martes, 30 de octubre de 2012

Ao Nang

 Hola a todos!

Os escribo desde Tailandia. Pero llegar aquí no ha sido fácil, o por lo menos no tanto como lo planteaban donde compré el billete. Había quedado con ellos en que pasarían a buscarme a las 8.30h por el hostel en el que dormía. Mi despertador sonó a las 8.00h, y mientras me lavaba la cara, el recepcionista me avisa de que el bus me espera abajo, parece que se ha adelantado. Deprisa y corriendo acabo de asearme, empaqueto mis últimas cosas enla mochila y bajo para subir al bus. Me encuentro un minibus de unas quince plazas totalmente vacío, así que supongo que me tocará hacer ruta por Penang para ir a buscar a los demás viajantes. Así fué, había madrugado para pasear por la isla durante más de una hora recogiendo pasajeros en distintos puntos hasta llenar el minibus. Una vez en ruta, no me quedaba otra cosa que hacer que dormir.

A las dos horas y media me despierta el conductor, parece ser que estamos en la frontera. Me pide el pasaporte y nos da diez minutos para ir al baño o tomar un refresco. Aprovecho la oportunidad del baño, nunca se sabe cuando será la siguiente. En Malasia casi todos los baños son de pago, unos veinte centimos de ringgit, cosa que no garantizan la higiene y limpieza del mismo. Os voy a explicar lo que me pasó con el dinero porque me pareció curioso. La noche anterior, justo después de cenar, me di cuenta que en mi cartera tenía 5.80 ringgits. Y claro, tenía que comprar algo para el camino entre Penang y Krabi, pues me habían dicho que llegaríamos sobre las cuatro de la tarde. Aunque podría aguantar sin comer hasta esa hora mejor llevar algo para picar en el camino. Así que gasté 5.20 ringgits en un paquete grande de galletas, que por mucha hambre que tuviese me podrían alimentar durante dos días. Eso sí, me iría para Tailandia con 0,60 ringgits en el bolsillo, es decir, quince centimos de euro. El agua la aproveché del grifo, pues en Malasia llevo todo el viaje bebiendo agua corriente y es totalmente segura. Pues imaginaos si apreté el presupuesto que me sentí afortunado, pues podría usar el baño tres veces en el camino. En verdad solo lo usé dos, y una fue gratis, así que aún me sobraron diez centimos de euro una vez cruzada la frontera.

A los diez minutos volvió el conductor con nuestros pasaportes, y una targeta de salida de Malasia y otra de entrada a Tailandia, escritas a máquina con mis datos, que me servirían para cruzar de un país a otro. Para salir de Malasia, una cola para armarse de paciencia. Para entrar a Tailandia no tanta, pero me pasó algo curioso, que más tarde acabaría viendo como habitual. El policía de la aduana mira mi pasaporte, me mira a mi, y dice en tono alto: "Sapein". Yo le respondo en inglés: "¿Perdón?" Y vuelve a decir lo mismo. Se lo hice repetir unas tres o cuatro veces, hasta que el señor, cabreado, señaló la zona de mi pasaporte donde pone España. Era la primera vez que me ocurría y me pareció muy extraño, pero bueno, no soy el más indicado para hablar de acentos o errores linguísticos en otras lenguas. Tras unos días en Tailandia y tras encontrarme con varios españoles, esto ha sido motivo de broma contínua, pues no hay ni un solo tailandés que sepa decir Spain, todos dicen Sapein. Cuando te oyen hablando español con otros de tu tierra gritan Sapein, y entonces empiezan las carcajadas.

Una vez cruzada la frontera se me hace imposible dormir, así que me paso buena parte del camino leyendo, y haciendo amistad con un simpático tailandés que estudiaba a Malasia y solía hacer la ruta entre países muy a menudo. Al cabo de unas horas el bus se para en Yat tai, la ciudad más grande del sur de Tailandia, donde me dejarían en una agencia de viajes, a la espera de otro bus que pasaría a buscarme para ir a Krabi. Eso sí, en este bus conocería a dos parejas de franceses que viajan juntas, con las que compartiría tres días muy divertidos. En teoría el bus llegaba a las cuatro de la tarde, y nos dejó en Krabi a las seis y media, así que el viaje ya se había empezado a hacer bastante pesado. Aun y así, no habíamos llegado a nuestro destino, pues Krabi es una ciudad donde se hace conexión para ir a pueblitos más pequeñitos de costa. Tanto los franceses como yo nos decidimos por Ao Nang, pues nos habían dicho que en este pueblecito de playa podríamos encontrar alojamiento barato, y desde ahí, se podía hacer base para visitar otros lugares. Nos informamos donde tomar un bus hasta Ao Nang, y cuando llegamos a la parada nos encontramos con una ranchera enorme, donde nos pondrían en la parte trasera. Este era el bus que circulaba por esa zona. De camino a Ao Nang se hizo de noche, pero nos impresionó ver los gigantes bloques de roca, que se insinuaban como sombras tras nuestro paso por la carretera.

Por fin llegamos a Ao Nang. Nos dejan a pie de calle en un lugar donde los restaurante occidentales, resorts, tiendas de playa, y locales nocturnos abundan en cada esquina. Bienvenidos al turismo de Tailandia. Preguntamos a un señor que parecía haber vivido allí toda la vida para que nos aonsejara un lugar barato donde pasar la noche. Encontré una habitación doble por 200 baths, unos 5 euros. Y es que ya me habían avisado, que tailandia es turismo, y turismo es igual a caro. Aun no siendo los precios de India o Nepall, no se escapa del presupuesto. Así que tras una ducha, quedé con el grupo de franceses para ir a cenar algo. Elegimos los puestos callejeros para degustar por primera vez la verdadera comida tailandesa, y nos decidimos por uno de los platos más típicos del país, el Pad Thai. Son fideos fritos con verduras, soja, cacahuetes, azucar y a elegir entre pollo, ternera, gambas, mariscos, pescados... Para ser mi primer plato thailandés le doy un excelente. Además la chica que nos atendió era simpatiquísima, no paraba de hacernos bromas, de reirse con nosotros, incluso nos dió de probar frutas exóticas y un té helado que ella misma preparaba. Un encanto de mujer.

Y ahora sí tocaba disfrutar. Compramos unas cervezas en un puesto callejero y nos fuimos a la orilla del mar, donde la silueta de una gran muralla de roca se difuminaba en la noche, y el reflejo de las luces de la calle dejaban insinuar un poco la claridad del agua que nos esperaba para el día siguiente. Como era de esperar, todos metimos los pies, y comprobamos que la temperatura del agua era de tipo spa. Otra curiosidad es que no había nada de olas, la playa parecía una balsa. Después de disfrutar de las cervezas y de un buen rato de charlas sobre experiencias y viajes, fuimos a darnos nuestro merecido descanso. Mañana será otro día.

Al día siguiente me despierto más descansado, bajo a desayunar, compro un pareo que me hará de toalla playera todo el viaje, y me dispongo a probar las calidas aguas de Tailandia. Cuando llego a la playa no puedo creer lo que veo. Nunca había visto un agua tan clara como aquella, de color turquesa, y con un muro de piedra calcárea de fondo, que dibujaba fromas extrañas, y hacía de telón para el fín del espectáculo paradisíaco. Al meterme en el agua estaba alucinando. Vistas a la selva justo a pie de playa, agua caliente, sin olas, y un paisaje de película. Realmente creía estar en el paraíso.

Pasé toda la mañana disfrutando de la playa, del agua y del sol. A mediodía fuí a comer y a dar un paseo por el pueblo. Ao Nang solo tiene dos calles, la que hace de paseo marítimo y una que cruza en perpendicular. En las dos solo se encuentrasn negocios dedicados al turismo. Eso sí, al final del pueblo se encuentra una mezquita en construcción y un pequeño cementerio. Otra curiosidad que encontré por todo el pueblo, es que hay varias señales que indican el camino de evacuación en caso de tsunami. No hay que olvidar que estoy en la zona que fue devastada en 2004 por culpa de un maremoto. Aún así no puedo imaginarme una ola gigante arrasando con este paraíso.

Al bajar del paseo estaba atardeciendo. Es el amanecer más bonito que he visto en mi vida. La mezcla de colores en el cielo, fundiendose con el mar... no tengo palabras, os dejo una foto.

De todas formas, aunque la playa me gustaba, me habían dicho que justo detrás del muro se encontraba Railay, y que era mucho más bonito. ¿Como sería? Mañana tomaré un barco por la mañana, pues es la única vía de acceso al lugar, y una de las perjas de franceses deciden seguir mis pasos. Nos vamos a dormir ilusionados por descubrir que puede ser más bonito que Ao Nang.










2 comentarios: