Después de más de un
mes viajando acompañado, me volvía a encontrar solo otra vez, inmerso entre el
gentío de la gran ciudad. Sentía esa extraña sensación que dejan las
despedidas, una mezcla entre el vacío de los pequeños detalles de las personas
que se hacen querer y la satisfacción de haber disfrutado de una nueva y buena
amistad. En este momento no solo añoraba al recién despedido Antonio, sino que
al encontrarme solo empezé a extrañar a mi gran amigo Mariano, y a toda la
gente que había conocido desde que me adentré en el Kumbh Mela. Pero también,
en estos momentos, se desata el gusanillo de la curiosidad y se desencadenan
los pensamientos más aventureros de todo el viaje, pues de nuevo me encuentro
solo, de nuevo tengo total libertad incondicional, de nuevo tengo que buscarme
la vida para disfrutar de mi viaje aprovechando cada lugar, persona y
experiencia que se me cruce por delante. Pero esta vez no voy a hacer un gran
viaje, ni inventar una loca aventura, sino que voy a quedarme a conocer
Calcuta, esta ciudad de la que tan mal habla la gente y que tan buen
sentimiento me dio el dia en que me abrió sus puertas. En los pocos días que he
pasado en la ciudad me he sentido cómodo, entretenido, me he divertido paseando
por sus calles y he disfrutado de su infinita variedad de contrastes. Así que,
¿por que no disfrutar de la ciudad hasta que deje de sentirme bien en ella?
Los primeros días los
dediqué a lo que he llamado "el barrio cultural de Calcuta". Se trata
de una zona de la ciudad muy céntrica en la que el arte bengalí hierve en cada
esquina. Y es que Calcuta, la capital de Bengala Occidental, es el centro
cultural de la región, que se caracteriza por ser la cuna de grandes artistas
como el gran poeta Tagore, grandes directores de cine, fotógrafos y pintores. Y
es que el pueblo Bengalí siempre ha dedicado mucha antención al ámbito
cultural, así como a la protección de la identidad nacionalista y el incentivo
de la lengua propia, conceptos que lo convierten en un pueblo de gran interés
social,
Nada más llegar al
barrio cultural me encontré con un gran cartel que anunciaba la Conferencia
Nacional de Música Clasica Hindustaní, con un programa de seis días en el que
intervendrían cinco conjuntos musicales diarios. Aunque al entrar estaban dando
fin al primer acto, los cuatro siguientes me dejaron impresionado. La mezcla de
bellas melodías entrelazando los exóticos sonidos de desconocidos instrumentos
como el sitar, tabla, armonio, sarenji, daban el ambiente perfecto para que los
ancestrales tonos vocales de los cantantes, me dejaran el bello de punta
durante toda la actuación. Sin darme cuenta de como había llegado allí, me
encontraba ante los mejores músicos clásicos de India y Pakistán, ofreciendio
un immejorable festival de sonidos del que no pude desengancharme durante los
seis días que duró la conferencia. Cada día por la tarde asistía a los cinco
conciertos, a cual de ellos más delicado y sensitivo. Durante los dos últimos
días arrastré a algunos amigos que hice en el hostel, pues en Calcuta haymucho
turista con una gran sensibilidad musical. Lo más impactante de todo es que el
festival estaba financiado por el govierno de Bengala Occidental, por lo que la
asistencia era totalmente gratuita. Esa misma semana recibí una publicidad del
Festival de Guitarra de Barcelona, en la que ofrecían ver a grandes músicos
occidentales pagando una entrada mínima de cuarenta euros por concierto. Me dió
por calcular cuanto hubiera costado asistir a todo el festival como yo hice y
el resultado es de mil doscientos euros. Otra vez India volvía a darme una
buena lección, y es que la cultura, debería ser gratuita en todo el mundo.
Sin darme cuenta, el
festival me había retenido una semana en Calcuta. Por las mañanas había
aprovechado para vistar algunos monumentos y lugares de interés. Entre ellos
visité el Victoria Memorial Hall, que se trata de un gran edificio construido
en nombre de la Reina Victoria de Inglaterra en los tiempos de la colonización
británica, situado en medio de preciosos jardines y que en su interior alberga
un pequeño museo de pintura colonial.
Otra de las visitas
que hice en el barrio cultural fue la Galería de Bellas Artes. Como explicaba
anteriormente, el pueblo bengalí es un gran interesado por el arte y la cultura,
y eso queda reflejado en esta interesantísima galería. De entre las diferentes
exposiciones que se encuentran en el interior, a mi me llamaron mucho la
atención una exposición de fotografía circense y alguna colecciones de pintura
vanguardista bengalí, en la que además de mezclar los colores más vivos de la
escala cromática, expresaban representaciones innovadoras para el puebo indio.
Uno de los ejemplos que más me impactó fue una colección en la que se exponian
diferentes mujeres vestidas con ropa tracidional india y que observaban con
diversas expresiones algunas de las posturas más extravagantes del kamasutra
esculpidas en piedra en los templos de Kajuraho. La relación de la mujer y el
sexo mostrada en público con tanta naturalidad en India es un indicio de
modernidad aunque solo se pueda encontrar en galerías de arte. Otras
exposiciones que me llamarón la etención fueron las de la modernización de
motivos religiosos mezclando diferentes estilos contemporáneos para adaptar los
conceptos religiosos a los movimientos artísticos actuales en Bengala. Figuras
de dioses multicolor, expresión pictórica de conceptos espirituales abstractos
como el karma, la devoción o el nirvana, una mezcla del arte más vanguardista
de una de las sociedades más modernas de la India.
Otra de las
interesantes visitas de la ciudad fue la del templo de Kali. En el resto de
India, la dios Kali no es una de las divinidades favoritas para la oración, ya
que los creyentes hindúes se centran más en figuras como Shiva, Krishna, Ganesh
o Parvati. Además, la representación de Kali y su función en el mundo religioso
es algo tétrico, ya que Kali es la diosa de la muerte. Su representación física
es la de una mujer negra, desnuda, con el pelo descabellado, una larga lengua
saliendo de su boca, una daga en una de sus manos y un collar de cabezas
humanas que cuelga de su cuello. Y uno se pregunta por que una sociedad tan
pacifista puede alavar a una diosa tan violenta, y la respuesta está en el
concepto oriental que se tiene de la muerte. A veces, hacer el esfuerzo de
desaprender los conceptos occidentales para intentar aprender algo de como se
entiende la realidad en India, se convierte en algo complicado, pues las bases
del aprendizaje y la experiencia se encuentran muy enraizadas en nuestro cerebro.
Pues bien, no se si voy a saber explicar bien el por que se adora a Kali, pero
voy a hacer un intento. Para el hinduismo, religión cíclica en la que se cree
que todo fluye y nada permanece, los conceptos negativos que nublan nuestra
mente a los que solemos llamar problemas, seben de ser destruidos. Y aunque una
diosa de la muerte suene lo más tétrico del mundo, alguien debe encargarse de
matar esa negatividad que a veces nos influye y atormenta. Así que ya sabeis,
para los que tengais algún problema que matar, la dios Kali está para eso.
Bueno, pues en Calcuta es la diosa más importante, y en el sur de la ciudad se
encuentra el templo de Kali, uno de los templos que más me han impactado de
toda la India, y no por su arquitectura, sino por el ambiente que hay en su
interior. En primer lugar, decir que es de los pocos templos del país en el que
se hacen sacrificios públicos de animales, en ofrenda a la diosa. No voy a
entrar en detalle de lo impactante que es presenciar una ofrenda de este tipo,
aunque si me dejó algo marcada la reflexión de por que una religión que acepto
el aimsha (concepto de no violencia) y por este motivo son vegetarianos,
permite la matanza pública de corderos en uno de sus templos. He tratado de
informarme preguntando a diferentes persona en la calle, pero ninguno me ha
sabido contestar. La respuesta más coherente que he recibido es que la religión
no dice que esto deba hacerse, sino que es el devoto el que elige hacer la
ofrenda por su propia voluntad, y no todo hinduista está de acuerdo en el
sacrificio, sino solo una minoría. Después del sacrificio, los cuerpos se
llevan a otro lugar del templo donde son despellejados, limpiados y cocinados,
para ser servidos a los pobres que hacen interminables colas alrededor del
templo. Esta experiencia es de las que hace remover toda mi perspectiva sobre
el mundo y no se si amplía mi ángulo de visión, pero si creo que la reflexión
es importante, ya que en primer lugar el sacrificio parece algo cruel e immoral
a ojos de un occidental como yo, pero después de reflexionar me surge una
pregunta: ¿Acaso no matamos nosotros animales con el mismo objetivo de
conertirse en alimento? ¿No es más immoral esconder cobardemente la realidad de
la matanza, y que la carne se convierta en simple comida sin ser conscientes de
lo que hay detrás? Transformar a un carnívoro y amante de la gastronomía como
yo necesita mucho más que ver un sacrificio, pero si me ha hecho de tomar un
poco más de consciencia sobre la realidad del ser humano como animal omnívoro y
a partir de este momento, cuando como carne tomo consciencia de que me estoy
alimentando de un animal que antes tenía vida, y no de un trozo de carne
envuelta en plástico tomada de la estantería de cualquier supermercado.
Cuando ya consideraba
que llavaba suficiente tiempo en Calcuta, decido marcharme. Pero justo cuando
estoy preparandome para irme, me reencuentro con unos amigos gallegos de los
que me hubiera gustado disfrutar un poco más antes de que se fueran a viajar
por los Himalayas. Además, hacía dos días que había estado quedando con un
amigo indio director de cine, y me ha prometido llevarme a mercados
interesantes para mi negocio. Así que decido quedarme unos días más. Esa misma
noche, tomando unas cervezas con mis amigos gallegos decido que al dia siguiente
visitaré uno de los centros de voluntariado de la Madre Teresa donde Alvaro
colabora, para saciar mis ansias de curiosidad. Al dia siguiente me levanto a
las seis y media de la mañana, camino junto a los chicos camino al centro
principal de la Madre Teresa, donde todas las mañanas se reúnen los voluntarios
para desayunar, escuchar noticias y novedades sobre los centros y despedir a
los que dejan el voluntariado. Después del desayuno caminamos hacia el centro
de voluntariado llamado Prendam. La organización de la Madre Teresa tiene
centenares de centros distribuidos por la ciudad, de los cuales siete estan
abiertos al voluntariado. Entre ellos, hay un horfanato, un centro de niños con
discapacidades psíquicas, otro solo para mujeres, otro solo para hombres, uno
mixto, uno para los moribundos... Yo acompañé a Alvaro al centro mixto de
Prendam, donde las hermanas recogen de la calle a discapacitados tanto físicos
como psíquicos, en un estado lamentable, y les garantizan unas condiciones
mínimas para vivir, es decir, un baño diario, alimentación suficiente, y
asisténcia médica a demás de una cama limpia donde dormir. El centro cuenta con
70 trabajadores que realizan las tareas básicas referentes a higiene del lugar
y cuidado de los internos. Pero claro está, que un centro que se dedica a
salvar vidas de gente que la perdió en la calle, no puede garantizar factores
más humanos como cariño, atención psicológica y distracción de los pacientes. Y
ahí es donde entra en juego el papel del voluntario. Cada día por la mañana,
después de ayudar a tender la colada y fregar el suelo del patio, los
voluntarios tienen total libertad para estar con los internos y ayudar de la
manera que mejor crean. Unos, se dedican a afeitarlos, otros a darles masajes
en sus entumecidos cuerpos oxidados por la poca movilidad que tienen, otros
simplemente hablan o juegan con ellos, otros los llevan a pasear, o al baño
cuando lo solicitan. Pues bien, aquí fue donde quedé atrapado al centro, pues
Tikum, uno de los internos fue capaz de ganar mi corazón.
Tikum es un chico muy
joven, de unos veinte años de edad por su apariencia. El dia en que yo llegué
estaba hecho un ovillo en si mismo, como si quisiera aislarse del mundo que le
rodea. Ahí uno se da cuenta de que no debía de tener una vida muy agradable en
la calle cuando se escondía en si mismo y no quería ver la realidad que le
rodeaba. Según me contó Alvaro llego hace unas tres semanas al centro,
extremadamente delgado, desnutrido, y dicen que si el miedo tuviera una mirada,
esa era la mirada de Tikum. Cuando yo le conocí ya había salido de la cama,
empezaba a comer, pero seguí encerrado en su mundo y no quería saber nada de lo
que pasaba fuera. Cuando Alvaro me lo presentó tuve una suerte increíble, pues
me di cuenta de que Tikum llevaba un tatuaje en el brazo, justo en el mismo
lugar que mis tatuajes. Fue muy fácil ganarme su confianza, pues no tuve que
hacer nada. Me arrodillé bajo sis piernas encorbadas, me abrí un hueco hasta
encontrar su mirada, le sonreí y puse uno de mis brazos tatuados junto al suyo.
Al principio se quedó estupefacto, me miraba con miedo, desconfianza, no quería
tocarme, solo quería estar en la bola que había aprendido a hacer de su cuerpo.
Le toqué su tatuaje y retiró el brazo. Muy delicadamente tomé su mano y acerqué
uno de sus dedos a mi tatuaje y a partir de ahí empezó a tocarme con cuidado. A
los pocos minutos me estaba tendiendo su brazo para que yo también tocara el
suyo. Con la otra mano me agarró fuerte mi mano, y empezó a acariciarme como si
no hubiera tocado a nadie en mucho tiempo. Parecía que había perdido el
contacto humano el mismo día que lo separarn de su madre. Me miraba, pero no
sonreía. Yo le hablaba unas palabras en hindi, pero el se limitaba a mirarme y
acariciarme. Durante los dos primeros días fue así, yo me arrodillaba bajo sus
piernas y compartiamos nuestros tatuajes. El tercer día ya se alegraba de
verme, cuando llegabamos los voluntarios por la mañana me buscaba, se reía, a
mi eso me iluminaba el alma, parecía que Tikum nunca había tenido un amigo. A
la vez me daba miedo, pues me había echado una gran responsabilidad a la
espalda. ¿Como iba ahora a abandonarle de nuevo, como cuando lo dejaron en
algún momento de su vida en la calle? Por suerte, un voluntario llamado Juan se
ofreció muy amablemente para hacerse cargo de Tikum el día que yo me fuera, así
que durante varios días compartimos buenos momentos los tres, pues Tikum tenía
que aceptar la confianza de un nuevo amigo. Aunque el día que me despedí de él
lloré como nunca antes lo he hecho, sabía que eso era muy buena para él, pues
ya que había aprendido a confoar en mi, ahora tenía que aprender a confiar en
otras personas, entender que el mundo no es un lugar tan malo como lo que él
había vivido en la calle. Por suerte, cuando yo me fui Tikum había evolucionado
mucho, andaba, se reía, incluso se peleaba con las hermanas cuando querían
darle esas pastillas traquilizantes que lo dejaban atontado. Nunca pude
comunicarme verbalmente con el, pues su deficiencia mental no le permitía
hablar claramente y yo nunca lo entendía. Pero con sus gestos, sus miradas, yo
entendí que había recuperado las ganas de vivir, que cada día tenía más fuerzas
para levantarse, pasear, reirse, comer, y hacer enfadar a las hermanas del
centro cuando no estaba de acuerdo con algo. A veces, me dijeron que había
hecho un gran trabajo con él,pero yo no creo que fuese así, pues lo único que
Tikum necesitaba era un hombro donde apoyarse, alguien que pese a su aspecto,
confiase en él, un impulso donde recuperar fuerzas y demostrar la valentía que
tiene para afrontar la vida. Por mi parte, me alegra que esté bien, porque por
primera vez siento que tengo un buen amigo indio, una amistad sincera e
incondicional, basada en amor y el cariño, y como buen amigo, lo unico que me
preocupa es que esté bien. Ahora hace ya unos días que dejé el centro, pero los
voluntarios que continúan allí me informan de como está, y dicen que cada día
está mejor, más fuerte, más alegre y más gamberro. Se que el día que vuelva a
Calcuta para verle, quizás ya no esté en el centro, o quizás no se acuerde de
mi. Por si acaso le dejé una foto en la que estamos los dos, la cual fue
entregada por mi amigo Ismael varios días después de que me fuera. Ismael dice
que se quedó mirando mucho tiempo la foto, y que no paraba de reir. Siento que
algun dia volveremos a vernos, y me da igual si me reconoce o no, solo quiero
que dirija donde dirija la sonrisa, nunca deje de sonreir.
Durante los días que
estuve en el centro, no solo conocí a Tikum, sino que hice muchos más amigos. Por
ejemplo, en una de las fotos compartíamos risas con mi amigo al que apodamos el
cuñao por que solo tenía un diente y no paraba de reir, y con mi otro amigo,
que a pesar de ser sordomudo y tullido, era el más inteligente y chulito del
centro, sobretodo cuando ganaba a los voluntarios jugando al BlackGamon. Mi
pena fue estar solo una semana, pues no me dio tiempo a conocer más que una
pequeña parte de los 180 internos del centro. De todas formas, mi valoración ha
sido mucho mejor de lo que me esperaba, pues lo que era una visita de un día
para ver el centro se convirtió en una semana de plena implicación emocional.
Me voy con la sensación de haber aprendido más de lo que he dado, con el
corazón lleno de sonrisas, bendiciones, respetos y un montón de amigos a los
que nunca olvidaré. Ah! Y con muchas ganas de volver.
Los últimos días en
Calcuta giraron entorno al Holi. Para los que no sigais el blog desde el
principio o quienes no hayais oído hablar del holi, se trata de la mejor fiesta
que he vivido nunca, y por suerte, este es mi segundo año. El año pasado lo
celebré junto a la familia Pandya y mi amiga Dhwani, jugando con los niños de
un barrio de Mumbai. Este año toca celebrarlo en Calcuta, con turistas y con
todos los amigos indios que he hecho en el barrio donde vivo. Para empezar el
holi, compramos las pinturas cuatro días antes, y el día que estabamos haciendo
las compras ya acabamos todos pintados por hacer bromas probando si pintaban o
no. Ese mismo día, estuvimos en una fiesta con los Hare Krishna, bailando y
tocando los tambores. Y también ocurrió algo que nos chafó un poco el día, pues
nos encontramos en la calle un señor a punto de morir, y la gente pasaba por al
lado y ni lo miraba. Ese es el gran problema de India, que el sistema de castas
hace que si alguien está en la calle no tenga ningún valor. Con mis amigos
gallegos llevamos al señor al centro de moribundos de la Madre Teresa donde en unos días estaba
recuperado y dejó el centro opor voluntad propia. Estos son los pequeños
detalles que hacen que India sea para mi un país al que amar y odiar a la vez.
Al día siguiente
celebramos el Holi con mis amigos gallegos, una amiga de Pamplona y un
amigo de Mexico, pues los gallegos se
marchaban justo un día antes de la gran fiesta, y no ibamos a dejar que se
fueran sin su merecido holi.
Y la noche del
veintiseis empezaba la gran fiesta. Una gran hoguera ardía en medio de Sudder
Street. Una banda de tambores tocaba con ritmos frenéticos mientras la gente,
evuelta en una capa multicolor de pinturas bailaba desbordando alegría. Los
niños trepaban hasta llegar a nuestros cuellos, donde enloquecían al ritmo de
la música de los tambores. El oscuro cielo de la noche se empezaba a teñir de
multicolor. Mientras tanto, nos depedíamos con alegría de los amigos gallegos,
alegría por habernos conocido, alegría por disfrutar de los mejores momentos de
Calcuta.
Al día siguiente nos
despertamos al ritmo de tambores. Bajé a desayunar con mi amiga Maria, y de
repente nos vimos envueltos en la gran fiesta. Los tambores no pararon de tocar
en toda la mañana. La gente enloquecía al ritmo de la música, lanzaban minturas
por doquier, nos disparabamos con pistolas de aguas rellenas con pinturas
teñidas de todos los colores. Desde los bares y casas, nos lanzaban cubos de agua,
algunos salían con mangueras, todo Calcuta se teñía de color. La gente bailaban
unos con otros, no importaba la casta o la clase social, era holi, era la
llegada de la primavera, el festival de colores de India. Los tamborileros nos
dirigían en cabalgata por las calles de la ciudad, y por allí por donde
pasabamos impregnabamos todo de alegría de color. Juegos, risas, bromas,
bailes... la diversión se desbordaba durante toda la mañana. Al medio dia la
policía dispersaba la fiesta, la gente se iba a comer, pero algunos seguimos
buscando un lugar donde celebarr holi. Dispersos, cada uno encontró su fiesta
privada, e hicimos de un holi de media mañana una fiesta que duró hasta la hora
de la cena. La ducha fue el peor momento, pues por mucho que frotes y frotes,
la pintura del holi nunca se va.
Y ahora ya si tocaba
despedirse de la ciudad de Calcuta, una gran despedida, con una gran fiesta.
Tengo un gran deseo para todos, independientemente del lugar del mundo donde os
encontreis. ¡¡¡ HAPPY HOLI !!! Que vuestra vida se llene de color.
Dicen que los ángeles no existen...pero yo pienso que si...yo conozco uno y ése es mi propio hijo, tambien creo que si que le has hecho mucho bien a Tikum, pues le has hecho recobrar la confianza en si mismo y en los demás, me acuerdo que cuando me lo ibas contando sentí miedo por lo que pudiera pasar cuando te despidieras de él, pensé que no lo entendería y que podrias hacerle daño a él y daño a tí mismo por creer que no habias podido ser capaz de ayudarle, pero veo que lo has sabido encaminar bien, me quiero imaginar como te debes sentir y te tengo envidia sana pues creo que eso te habrá hecho crecer como persona, y sentirse así no tiene precio, se acaba el tiempo de tu estancia en India, pero tienes que tener la tranquilidad que si algún dia necesitas volver a Calcuta se que volverás...sigue tu camino y sé feliz...
ResponderEliminarUn beso muy gordo
Te quiero!!!