domingo, 24 de febrero de 2013

Delhi, de mercado en mercado

 Hola a todos!

La despedida con mis amigos del hotel en Jaisalmer fue casi familiar. El recuerdo de los más de 10 días que había pasado allí el año pasado, los cuidados que me dieron meintras estaba enfermo, y el reencuentro habiendonos tratado como seres queridos tanto a mi como a Maria, hizo que nuestra despedida se conviertiera en un "hasta la próxima". Un autorickshaw fue el que nos llevó a la estación de trenes desde donde partiríamos rumbo a la gran capital, Delhi. El viaje sería largo, pues debíamos cruzar de vuelta toda la provincia del Rajasthan.

Ocupamos nuestras camas nada más subir al tren, y depués de 20 minutos estabamos ya en camino. Yo no me encontraba muy bien, parece ser que la noche en el desierto me había dado un poco de frío, y al tumbarme en la cama me quedé dormido de repente. Después me daría cuenta de que me tocaba viajar las 18 horas que separan Jaisalmer de Delhi con una intensa fiebre. Al fin y al cabo no fue tan malo, pues la mayor parte del tiempo fui durmiendo, o como mínimo adormilado, por lo que casi no me enteré de lo largo que era el camino. Maria si estuvo más tiempo despierta, y le tocó entretenerse con sus crucigramas u observando el vaiven de gente que no para de moverse en el interior del vagón.

Nuestros compañeros de viaje nos indicaban que ya habíamos llegado a Delhi, pero nuestro tren no tenía parada en Nueva Delhi, donde intentaríamos encontrar un lugar donde alojarnos, sinó que habíamos llegado a la estación de Vieja Delhi. Según un mapa que había visto, no muy lejos se encontraba una estación de metro donde podríamos hacer el trayecto entre estaciones y ahorrarnos así todo lo que conlleva viajar en rickshaw (negociación, contaminación, atascos...).

La estación de metro no estaba tan cerca como pensábamos, así que después de andar unos quince minutos llegamos a ella. En las calles ya se vivía el ambiente de la gran ciudad, la población había perdido esa alegría y amabilidad características del Rajasthan, ahora nos tocaría vivir otra de las realidades de este inmenso país. Al llegar a la entrada del metro, nos encontramos con controles de seguridad típicos de una terminal de auropuerto. Como el escaner de mochilas estaba estropeado, querían hacernos vaciar las mochilas para asegurarse que no eramos individuos peligrosos. Al negarnos, nos ofrecieron entrar por otra puerta, por la que podríamos pasar correctamente el control de seguridad. Nos escanearon las mochilas, nos cachearon y nos pasaron un detector de metales por el cuerpo. Una vez limpios de peligro, podíamos subir al metro. Compramos el tique que era muy parecido a una ficha de auto de choque de las ferias, lo pasamos por un pequeño escaner y una pequeña puerta nos daba aceso a la estación. Buscamos la línea corresponidente, subimos a un sobrepoblado vagón, y medio chafados viajamos hasta la estación de Vieja Delhi. Maria no se dió cuenta y durante este viaje le abrieron la mochila y le quitaron el móvil. Aún siendo verdad que India es un país pacífico y sus gentes tienen buena voluntad, ladrones hay en todas partes del mundo, y sobretodo en las grandes ciudades donde les es fácil mezclarse entre las masas.

Al bajar en la estación de Nueva Delhi, ahora tendríamos que cruzar la estación de ferrocarril para llegar al barrio de Pahar Ganj, una calle turística con un amplio mercado, decenas de restaurantes con comida de muchos lugares dle mundo y una amplia variedad de alojamientos baratos donde poder descansar. Después de ver dos hoteles y de negociar los precios de la habitación nos decidimos por uno que no era del todo lo que buscabamos en cuanto a higiene y comodidad, pero que se ajustaba al presupuesto que nos habíamos marcado.

Nuestros días en Delhi han sido de mercadeo más que de turismo. Hemos recorrido las tiendas del Gran Bazaar en busca de bonitos recuerdos para amigos y familia, y algunos detallitos que Maria quería para ella. Yo he aprovechado para buscar información sobre mi negocio de verano. Me ha sorprendido ver la novedad de productos que han traído, y como cada año mejoran en la elaboración de las piezas. No os adelanto más, y así será una buena sorpresa cuando llegue este verano con las novedades.

También visitamos el mercado tibetano, donde Maria se volvió loca probandose joyas, elijiendo lo que le gustaba para ella y lo que le gustaba para regalar, aunque tenia claro que cuando llegara a casa regalaría más de los que había pensado. También estuvimos en el mercado Rajasthaní, donde encontramos todo lo que nos ha gustadoi durante el viaje pero a un precio mucho más económico. Hemos negociado con los vendedores, regateado duro, nos hemos divertido y enfadado con ellos, y nos han surgido muy buenas ideas para llevar a España la bonita artesanía India. María también aprovechó las rebajas de vestidos y sandalias que encontramos en el laberíntico mercado subterráneo, donde aproveché para comprar una linterna frontal y llevé mi cámara de fotos a arreglar por un buen precio.

En cuanto al turismo, solo hemos salido un día a pasear, pues lo que la gran capital tiene para ofrecer siempre se mezcla con estres, ruido, suciedad y un tumulto de gente que no deja ni respirar. Además Delhi es la ciudad de los engaños, de los robos, y de la auténtica locura India. Aún y así, no nos hemos perdido la imponente fachada del Fuerte Rojo, hemos callejeado por las laberínticas callejuelas de la antigua ciudad en Chatni Chowk, hemos visitado la gran mezquita de Jama Masjid, y hemos paseado por los mercados musulmanes, muy poco turísticos, donde se mezclan los vestidos con las piezas para mecánica del automóbil, y donde la suciedad y la pobreza se hacen mucho más presente que en cualquier lugar de la ciudad. Entre vacas y cabras hemos paseado por tiendas de mantas y viejas muchecas de plástico, hemos comprobado en pequeñas piscinas inchables la calidad de los relojes subacuáticos y nos hemos sorpendido con la antiestética ropa interior del país.

Nuestra estancia en Delhi también nos ha servido para alimentarnos al más puro estilo occidental, pues a Maria le ha sentado mal la comida India desde el primer día que pisamos el país. Aún y así, hemos visto la diferencia de sabores entre la misma gran multinacional en diferentes países, pues aunque parezca mentira, una hamburguesa también puede saber a masala, y un trozo de pollo también pica aunque ellos juren y perjuren que no picará.

Así que, aunque la gran ciudad nunca haya sido mi punto fuerte, entre compras, gastronomía, grandes monumentos y mercadeo, hemos pasado unos días más que entretenidos y hemos sabido adaptarnos a la locura que Delhi nos ofrece. Entre medias de nuestra estancia en Delhi hemos hecho una excursión a Agra para ver el Taj Mahal, pero esto os lo contaremos en nuestro siguiente post. Un fuerte abrazo a todos.

Ah! Y no os perdais el nuevo diseño con henna de Maria al mas puro estilo Bollywood. Una maravilla!








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