lunes, 7 de mayo de 2012

Salvaje Chitwan

 
Buenos días Nepal! Buenos días a todos!

Al despertar esta mañana todo me parecía un sueño. Habro los ojos, me encuentro dentro de una mosquitera que rodea mi cama. Al otro lado de la habitación, mi amigo Kamal duerme en su mosquitera. Le doy los buenos días, abro la puerta y una brisa de naturaleza entra de golpe en mis pulmones. No puedo creer lo que veo, anoche con la oscuridad no pude apreciar la belleza del pueblo donde me encuentro. Todo es de un verde radiante, lo único que veo son las 10 cabañas del hotel, el resto es jungla, estoy en medio de la selva a los pies de Chitwan National Park. Veo plantas de marihuana creciendo como si fuera malahierba. Al principio pienso que es cosa del señor del hotel, más tarde me daré cuenta que en este pequeño pueblo la marihuana crece hasta en los bordes de la carretera. Me doy una ducha caliente, y me dispongo a pedir información en el hotel sobre el parque y sus opciones. Entre las alternativas que me ofrecen, lo que me parece más interesante es el safari con jeep, el recorrido con canoa, y quizás el safari en elefante, pero todo dependerá del trato que reciban los animales, ya que si estan bien cuidados no me importa subirme en ellos, de lo contrario no voy a contribuir al sufrimiento del animal. Me enseñan la estación de elefantes, y tras comprobar que estan perfectamente cuidados, me decido a reservar el pack completo con las tres opciones. Es cierto que los animales deberían estar en libertad y que no deberían utilizarse como transporte humano, pero el safari en elefante ofrece caminos por donde ni un jeep, ni una canoa, ni el propio pie humano es capaz de atravesar. Pues como mi primera actividad empieza a las 13h, aun tengo tiempo de aprovechar la mañana. Al salir del hotel sigo aún fascinado por las vistas, inmensos campos de arroz y marihuana, granjeros trabajando en los campos, la carretera llena de gallinas, gallos y polluelos que cruzan sin mirar, los habitantes recién despiertos saliendo de sus cabañas hechas de barro, ojas de palmera y caña de bambú. Estoy en pleno ambiente rural nepalí, la gente no me atosiga, solo me sonríen y algunos se animan a saludarme con un amable Namasté. Uno no aprecia lo cargante que es India hasta que no sale de ella, pero la verdad es que en estos momentos agradezclo la tranquilidad de este pueblo nepalí. ¿Será todo el país igual? Paramos en una cabaña local a tomar un desayuno, tortilla de cebolla con chilli, el picante me va a seguir en todo el viaje. Comparo los precios de las actividades que he reservado en otras agencias, no hay diferencia alguna, no me han timado. Después de buscar un banco para sacar moneda nepalí, Kamal me dice que va a empezar algo especial en el rio. Vamos a ver que es.

Al llegar al río, nos sentamos en una tumbonas de bambú cerca de la orilla donde un camarero nos sirve un delicioso lassi de mango. Mientras nos lo traen, empiezan a llegar decenas de elefantes, es la hora de su baño. Los elefantes se meten en el rio, juegan con el agua, y esperan la llegada de los turistas, quienes por un modico precio, podran frotar al elefante mientras se tumba en el agua, subirán a su espalda para que este los remoje con la trompa, y se haran fotos jugando con estos encantadores animales a la orilla del río. A mí, la verdad, pagar por limpiar al animal.... ¿ya que les ahorro trabajo podrían pagarme a mi no? Pero entre turistas y elefantes me hacen pasar un rato divertido. Después de tomar el lassi, nos dirigimos al hotel, pues no quiero llegar tarde al jeep safari.

En el hotel un chico me espera con una moto, me lleva a la orilla del río de nuevo, me hace esperar sentado mientras el va a comprar los tickets de entrada al parque nacional. Mientras espero conozco una chicas de Barcelona, parecen simpaticas, pero no las he vuelto a ver. Me presentan a mis compañeros de jeep y a mi guía, en total seremos 7 turistas, un guía y un conductor. Cruzamos el río, nos adentramos andando en la selva, y allí nos esperan los jeeps para empezar el safari. Nos han asegurado que veremos animales, pero que todo depende de la suerte, así que vamos a ver que tal andamos de suerte. Nada más empezar, un pavo real salvaje se nos cruza en la carretera. Acostumbrados a ver estos animales en zoologicos y granjas, resulta gracioso verlos en plena selva, escondiendose entre espesos matorrales. Y al cuarto de hora... el rey de Chitwan, el rinoceronte de un solo cuerno, en peligro de extinción, se esconde entre las altas hiervas de la selva. El jeep se para en el camino, los turistas nos subimos al techo del jeep para tomar buenas fotos. El animal se va acercando poco a poco, y los guías empiezan a ponerse nerviosos. Nos emplican que hace pocos días un rinoceronte enfurecido hizo volcar 5 jeeps él solo. No quisimos preguntar que fue de los visitantes. El rinoceronte posa ante nosotros, comiendo tranquilamente las hiervas que encuentra, por lo que tenemos oportunidad de sacar buenas fotos.

Después de ver el rinoceronte, estuvimos un largo rato introduciéndonos en la selva, con distintos tipos de árboles, y lo único que veíamos eran precioso pájaros, y alguna que otra ardilla. Pero de repente, todo fue un seguido de animales. Durante las 5 horas que duró el safari no paramos de ver diferentes tipos de ciervos, muchos más rinocerontes, asi como 8 o 9, incluso una manada de bisontes salvajes, más pavos reales, pájaros y una familia de monos.

En cuanto al jeep safari hay dos anécdotas divertidas que contar. La primera fue en mitad del recorrido, cuando el conductor del jeep nos explicaba que justo ayer un tigre se habia comido a un nepalí, nuestro jeep se rompió. Nos quedamos tirados en mitad de la selva, rodeados de todo tipo de animales slavajes y sin poder ver nada debido al denso ramaje. Tuvimos que bajar del jeep para empujarle. Si en ese momento aparece el tigre o un rinoceronte enfadado ya podíamos trepar a un árbol, o eso fue lo que nos dijo el guía. Pero como ellos dicen, hay que tener mucha suerte para ver al tigre, o muy mala suerte en este caso, así que pudimos arrancar el jeep sin que ningún animal nos molestara.
 
La segunda anecdota es más asustante todavía. Visualizamos un gran rinoceronte entre las hiervas, así que decidimos parar el jeep para ver que hacía. Se estaba acercando al camino justo delante de nosotros, parecía que ibamos a disfrutar del animal a escasos metros de nosotros. Empieza a cruzar el camino, hasta aquí todo bien. El miedo nos vino cuando a medio cruzar se para, nos mira, se encara hacia nosotros y empieza a caminar con la lengua fuera destino a nuestro jeep. Alguno de los turistas se escondió bajo los asientos, otros nos subimos al techo para sacar fotos impresionantes. La verdad es que el corazón me latía a mil por hora, yo pensaba que nos volcaría el jeep, estaba ya muy cerca. De repente se detiene, nos mira, se da la vuelta y se mete en la selva de nuevo. El guía está tan asustado como nosotros, ordena al conductor arrancar y marcharnos de allí. Los turistas empezamos a reir con esa risilla del que se hizo popo en los pantalones, pero ahora todo es una interesante historia que contar.

Al finalizar el jeep safari, nos dejan en la misma orilla del río donde habíamos empezado, pero esta vez podemos difrutar de una bonita puesta de sol reflejandose sobre las aguas del rio. Me encuentro cansado, voy al hotel a ver si Kamal ha regresado, pues ha ido a pasar el día a otro pueblo con un amigo. Me dicen que llega en media hora, así que me voy a internet y ya le espero allí. Cuando llega nos vamos a cenar algo, estamos hambrientos, ninguno de los dos hemos comido. Aprovecho que estoy en Nepal `para pedir una cerveza fresquita, ya que en India no se podía beber. Entre el cansancio y que llevo 3 meses sin beber, con dos cervezas de las grandes pillo una pequeña y divertida borrachera que comparto con mi amigo Kamal. Nos cierran el bar, ya no nos sirven más cerveza, ni más comida. Por cierto, he probado por primera vez la carne de bufalo y el famoso lalbagh, que es como el thali indio, pero en nepalí. Bueno, podéis imaginar que después de beber, nos tuvimos que ir a dormir.

A la mañana siguiente me despierto a las 5.30h, un poquillo de resaca que mato con una ducha fría, y a las 6h salgo de la habitación para ir a ver los cocodrilos en el río, subido en una canoa local. Me presentan a mi guía en el hotel y nos llevan a otra parte en la orilla del río. Allí compramos los permisos para la canoa, y junto a un grupo de chinos subimos en ella. La verdad es que ha sido difícil ver cocodrilos, hemos visto solo uno escondido entre las plantas del río, y al que solo se le veia la espalda. Nos ha impresionado ver su tamaño y la cresta de su cola. Pero aun y así, el paseo en canoa por el rio en medio de la selva ha sido agradable. Una densa neblina cubría las aguas, dandole un aire misterioso. Al terminar el paseo en canoa, mi guía dice que es hora de caminar en la jungla, él conoce un lugar donde los cocodrilos descansan y quiere enseñamelo. Pero antes, hacemos una parada muy divertida en el orfanato de elefantes. Se trata de un lugar donde madres y bebés elefante son cuidados y alimentados por la mañana y por la tarde. Durante el resto del día se les deja en libertad, y luego vuelven para la hora de la cena y dormir en un sitio tranquilo. Así se les asegura una buena vida a las crías de elefante, fuera del peligro de los tigres y rinocerontes. Cuando las crías sean adultas, algunas serán liberadas y otras serán llevabas a trabajar como transporte para entrar en la selva o para cargar con ramas para la construcción. Dos bebés elefantes muy graciosos querían jugar conmigo. Me enrollaban la trompa en el brazo, me ponían la cabeza para que les acariciase, incluso a uno parecía que le gusté mucho, pues cuando me iba, intentó escalar la valla para venir conmigo. El elefante es un animal tan cariñoso...

Después de visitar el orfanato de elefantes, nos adentramos en la selva caminando. Yo iba con un poco de miedo por lo que había visto el día anterior, pero el guía me dijo que conocía perfectamente el terreno, llevaba 18 años andando por esta selva. Aún y así, es un lugar tan salvaje, nunca sabes que puede pasarte. En el camino haacia la zona donde veríamos los cocodrilos, escuchamos ruidos entre los árboles. La primera vez resultó ser una manada de ciervos, que al descubrirnos empezaron a correr asustados entre la maleza. La segunda vez resultó ser una familia de monos que jugueteaban con la ramas de los árboles. Cada vez que escuchas ruidos entre la maleza el miedo se mete en tu cuerpo. Puedes encontrarte desde un inofensivo ciervo hasta un peligroso tigre de bengala.

Al fin llegamos al río, y tuvimos la suerte de ver no solo un cocodrilo, sino cinco cocodrilos descansando a orillas del rio. Uno de ellos estaba con la boca abierta, otro medio cubierto por el agua, y los otros en tierra descansaban buscando los rayos del sol para calentar su sangre fria. No tuve miedo porque estaban en la otra orilla del rio, pero si me impacto ver como eran de grandes, viviendo libres en el río, esto te hace sentir pequeño y frágil, cuando ves que la naturaleza es peligrosa a cada paso que das. A la vuelta tomamos un camino diferente, estuvimos andando por vegetación muy densa. Llegamos a un lugar donde habían unas charcas de barro y justo en una de ellas, a escasos metros de nosotros, un gran rinoceronte se bañaba en el barrizal. Al escuchar nuestros pasos levantó sus grandes orejas, nos vió, se puso en pie y sacó la lengua. Cuando un rinoceronte saca la lengua es símbolo de que se siente molesto y que va a atacar. El guía me indicó que trepara a un árbol rápido y en silencio. Esta vez no había jeep donde refugiarse, y aunque el rinoceronte parece un animal pesado, alcanza los 40 kilometros hora corriendo. Así que no lo dudé, trepé lo más alto que pude, y obtuve buenas vistas para fotografíar al rinoceronte. El guía subió a otro árbol para ver al animal con sus prismaticos. Al ver que no eramos peligroso para él, el rinoceronte se tranquilizó, volvió a tumbarse en el agua, y pudimos bajar de los árboles para seguir nuestro camino. Eso sí, de forma silenciosa y con mucho cuidado.

Después de este último susto, ya no vimos más animales, eso sí, al llegar a otra parte del río donde nos vendría a buscar el jeep, encontramos una manada de búfalos que cruzaba el rio a pie. No eran búfalos salvajes, pues su pastor los guiaba hacia los prados para alimentarse de hierbas. Cuando el jeep nos llevaba de vuelta al hotel, una enorme serpiente cruzó la carretera. El conductor frenó de golpe pero no pudo evitar que la serpìente pasar bajo el vehículo. Paramos para ver si estaba bien, y la serpiente, sin ningun daño, dió la vuelta y volvió a la selva. Yo no se cuantos metros medía y como era de gorda, a mí me pareció gigante. Me explicaron que este tipo de serpiente se llama serpiente rata, porque se alimenta de estos animalillos, Al llegar al hotel estaba agotado. Kamal seguía durmiendo, así que me metí en la cama para darme una siesta matutina.

A las 14 horas me despierto, como algo parecido a un desayuno, y me dirijo hacia mi última actividad en el parque nacional, el safari en elefante. Este tipo de safari se hace en un pequeño bosque, donde hay animales de todo tipo. Pero la experiencia no me ha gustado tanto, porque parece que los animales están tan acostumbrados al turismo que ni se inmutan con nuestra presencia. Podemos ver rinocerontes justo debajo de nosotros, a los pies del elefante, ciervos durmiendo entre los arbustos, monos, pájaros... Pero ningún animal parece asustarse al acercarnos. Además hay tantos elefantes con turistas merodeando por el bosque, que pierde todo lo que se podría definir como salvaje, y se parece más a un parque de ocio que a otra cosa.

De vuelta al hotel me siento agotado. Voy con Kamal a comer unos Chowmein (fideos chinos) cerca del rio, y vamos a dormir prontito. Mañana viajaremos hacia la ciudad de Kamal, Pokhara, donde conoceré a su familia y viviré con ellos unos días. Además me han dicho que Pokhara es una hermosa ciudad a orillas de un lago, rodeada de las montañas más altas del mundo.

La verdad es que puedo valorar mi entrada a Nepal como algo alucinante. Cuando uno empieza en lo más alto, no le queda otra alternativa que seguir subiendo. Creo que se va a cumplir el dicho de que un clavo quita otro clavo, o a rey muerto rey puesto. Aún sigo echando de menos la India, pero ahora me toca disfrutar de lo que parece ser un íncreíble país. Nos vemos en los Himalayas.



















2 comentarios:

  1. Animalitoss :) me he quedado embobada leyendo tus aventuras por la selva...

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  2. Hippie! me parece genial tu iniciativa pa vivir un poco, aprendemos a ser mejores personas kuando nos rodeamos del mundo real y aprendemos que aunque seamos culturalmente distintos nos une la vida, asi ke, a vivirla, en cierto modo me das mucha envidia, kien sabe si me hubiera ido contigo a dar una vuelta por ahi! ;) nada sólo decirte que me parece estupendo que respires hondo y que creo que todos deberiamos hacer algun viaje para ver y entender un poco mejor este mundo. Disfruta lo que queda de este viaje a la vida y llevate la experiéncia y el recuerdo, son los que te harán volver algún dia. Namasté.

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