la visita menos interesante de toda la escursión. Montones de plantas de fresas colgadas en invernaderos elevados que reproducen el ecosistema holandés, lugar del que proceden todas las plantas de fresas de Cameron Highlands, pues no estamos en tierra de fresas porque no es su clima ni sus condiciones para crecer. El único motivo para tener granjas de fresas es para exportarlas, ya que no se consumen en Malasia, y hacer negocio de algo que no es propio de la tierra.

Y aquí termina la más que completa excursión de hoy, con la que uno puede visitar lo más interesante de esta zona en tan solo 8 horas y con explicaciones de todo lo que uno ve. Pero no me conformo con lo que todo el mundo quiere ver, y por suerte he conocido una chica belga en la excursión que opina como yo, así que al día siguiente nos fuimos de trekking al Gunung Brinchang, el pico más alto de todas las Cameron Highlands. No me preguntéis su nombre porque no se escribirlo, pero si puedo deciros que pasé un día divertido subiendo al monte, entre barrizales, raíces y contínua escalada. Ver la cara del conductor del bus cuando subimos con las botas encondidas tras una gruesa capa de barro no tubo precio.

Y esta tarde me la tomo para mí, porque vuelve a llover, porque llevo tres días de trekking, porque me voy a dar un merecido descanso para leer, escribir y conocer gente intersante. Además, seguro que me encuentro con seis viajeros del norte de España que conocí ayer por la noche, con los que compartí buenas risas bañadas en vino tinto francés, y interesantes conversaciones sobre como debería funcionar el mundo y lo mal que va. Es lo que tenemos los viajeros, que como no tenemos vecinos, criticamos a países enteros. Lo importante no es de lo que se hable, porque en un pequeño bar de albergue no hay nada que arreglar, lo importante son los buenos momentos que te llevas, ya que todos los viajeros que se cruzan en tu camino acaban formando parte de esta pequeña gran aventura que he decidido vivir. Buen viaje amigos. Ah! Gracias por la aguja y el vino, el segundo ya lo gasté, el primero me hará buen servicio en mi camino.
















miércoles, 17 de octubre de 2012

Cameron Highlands trekking 8 y 5

Hola a todos!

Después de visitar las Batu Caves tomé el primer autobús con destino Cameron Highlands. No se por que, pero suelo tener bastante suertes con los buses, el mío salía justo 15 minutos depués de comprar mi tiquet. Como la noche anterior había dormido unas tres o cuatro horas debido a que todavía no he adaptado a mi nuevo horario de sueño (está siendo el jetlag mas largo de la historia), nada más subir al bus me quedé dormido. Además, se trataba de una compañía privada, así que esta vez el viaje sería de lo más confortable. Aún recuerdo esos viajes en India y Nepal, en el que no había ni un asiento queno estuviera roto, donde encontré cucarachas en el interior, donde las carreteras eran un desastre y el atobús nunca cumplía con sus horarios. Esta vez viajaría en una lujosa butaca individial, acolchada y reclinable, con aire acondicionado y luz particular, en una carretera envidiable para cualquier país asiático y una excatitud perfecta en horarios. Así que las dos primeras horas de trayecto las pasé durmiendo, lo que hizo que esa noche estuviera despierta hasta altas horas de la madrugada de nuevo. Si es que nunca me voy a acostumbrar. Pero es que irse a dormir a las 3 de la madrugada aquí son las nueve de la noche de allí. Y yo que soy de ir a dormir tarde... Imaginad! Las dos segundas horas las pasé disfrutando del paisaje. El bus empezó a tomar carreteras cada vez más empinadas y con más curvas, el paisaje cada vez era más selvático, con frondosos bosques que podían verse desde lo alto de vertiginosos acantilados.

Al llegar a Thana Rata, pueblo en el que me alojaré durante mi estancia en Cameron Highlands, empieza a llover. Justo cuando empiezo a andar para ir a localizar un hopstel donde dormir esta noche, un chico me llama y me dice que el camino hasta el hostel está pagado por la compañá de viajes. Me preguntó que cual era mi hostel. Suerte que soy de respuesta rápida, porque si llego a decirle que no lo se aún, me deja ahí con la lluvia. Le dije, espera que no recuerdo el nombre. Busco en la guía el albergue más barato y le digo el nombre. Ah sí! Vamos! Y me hizo subir en una furgoneta que me dejó justo en la puerta del hostel. Para ser el más barato parecía muy bonito, vamos a preguntar. Pues resulta que tenían camas libres, a bajo coste y unos servicios muy buenos. Wifi gratuito, una gran terraza que da a la selva donde se pueden pasar buenos momentos de charla o escribir un bonito blog, un bar músical que abre de 19h a 00h. Y encima reservan exursiones y traslados a otros lugares de Malasia al mismo precio que las agencias. Perfecto, aquí me quedo.

Aunque es un poco pronto, va a anochecer en media hora, y encima está lloviendo, así que mejor me doy una buena ducha y decsanso un poquito. Luego salí a cenar. Thana Rata es un pueblo con una sola calle principal y algunas minicalles que surgen a los bordes, pero toda la actividad está en la calle principal. Aunque es un sitio muy turistico, la variedad de restaurantes está muy bien. A la derecha de la calle principal hay restaurantes chinos, indios y occidentales. A la derecha, restaurantes malayos y thailandeses. Así que para gustos los colores, y uno que tiene el gusto gastronómico muy amplio, va a ir probando todas las nacionalidades una a una. Esta noche toca Sur de la India. Si, ya lo se, Estuve allí en febrero, pero es que la comida es tan buena... Echaba de menos como sirven la montaña de arroz sobre una gran hoja de plátano, y todas las salsas alrededor para que las mezcles a tu gusto. Dejad que recuerde viejos tiempos y sacie mi paladar con el buen gusto de la comida india. Y después de cenar disfruté un pcoo de la soledad de la terraza por la noche, ya que poco a poco, los inquilinos fueron retirandose a la habitación principal (dormimos todos juntos), mientras yo disfrutaba del sonido nocturno de la selva, con la lluvía cayendo en la densa vegetación y leyendo un buen libro.

Buenos días, Parece que esta noche ha llovido bastante, y ahora hace un sol radiante. Voy a aprovechar para ir de trekking, me apetece mucho caminar y explorar el interior de la selva. Pero antes de nada, hay que desayunar un poco. Vamos a probar el típico desayuno malayo. Me sirvieron una especie de pan a la plancha relleno de cebolla, chillies y huevo y un celiciosos té con leche. Supongo que me dará para aguantar la mañana, pero por si acaso voy a comprar galletas y agua, que con los trekkings nunca se sabe.

En mi guía de viaje tengo un mapa de ruta con 10 caminos marcados en los que se puede caminar, pero dicen que hay que ir siermpre con guía, porque es fácil perderse en la selva. Como no confío en lo escandalosos que pueden llegar a ser este tipo de libros, pregunto a la gente de la calle. Todos me dicen lo mismo, que se ha perdido mucha gente por aquí, que el camino no está señalizado, y que la vegetación cubre los caminos en pocos días. De todas formas me niego a pagar un guía por el simple hecho de que me guíe por la montaña. Voy a probar yo solo, y antes una situcación de riesgo, me doy la vuelta y ya está.

Así que dejo Thana Rata y me dirijo hacia las cascadas de Robinson, que no resultan nada interesantes. Plásticos por todos lados, y agua marrón cayendo a una altura poco significativa. Pienso que el agua marrón es por las lluvias, que provocan un embarramiento del agua. Más tarde me explicarán que la gente se bañaba en las cascadas cinco años atrás, pero que el color marrón es debido a la contaminación que provocan los granjeros. Y este es el gran problema de las Cameron Highlands, la corrupción agrícola. Cada año són talados miles y miles de hectáreas de bosques y jungla, para sustituirlos por un mar de plástico que generará grandes ingresos para los latifundistas de estas tierras. En Cameron Highland está la empresa más grande en producción de té de toda Asia, así como agricultores de fresas y de diferentes tipos de flores, como las rosas. Y os preguntaréis si esto no está controlado por el govierno. Pues sí, el govierno solo permite un límite de hectáreas por agricultor, norma que es pasada por alto previo pago de multas o con bonitos regalos para los encargados del control agrícola. Además, también se hace la vista gorda con el vertido de residuos agrícolas, sobretodo aceites y productos químicos que van todos a parar a los ríos. Así que, para los que queráis visitar esta bonita tierra, éste es el momento, pues hoy he podido ver decenas de excavadoras destruyendo la increíblemente bella naturaleza que hay en Cameron Highlands, y kilómetros de plástico instalandose en su lugar.

A parte de tan desagradable situación, Cameron Highlands es un lugar precioso que se puede disfrutar de diversas formas, una de ellas a través del trekking que os estaba explicando. Justo después de las cascadas de Robinson, encuentro un letrero que señala hacía una escalera vertical hecha de forma natural con raíces y barro, y según veo es la ruta número ocho. Miro en la guía y dice que es un duro ascenso al monte Gunung Beremban, que está muy poco transitado y suele estar lleno de maleza. ¿Nos os crea curiosidad? Suena a pura selva. A mí mucha, y como soy adicto al riesgo, empiezo a trepar por las raíces, y digo trepar prorque se necesitan pies y manos para poder subir. Unos metros más tarde, el camino empieza a hacerse algo más agradable, así que los pies me servirán para andar y la manos para apartar las plantas que se cruzan en mi camino. Cuanto más subo, más densa es la vegetación, más humedad hay, más sudor empapa mi ropa. Pero cada vez es más emocionante. Hay tramos que parece que no haya camino, simplemente atraviestas montones de plantas gigantes. Que bien me iría un machete al estilo Indiana Jones. Algunos tramos se complican de subida, otros, por las inclinadísimas paredes verticales por las que hay que bajar. Y el peor enemigo es el barro. Resbalones, culetazos y hasta un golpe en la rodilla que me austó un poquito, pero que al final resultó ser no más que un golpe.

Después de una dos horas y pico (creo, porque una de mis mejores lujos cuando viajo es no llevar ni reloj no calendario) de dura subida, llego a lo alto del Gunung Beremben. Según mi guía tengo varias opciones para bajar, unas más largas, otras más cortas y algunas incluso con buenas vistas a plantaciones de té. Pero los truenos vuelven a amenzar lluvia, así que mejor coger la más corta. Ésta es la ruta cinco. A la media hora de empezar el descenso empieza a llover, y cada vez se hace más intenso. Suerte que me he acordado de coger el chubasquero, pero una vez puesto noto que no se si es peor mojarse de lluvia o soportar mi ropa empapada por completo en una ducha de sudor pegandose en el plástico del chubasquero. Voy a hacerlo bien, no quiero resfriarme.

Todo el camino de vuelta ha estado pasado por agua, una intensa tormenta monzónica que ha provovado pequeños riachuelos a mi paso por los caminos que me llevarían de nuevo a Thana Rata. La experiencia de estar en mitad de la selva, lloviendo a mares, es algo que recomiendo a todo el mundo. Y no solo con la lluvia, que ha sido una sensación increíble, sinó que tomar esta ruta ha sido la mejor decisión que he podido elegir. Pues por mucho que digan los libros y por poco que aconseje la gente, pasar cuatro horas sólo en mitad de la nada, sientiendo la grandeza de la naturaleza a través de sus inmesas e incontables espécies de plantas, sentir como la maleza se mueve a escasos metros de ti y no saber que animal tienes al lado, no cruzarte con un solo ser humano en cuatro horas andando (nunca me había pasado), todo esto y muchas más increíbles sensaciones, no valen igual que todos los miedos que podamos tener a hacer ciertas cosas. Porque sí, el miedo limita, el miedo no nos deja disfrutar de muchas maravillas naturales. Así que, cada vez estoy más seguro que cuando uno se siente seguro de que todo irá bien, no hay por que temer. La próxima vez no pregunto, la próxima vez no me meten miedo.

Y antes de acabar con este maravilloso día de trekking, pues una vez llegué al hotel nop paró de llover con cada vez más fuerza, explicaros una curosidad que encontré en el camino. En un barrizal encontré unas huellas y les hice fotos. Al día siguiente pregunté a guías forestales si sabían de que animal se trataba. En las dos ocasiones afirmaron que eran los pies de una pantera negra. Como no me lo he creído, he consultado en internet y es cierto que habitan por estos bosques. Pero no creo que tuviera la gran suerte de tenerla tan cerca. ¿Imagináis encontrarse cara a cara con ella? Que miedo. Que emoción.

Esta noche me toca cenar comida malaya. Este tipo de comida local se basa en dos ingredientes básicos, el arroz y los noodles. Eso sí, se combinan de diferente forma para dar variedad de sabores, como por ejemplo arroz o noodles fritos con pollo, pescados, verduras, huevos, o la revitalizante sopa de noodles, también combinable con cualquier tipo de ingredientes. Yo me decidí por el Kampung, arroz tradicional malayo, frito con pollom huevo frito, chiles, ajos tiernos, y trocitos de pescado seco que hacen de este plato una mezcla de sabores riquísima. Si además lo acompañas con un zumo de sandía natural, lo convierte en una cena perfecta.












martes, 16 de octubre de 2012

Batu Caves

Hola a Todos!

Hoy abandono Kuala Lumpur, dejo a mis amígos nórdicos que he conocido aquí, y me llevo muy buenas experiencias tanto de la ciudad como de la gente. Eso sí, antes de dejar la ciudad que me ha dado la bienvenida a Asia, no puedo irme sin antes visitar las más que recomendadas cuevas de Batu. Se encuentran a escasos 13 km a las afueras de la ciudad, y me he enterado de que hay un bus en Chinatown que lleva a ellas en unos 45 minutos y un tren un poco más abajo que lo hace en mucho menos tiempo. Pero, ya que voy a salir de la ciudad, que mejor que hacerlo en el bus para ver si veo algo interesante por la ventana.

Según la guía está al lado del mercado central, así que cuando llego allí pregunto. Me dicen que es al otro lado y voy. Cuando llego me dicen que es al final de la calle que cruza a la derecha y voy. Cuando llego me dicen que es la calle que cruza a la izquierda y voy. Así es, esto es Asia, nadie va a coger un plano o te va a explicar para que retengas en tu memoria el camino a seguir. Ellos te marcan una dirección y tu ya te vas espavilando. Cuando llego a la parada espero al número 11. Llega un bus sin número, pero de la puerta asoma un señor con un megafono que grita: Batu Caves, Batu Caves. Éste debe ser el mío.

Al final, los 45 minutos de bus los he pasado leyendo, pues no había nada interesante que ver por la ventana. De vez en cuando echaba un ojo, pero nada, lo mismo de siempre, carretera interior de ciudad. Al llegar a la parada de Batu Caves, el señor del megáfono grita lo mismo pero para dentro del bus. Quizás es que hay un guiri dentro. Me bajo y lo que veo es un polígono industrial y un nudo de carreteras que me deja confuso. Pregunto y me indican que estan justo al pasar la calle. En Kuala Lumpur tienen la manía de hacer las cosas en el aire. El metro no va bajo tierra como en todas las ciudades, va volando por la ciudad, sobre una vía altísima sobre gigantes vigas de hormigón. Pues aquí pasaba lo mismo pero con las carreteras. A los malayos les encanta hacer carreteras de esas que se levantan, y luego bajan y que se anudan en el aire y cosas así. Pues las Cuevas de Batu estaban justo destrás de uno de esos nudos de asfalto.

Al cruzar la puerta no puedes decir otra cosa que Ohhhh!. Se trata de una enorme y vertical pared de montaña, en la cual hay una entrada a una cueva a una altura considerable, en la que no se les ha ocurrido otra cosa que hacer escaleras para llegar a ella, lo más verticales posible. Al lado, una gigantesca imagen de un dios hinduísta en color dorado, al que está dedicado este templo. Y sí, esta es la mágia de Malasia, su mezcla cultural. Y yo con mi mente occidental me pregunto, ¿Que pintan Shiva, Ganesha, Vishnu, Parvati y toda su tropa en un país de religión musulmana? ¿Alguien es capaz de imaginarse en la Europa cristiana un gran templo musulmán, o hinduísta, construido con la grandeza del Monasterio de Montserrat o El Escorial? Quizás sea que nuestra mentalidad es más abierta en otros ambitos, pero en lo que se refiere a tolerancia y aceptacion de religiones, razas y culturas, Asia nos lleva unos cuantos pasos por delante y nos da grandes lecciones de convivencia.

Pues nada, me tocará subir escaleras. Una, dos, tres... doscientos setenta i dos inclinadísimos escalones hasta llegar a la entrada de la cueva. Entre escalón y escalón, decenas de monos robando cualquier tipo de comida o bebida que el visitante lleve encima. A mí me pareció algo peligroso ver como algunas señoras saltaban del susto cuando un mono las amenzaba, y se sostenían entre escalón y escalón manteniendo el equilibrio. Si una de ellas se cae, hace un dominó que llega hasta Thailandia.

Al entrar a las cuevas, te reciben los monjes hinduístas vestidos al tradicional modo sureño. Hay que tener en cuenta que la emigración de indios a Malasia fue casi siempre de la provincia de Tamil Nadu, que venían reclamados por el país para trabajos duros. Pues eso, que te reciben con el longgi (pareo hindú del sur), sin camiseta y pintados por todos sitios en devoción a sus dioses. La espectacularidad y el volumen interior de la cueva son para sorprenderse. Gigantescos huecos en la piedra, donde las filtraciones han creado un fantástico paisaje de estalactitas, y donde el elevado grado de humedad da su toque de color con el musgo que cubre ciertas zonas de la cueva. En el interior un pequeño templo hindú y algunas escaleras más, como no, llenas de monos. Siguiendo las escaleras se accede a un nuevo hueco gigante entre la roca, donde se encuentra el templo central. Decenas de hindús llevan sus ofrendas, siempre que los monos no se las hayan robado por el camino, que es la gran mayoría de los casos. Entre inciensos, flores, velas y canticos, el templo le da la mágia que se merecen tan bonitos paisajes subterráneos.

La visita no ha sido muy larga, así que me voy a comer que quiero llegar pronto a la estación de autobuses para dirigirme a mi siguiente destino. Esta vez será en la montaña. Os espero en las Cameron Highlands.








Kuala Lumpur

Hola a todos!

Por fin he llegado a mi destino. Mi experiencia en Abu Dhabi ha sido enriquecedora, no me parece una ciudad fea, pero los que me conocéis ya sabéis que el lujo, el derroche y las prohibiciones no van mucho conmigo. Así que mi visita de un día ha sido más que suficiente para lo que tenía planeado, conocer una de las ciudades más importantes de los Emiratos Arabes Unidos.

Y ahora sí, empieza la verdadera ruta, la que a mi más me gusta, empieza mi camino por Asia Oriental. Mi puerta de entrada de esta segunda etapa ha sido Kula Lumpur. La verdad es que el primer día lo he pasado combatiendo el jet lag. Después de 2 noches durmiendo muy poco y la paliza de andar que me dí en Abu Dhabi, estaba deseando pillar una buena ducha y un colchón en el que descansar. Así que a las 16:00h horario malayo (suma 6 horas de diferencia con España), estaba entrando en el segundo y definitivo albergue del barrio de Chinatown de la gran capital de Malasia, y una hora más tarde estaba duchadito y metido en la cama. A las tres horas me despiertan las conversaciones de mis compañeros de habitación, pues duermo en un dormitorio con 7 personas más. Así que decido dar un paseo. Noto que mis piernas no dan mucho de sí, pues sigo agotado, así que decido dar un corto paseo por el mercado chino que hay justo debajo del albergue. Se trata del mercadillo por exceléncia de la ciudad, parece que estoy alojado en un buen enclave. Mi estomago me pide comida, así que decido sentarme en un restaurante a saborear unos deliciosos noodels (fideos) fritos al estilo mar y montaña. Que alegría reencontrarme de nuevo con la riquísima comida de Asia. Después de la cena, intento descansar un poco, pero me dan las 4 de la noche otra vez, aunque claro, en españa solo son las diez de la noche.

Me despierto sustado por la mañana. ¿Que es ese ruido? Parecía que el edificio se venía abajo. Parece ser que había sobrepasado la hora límite establecida por el hostel para dormir, y un señor parece divertirse con su martillo percutor haciendo una nueva puerta justo en frente de mi cama. Al preguntarle me dice que la habitación de chicas está muy mal situada, pues para el al baño tienen que atravesar la habitación de chicos y hace una broma sobre nuestra ropa interior y algunas extrañas poses de mis compañeros de habitación. Así que no era un terremoto, era la petición de unas delicadas princesas viajeras que duermen en albergues de 3 euros, pero eso sí, sin la desagradable vista de un hombre en calzoncillos.

Esta divertida anécdota me da pie a bromear con mi vecino de cama, un sueco llamado Benjamin, con el que me reí tanto por la mañana, que decidimos pasar el día juntos. Estuvimos paseando por Chinatown, callejeando y descubriendo mercados, templos taoístas, hinduístas, y un largo etcétera de las novedades que la ciudad nos ofrecía ante nuestros ojos. Y sin darnos cuenta, aparecimos ante la llamada al rezo de una gran mezquita antiquísima, Masjid Jamek, a la que no nos dejaron entrar por ser hora de rezo y porque mi nuevo amigo iba en pantalón corto. Pues ya volveremos en otro momento. Seguimos andando hasta dar con la Plaza Merdeka. Aunque el nombre de esta plaza saque una sonrisa a cualquier hipanohablante, el significado de merdeka en malayo es libertad, pues es la plaza conmemorativa del día de a independéncia del país. En esta enorme plaza se encuentra la bandera colgada sobre el mástil más alto del mundo (cien metros), el museo nacional de historia de la ciudad, así como la gran biblioteca nacional y algunas casas coloniales. Todo ello rodeando un gran espacio de césped, del que fue un campo de cricket, vigilado por una enorme pantalla gigante donde se exponen actos religiosos y deportes, y delimitada al otro extremo por un precioso edifico llamado Sultan Abdul Samad, que combina la arquitectura colonial islamica con arquitectura mongola. Visitamos cada uno de los edificios, descubriendo interesantes anécdotas, como que por ejemplo Kuala Lumpur quiere decir afluencia de dos ríos en chino, pues justo el centro de la ciudad es el encuentro de las aguas de los ríos Klang y Gombak. También descubrimos que la ciudad fue creada por expediciones chinas que llegaron a Malasia para la explotación de yacimientos de estaño en 1857, y aunque muchos de ellos morían por infección de malaria, el negocio era tan bueno que crearon una gran ciudad alrededor.

Al salir de la plaza merdeka el cielo empieza a coger un color oscuro que no pronostica nada bueno. Así que propongo a Benjamin buscar un restaurante local en el que poder degustar algo de comida malaya. Encontramos uno justo a la entrada de Little India, donde nos atendieron de maravilla y comimos un arroz con pollo exquisito. Durante las dos horas que duró la intensa tormenta, Benjamin y yo estuvimos charlando sobre viajes y experiencias. Comer y charlar en un restaurante abierto (sin paredes a la calle) mientras el monzón deja caer litros y litros de agua con una fuerza brutal es una de las experiencias que recomiendo a todo el mundo. Parece el fin de la humanidad, con el ensordecedor estruendo de los truenos y el gran aguacero. Y dos horas más tarde, un sol resplandeciente que nos invita a chapotear los enormes charcos de la ciudad. Salimos a pasear, esta vez orientados por las gemelas Torres Petronas, que se ven desde varios quilometros a la redonda. Por el camino, encontramos grandes rascacielos pertenecientes a hoteles, empresas y sobretodo a la banca, una reserva forestal en medio de la ciudad, en la que una impenetrable jungla protege la Kuala Lumpur Menara Tower, la Torre nacional de la ciudad que es la tercera torre de comunicaciones más alta del mundo.Nuestra pena es que la jungla está cerrada por obras y a la torre no vamos a subir porque nos parece excesivo su precio. Así que buscaremos otra forma de ver la ciudad desde arriba.

Y tras atravesar una intrerminable jungla de gigantes rascacielos, por fin las Torres Petronas. Siempre he pensado que los monumentos, edificios o curiosidades naturales de gran tamaño solo pueden disfrutarse cuando uno se encuentra frente a ellos. Y sí, uno puede ver cientas de fotos de las Torres Petronas, pero cuando uno las tiene en frente, se siente pequeño, diminuto, ante la majestuosidad de las nuevas creaciones del ser humano. ¿Como puede elevarse un edificio tan y tan alto sin riesgo alguno? Y si es difícil con uno, ¿como hacerlos con dos iguales? Las torres gemelas de Kuala Lumpur es uno de esos edificios ante los cuales uno se queda petrificado, entre la imponencia de su gran tamaño y la búsqueda de explicaciones a estas grandes construcciones. ¿Quien no ha tenido nunca un lego? Pues a partir de aquí solo hay que darle vueltas a la imaginación para perderse en un mundo de arquitectura infantil.

A la vuelta con la realidad, volvemos a Little India. Tanto Benjamin como yo echamos de menos el sabor picante de la deliciosa comida india, así que buscamos un restaurante tamil en el que degustar un buen arroz con verduras con un delicioso dhal, acompañado de un refrescante zumo de zanahorias y de postre... Un viaje en el tiempo a través de un gran vaso de chai. Por unos segundos mi paladar me transportó al país del que un día me enamoré, y entre risas y buenos recuerdos, Benjamin y yo empezamos a recordar algunas frases en hindi y los mejores lugares y experiencias en India. Todo ello acompañado de un ambiente único, pues la cena fue servida en una terraza con vistas a las petronas y a la kuala lumpur negara, que ahora sí, estaban totalmente iluminadas, como dos gigantes que velan por la seguridad de la ciudad. El día no podía acabar mejor, así que ya era hora de recogerse y descansar. Mañana será otro dia.

¿Otra vez me depierto asustado por un ruido ensordecedor? ¿No será otra puerta nueva? Con no muy buen humor miro por la ventana, está lloviendo a mares y lo que me ha despertado hoy ha sido un trueno que ha hecho vibrar hasta los cimientos del hostel. Hoy me quedo en la cama. Después de unas horas pasando el tiempo leyendo, parece que la lluvia afloja. Así que voy a aprovechar para ver algo de la ciudad. Hoy visitaré Los jardines del Lago. Nada más salir del hostel me dirijo a la estación de trenes llamada Luala Lumpur. Ni voy a coger un tren ni es la estación central de la ciudad. Se trata de la antigua estación central, cuyo diseño es de estilo colonial musulmán, y merece la pena una paradita para visitarla. Justo detrás de la estación me encuentro con Negara Masjid, la mezquita nacional de Kuala Lumpur. Se trata de la mequita más moderna que he visto nunca, y aunque mantiene su estructura musulmana, tiene un aire futurista, con el tejado acristalado multicolor y formas mucho más rectas a lo que estamos acostumbrados en la arquitectura musulmana.

Y justo destrás de la gran mezquita empieza mi ruta por los jardines del lago. Se trata de la más importante zona de respiro de la ciudad, donde los habitantes de Kuala Lumpur pueden desconectar y descansar junto a sus amigos y famílias gracia a la variedad de actividades de ocio de que dispone el parque. Me encuentro en una gran colina, en la que se se puede visitar el aviario abierto más grande del mundo, donde cientos de diferentes especies vuelan a sus anchas bajo una gigantesca red, tan grande que no se alcanza a ver de un solo vistazo, sino que hay que rodear el parque para verla por trozos. No entré porque no estoy tan interesado en las aves como para pagar los 48 ringgits (12 euros) que me pedían en la entrada, así que mejor ahorrarlos para alguna actividad que me llame más la atención. Además del aviario, también podemos visitar el planetario con su maqueta a escala del Stonehenge de Inglaterra. También hay dos jardines muy bien cuidados, uno de orquídeas y otro de hibíscus, así como un enorme parque infantil, un relajante lago donde pasear en barca, el monumento nacional, un anfiteatro para conciertos y otros eventos y una pequeña reserva de bambies, donde descubrí que existen razas del tamaño de un chihuaha. Para los curiosos, se llaman Kancil y mousedear , y no pude hacerles fotos porque estaba oscureciendo y había una red metálica entre ellas y yo. Eso sí, me reí un montón. Si investigais un poquito también veréis que forman parte de fabulas contadas a los niños de forma tradicional. Pues después de visitar el parque, y haber disfrutado un poquito de éste corto día, me dirijo dirección el hostel para una buena ducha, cenar y a dormir.

Buenos días! Éste es mi tercer y último día en Kuala Lumpur. Esta vez visito el norte de la ciudad. El motivo es que me resulta injusto y a la vez muy interesante visitar el barrio malayo de Kuala Lumpur. ¿Solamente Chinatown y Little India son dignas de ser visitadas por turistas? ¿Pero no estoy en Malasia? Pues sin hacer caso a recomendaciones me dirijo a Kampung Bharu, el barrio malayo de la ciudad, donde, para mi sorpresa, encuentro lo que realmente me gusta de un lugar, su autenticidad. Nada más bajarme del tren, la gente me mira como a un extraño, cosa que en el centro de la ciudad no pasa. Todo el mundo me saluda con una alegre sonrisa, me preguntan de que país soy, incluso muchos tocan el claxon de sus vehículos al pasar por mi lado. El barrio, se encuentra justo detrás del precioso parque que rodea las Torres Petronas, dandole un significativo contaste a la ciudad, pues desde aquí se puede apreciar la combinación entre la antigua Malasya y su acelerada evolución hacia la modernidad. Antiguas casas de madera de una sola planta, entremezcladas con pequeños restaurantes self service de comida malaya, albergan a una población no tan moderna. no tan occidental, mucho más auténtica. En Kampung Bharu no se vive tanto la mezcla del centro, donde se pueden ver restaurantes indios en chinatown, o tiendas de chinos en little india, aquí todas las mujeres visten con el pañuelo en la cabeza, y los rasgos de los habitantes de kampung Barhu son puramente malayos. Al acercarme a un restaurante para comer algo, todas las miradas se dirigieron a mi, entre risas y admiración, gestos de sorpresa, fui amablemente atendido por la pareja dueña del local. Como era self service aproveché para probar de todo un poco, rico pescado a la brasa, carne seca especiada, pollo con salsa dulce, y como no, un buen plato de arroz. Mientras comía, en la televisión emitían una película de cine malayo antiguo, o por lo menos daba la sensación de no ser muy de ahora, pero algunos no pudieron resistir la tentación de pasar la hora de la comida mirandome y riendose, haciendo gestos y carantoñas. Ahora sí, me siento de nuevo en Asia, el continente desconocido en el que mis ojos redondos o mi tullida barba son motivo de sorpresa.

Después de la agradable comida, seguí caminando hacia el norte, hasta encontrarme con otra zona de ocio y descanso, el lago Titiwangsa. Hoy es domingo, así que creo que he elegido el mejor día para disfrutar de este gran parque, donde apenas hay un gran lago y un escenario, pero donde la gente disfruta de su día libre compartiendo buenos momentos con sus gentes, y disfrutando de las actividades y hobbies que más les gusta. Entre otros, pude contemplar a jovenes estudiantes de artes marciales practicando sus técnicas más estratégicas, padres llevando a sus hijos al parque, o el momento más divertido, el concurso malayo de jovenes promesas del heavy metal, donde montones de grupos amateurs desafinaban sus instrumentos y sus voces imitando a clásicos como Metállica, AC/DC o Nirvana. Desde el lago hay unas mágnificas vstas de las colinas que rodean la ciudad, y entre ellas pude ver una enorme nuve negra que avanzaba a pasos acelerados. Oh, Oh! Me toca correr hasta la estación de tren. Hasta Pronto!