lunes, 25 de marzo de 2013

Calcuta. La ciudad de la alegría


 Hola a todos!

Nada más llegar a Calcuta, debiamos buscar un lugar donde alojarnos, así que siguiendo la recomendación del buen señor que cuidó de mi en al bar de Varanasi, preguntamos por un bus que nos acercara a la zona de Esplanade. Una vez allí solo teniamos que callejear según las indicaciones de los locales en busca de la famosa Sudder Street, donde se encuentran la mayoría de los alojamientos baratos. Una vez la localizamos empezó el infierno, pues no hay nada que odie más que llegar a la zona turística de una gran ciudad con la mochila a cuestas, que simboliza carne fresca para los comisionistas localizadores de albergues baratos. Así que después de visitar todos y cada uno de los alojamientos de la zona, discutirnos con varios comisionistas y recepcionistas de hoteles, conseguimos un lugar que, aunque no nos gustaba, era lo más parecido al perfil que buscabamos. Así que dejamos las mochilas, y salimos a investigar por la ciuidad. A parte de los fastidiosos comisionistas, la primera impresion sobre Calcuta había sido muy buena. A pesar de que habíamos llegado con muchos prejuicios por las anecdotas de la gente, que nos contaban que Calcuta era una ciudad muy pobre, muy suicia, muy superpoblada y ruidosa, nosotros nos encontrabamos ante una ciudad muy colorida, con un clima subtropical agradable y que a simple vista ya mostraba un amplio abanico tanto a nivel social, como cultural, como economico. Quizás sea yo de aquellas personas a las que les gusta dejarse llevar por las sensaciones, pero nada más llegar a la ciudad noté que un embrujo incontrolable impregnaba mis sentidos, conducía mi mente hacia las más excitantes ganas de explorar cada rincón de "la ciudad de la alegría" y presagiaba una larga estancia en aquel bello lugar repudiado por las malas lenguas.

Hoy, más de veinte días han pasado desde que Calcuta me abriera sus puertas y me acogiera bajo su regazo para darme el calor de la hospitlidad de sus gente, el multicolor de sus barrios en todos los sentidos y por primera vez, dejarme afirmar que sí podría vivir en la India, o por lo menos durante una larga etapa, en la enamoradiza Calcuta. Como he pasado tanto tiempo en la ciudad y mis actividades y experiencias han sido tan variadas, voy a evitar el modo cronológico en que suelo redactar este blog, y voy a intentar dar una imagen desde mi perspectiva de lo que ha sembrado Calcuta en mí, detrallando las zonas que he visitado y las experiencias que más me han impactado, desde que un viaje de tres días y cinco rupias me dejara en la estación de tren de Howrah.

La primera parte de mi estancia en Calcuta fue en compañía de mi gran amigo Antonio. A parte de agradecerle lo mucho que me cuidó cuando tuve el problema con el pie (no se alejó de mi ni un solo instante), también quiero hacerle saber que estoy más que contento por los buenos momentos que pasamos junto a nuestros cámaras fotográficas, pues hemos aprovechado este tiempo que hemos pasado juntos para que antonio pudiera enseñarme algo de su profesión, fotógrafo. Aprender a manejar mi cámara es algo que hace mucho tiempo que tenía pendiente, pero nunca imaginaba hacerlo junto a una persona que se ha hecho querer desde el primer día, viajando por la India y de una forma tan informal pero tan bien aprovechada. Lógicamente no me he convertido en un fotógrafo profesional pero si estoy más contento con las fotografías que tomo, y lo más importante, Antonio ha sabido transmitirme la pasión con la que se puede vivir este precioso mundo, y como aprender a mirar desde la perspectiva de la luz y el color, deteniendo bellos momentos de la cotidianeidad de los habitantes de esta ciudad.

Y cámaras en mano salimos a visitar el paso del Ganges por Calcuta. Compartimos pequeñas charlas y sonrisas con quienes hacen sus vidas en los ghats a orillas del río, lavando sus ropas, realizando sus oraciones sagradas, recolectando agua santa, mientras que algunos aprovechaban para ser afeitados en la escalera de un ghat, recibir un masaje bañado en aceites ayurvédicos o sus orejas eran higienizadas con los largos palillos de los limpiadores oficiales de orejas callejeros. Mientras la vida dejaba fluir su monotonía, de escenario de fondo el Ganges servía de autopista para grandes barcos de mercancías, mientras que más atrás, el gigante de metal llamado puente de Howrah se alzaba imponente dejando un bonito paisaje que unía las dos partes de la ciudad separadas por el río más sagrado de India.

También visitamos los barrios más obreros de la ciudad, donde decenas de camiones de mercancías eran descargados sin descanso, sus mercaderías almacenadas y distribuidas por los pequeños locales, para acabar convirtiendose en procto final de algún negocio de la ciudad. La variedad de transportes incluía rickshaws, bicicletas, pullers (una especie de rickshaws humanos que tranportan tanto personas como mercancías con la única fuerza de sus brazos, como si de mulas se tratasen), camiones, camionetas, carretas y carretillas.... Los sudorosos trabajadores mavhaban sus blancas camisas trabajando duro, convirtiendo las calles de estos barrios en un espactáculo de la fuerza econnómica de una gran ciudad como la que estabamos visitando.

Nuestra visita al mercado de las flores fue uno de los momentos más impactantes que vivimos en la ciudad. pues ver como se gestionaba la compra y venta de toneladas y toneladas de flores de todos los colores en medio de la calle, entre un bullicio incesante de duro trabajo mezclado con alegría y una movida actividad, nos hizo entretenernos y perdernos entre los coloridos puestos callejeros de este lugar. Y como el mercado se encuentra justo de el puente de Howrah, no perdimos la oportunidad de pasear sobre este gran gigante de metal, que cada día cruza a millones de personas de un lado al otro del río. Nunca habíamos visto un puente con tanto tráfico. Coches, camiones, rickshaws, motocicletas, bicicletas, carromatos, motocarros, y transeuntes cargados con las más variadas mercancías cruzaban en cada segundo el puente hacía uno y otro lado. Unos transportaban el pescado fresco que alimetaría en ese día a miles de famílias, otros se encanrgaban de hacer pasar frutas o verduras de un lado a otro, elementos mecánicos, eléctricos,... Todo lo necesario para abastecer a una ciudad de ni más ni menos que catorce millones de personas.

Otra visita interesante en la ciudad ha sido al barrio de los escultores, lugar donde todas y cada uno de las familias que habitan las casas se dedican a esculpir dioses de todos los tamaños que después venderan en los mercados de arte y artesanías. Como estos artístas trabajan en la calle, se puede ver como llevan a cabo su trabajo sin ningún tipo de dificultad. Muchas de estas figuras religiosas se basan en la diosa Durga, la cual el día de su festividad es celebrado con estatuillas repartidas por toda la ciudad.

Y entre artistas y trabajadores, nos hemos alejado a visitar la zona más moderna de la ciudad, donde los edificios coloniales en extremo estado de dejadez se mezclan con preciosos parques bien cuidados y enormes avenidas por las que circulan miles de coches cada día. Una visita nocturna al Victoria Memorial Hall, nos hizo entender a través de un show de luces, sonidos y diapositivas fotgráficas, la história de la ciudad. Para los que tengás curiosidad, explicaros que Calcuta era un pequeño pueblo de pescadores a orillas del Ganges que fue convertido en una gran ciudad por parte de los británicos en la epoca de la conolización y que más tarde pasó a ser la capital de India mientras los colonos ingleses permanecieron en el país. Esto hace que Calcuta mantenga los imperiales edificios coloniales, pero que el estado de dejadez en que se encuentran debido a la insuficiencia de presupuesto para la buena manutención, sea tan elevado, que de a la ciudad la imagen de decadencia de un gran imperio en el que la economía nunca fue un problema. La independencia de la India hizo de Calcuta una ciudad de grandes desigualdades, en que cohexisten los habitantes más ricos del país junto con miles de personas que sobreviven a la inclemencias de la ciudad bajo el único techo consistente en un trozo de lona de plástico y una manta como suelo. Tanto la desigualdad de sus habitantes por sus sistemas de castas, como por el nivel económico, como el nivel cultural, hacen de la ciudad un impactante abanico social que a nadie deja indiferente, y que se funde con el color de los transportes que dan alegría a sus calles, amarillo para los taxis modelo ambassador classic y celeste y amarillo para los autobuses urbanos que invaden las arterias principales de la ciudad.

Otra de las cosas que nos impactó de Calcuta, fue pasear por sus bonitos y cuidados parques, en los que por primera vez y de forma descarada, las parejas se refugiaban para establecer sus niditos de amor, y la prohibición del contacto físico era pasada por alto, en un hervidero de parejas efusivas por fundirse en besos y abrazos, caricias y disimulados deslizamientos de manos. Por fin parece que los jovenes dan un toque de modernidad a una ciudad de India, por fin el amor y la libertad superan a la represión religiosa y al esclavismo sexista de la sociedad, por fin había encontrado un lugar en todo el país en que la libertad instintiva era lo más importante, y el cuerpo seguía las directrices del corazón, y no de la educación tradicional del país.

Como a Antonio le quedan pocos días de viaje, decidimos viajar rumbo hacia el mar, para ver como el Ganges llegaba a su fin y desembocaba envolviendo la sagrada isla de Gangasagar. Nos vemos en el fin del río más religioso del mundo.

















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