lunes, 11 de marzo de 2013

Varanasi de Hospital

 Hola a todos!

Hoy nos toca pagar las consecuencias de la juerga de anoche. El despertador de Mariano ha sonado muy pronto, pues tiene que tomar un tren dirección Nepal ya que es su último día de visado en India. Con la resaca que tiene yo no se si hubiera sido capaz, pero tiene que hacerlo. Al abrir los ojos la imagen que veo me hace volver a dormirme. Cuatro hombres con olor a todos los día que hemos estado en el kumbh mela sin un lugar donde asearnos, durmiendo en dos camas de plaza y media de un cutre hotel de Varanasi, despues de una noche de exceso con el alcohol. ¿Hay algo más deprimente?

A media mañana, nuestros cuerpos empiezan a reaccionar, Mariano ya debe estar en el tren camino a Nepal, y nosotros vamos pasando uno a uno por la ducha, perdiendo nuestro olor a animal y recuperando nuestro tono de piel real. Nos damos cuenta de que uno se dejó la mochila en el bar de anoche, otro se volvió descanlzo, así que ya sabemos donde vamos a desayunar. Cuando llegamos al bar nos encontramos a los trabajadores del lugar viendo los videos que habían grabado las camaras de seguridad durante la noche de juerga. Decidimos no quedarnos a ver el penoso espactáculo y darle algo de alimento a nuestros estómagos para recuperarnos del malestar de la resaca.
 
El dueño del bar, al ver la gravedad de la infección de mi pie, pues se lo tuve que enseñar al verme que andaba cojo, decidió instalarme una cama en medio del comedor, y me dijo que me quedara allí el tiempo que hiciera falta. Vale, sí, es una buena técnica para asegurarse el gasto en comida que voy a hacer y quizás el de alguno de mis amigos, pero el trato que me dieron durante los días que he estado en su bar, para mi dejan en el olvido cualquier pensamiento de malintención por su parte. Creo que lo hicieron de corazón, por ayudarme, y mi percepción es lo que cuenta para mi.

Mientras yo reposaba en mi nueva cama improvisada, mis amigos se dedicaban a visitar Varanasi. A mi no me dolía tanto porque yo estuve disfrutando de esta increíble ciudad en Abril del año pasado, pero si que me resultaba aburrido pasar los días tumbado en una cama. Por suerte, el bar contaba con wifi, y podía entretenerme con internet, leyendo unos libros que traje de casa, estudiando Hindi e Inglés y conociendo a todo aquel que entraba a comer en el bar. Mis amigos iban haciendome visitas regulares parea ver como me encontraba.

Al tercer día de estar en Varanasi, acepté que la infección de mi pie estaba cada vez peor, y decidí visitar uno de los hospitales de la ciudad, como me aconsejó cada uno de los que iban pasando a ver mi pie. Siguiendo la recomendación de un abuelo que trabajaba en el bar, al que cogimos mucho cariño y bautizamos con el nombre de Abu, fuimos a un hospital de los Hare Krishna en el que me atendieron con mucha atención. Por suerte, Abu nos acompañó al hospital, y todo el tema de papeleo lo solucionó él. Sólo tuvimos que pagar diez rupias para que nos dieran un tique para atendernos.

El primer médico que me visitó, me recetó antibioticos y calmantes para el dolor, y me envió a visitar a otro doctor, quien después de hacerme unas curas con cremas, me vendó el pie y me dijo que mañana tendría que regresar para operarme. En ese momento el miedo recorrió mi cuerpo, pues una operación fuera de casa no me hacia ni pizca de gracia. Por suerte tenia a mis amigos Mariano y Antonio que me acompañaron todos los días que necesité visitar el hospital. Y por mucho miedo que tuviera a una operación, estaba ya cansado del dolor que me provocaba la infección, muchas noches no me dejaba ni dormir, y ya llevaba más de dos semanas sin poder andar,

Al dia siguiente regresamos al hospital para que me operasen. Primero pasamos por taquilla a pagar los dos euros que me costó la operación, y después pasé directamente al quirófano, un lugar donde la higiene era igual al del resto del país, donde los medicamentos eran guardados en muebles de madera carcomidos por las termitas, donde las tuberías chorreaban óxido. Antes de la operación quise informarme bien de todo lo que iban a hacerme. El médico me explicó que iba a inyectarme anestesia en la zona de la infección y que es lo único que me dolería un poquito, y después de la anestesia ya no sentiría nada, y entonces rajaría la piel para extraer toda la pus. La verdad es que lo de la anestésia me dejó mucho más tranquilo.

Tumbado en una mesa de marmol con guía central para líquidos que no daba muy buena vibración, cerré los ojos y dejé que el doctor pusiera la inyección de anestesia. El dolor que sentí fue insufrible, pues pensaba que la inyección iba en los alrededores de la bola de infección, pero el doctor la clavó en todo el medio. Intenté relajarme pues en unos segundos la anestésia tenía que hacer efecto. El dolor se apoderó de mi, y empecé a gritar, y solo recuerdo que le decía al doctor: "¿Que pasa con la anestésia?". El doctor empezó a preguntarme cuantas cervezas bebía a diario, y yo no entendía a que venían esas preguntas en medio de tanto dolor. Me explicó que el alcohol baja directamente a la infección, y que la anestésia con alcohol no funciona. Para una vez que bebo en dos meses, y me va a provocar tener que pasar esta operación en vivo. Decidí agarrarme con fuerza a la mesa, echar la cabeza hacia atrás, cerrar los ojos y desaogarme simplemente con gritos. Como la anestésia no estaba funcionando, el doctor decidió hacerlo del modo más rápido, pero también el más doloroso. Atravesó la aguja de la anestésia hasta el otro lado del bulto de pus, y una vez dentro empezó a rotarla para que la pus saliera por los orificios. Creo que este fue el momento de dolor más grande que he sentido en mi vida, sentía que me iba a desmayar. Ya no podía aguantar más dolor, me dejé de agarrar de la cama, me incorporé, agarré al doctor por sus piernas, clavandole mis uñas en sus muslos y pidiendole por favor que acabara ya. Como seguía apretando para que saliera la pus, no pude aguantarme y le pegué un puñetazo, cosa que el respondió con otro de vuelta. Parece ser que nos habíamos dado cada uno lo que nos teníamos ganas, y nos fue bien, porque nos hizo calmarnos un poco a ambos. Luego me sentí un poco mal por haberle pegado a un doctor de los Hare Krishna que lo único que intentaba era curarme la infección, pero es que en ese momento uno no piensa en nada. De fondo escuchaba a Antonio y Mariano dandome ánimos, asustados por mis gritos intentaban distraerme de la operación.

Conforme la pus iba saliendo yo iba notando el efecto de la anestésia, que aun siendo mínimo, algo de dolor quitaba. Llegó un momento en que el doctor sacó una especie de bisturí, que más bien parecía un trozo de cuchilla de un cutter, y rajó mi pie por tres partes, y en ese momento ya no sentí los cortes, supongo que gracias a la anestésia y a que estaba rajando piel muerta sin sensibilidad. Después volvía a ver las estrellas cuando tocó apretar para que lo que quedaba de pus saliera por esos cortes. Cuando el doctor acabó yo estaba cansado, había conocido los límites del dolor en mi cuerpo, me sentía con el estómago revuelto y los músculos de todo mi cuerpo dolorido. No podía pensar. El doctor vendó mi pie con unas cremas  y me mandó a descansar. Al día siguiente tendría que volver para cortar la piel muerta, pero según el doctor, esto era totalmente indoloro. Yo ya no sabía si creerlo, pero ya que estaba curandome, tendría que acabarlo.
 
Durante todo el día no quise saber nada de nadie. Me tumbé en la cama intentando descansar. Pero cada vez que me relajaba mi mente reproducía el dolor en mi cuerpo, podía sentir en cada momento la aguja atravesando mi pie. Creo que la operación había creado un pequeño trauma en mi cabeza. Una de las veces que casi consigo dormirme, me desperté sobresaltado. Por suerte mis amigos estaban allí para cuidarme, atenderme, entretenerme, y darme todos los mimos que necesitaba. La verdad es que no se que hubiera hecho sin ellos, no se si habría resistido la situación, y quizás hubiera vuelto a mi casa en busca del apoyo que solo la familia y los buenos amigos pueden dar. Los trabajadores del bar también se preocupaban de mi, venían a jugar conmigo, a hacerme bromas. Pero el que no me sacó ojo de encima fue Abu, a quien le cogí un cariño mágico. No me dejaba ni darle las gracias, porque decía que las cosas que se hacen por el karma no deben ser agradecidas, se sentía en la obligación de ayudar.

Esa noche la pasé entre pesadillas y malas sensaciones, pero lo más importante era que el dolor había desaparecido. Ya no notaba los latidos del corazón en la planta de mi pie, no notaba los pinchazos de dolor nocturnos que me desvelaban, ahora mi molestia principal eran los recuerdos de mi mente.

Por la mañana asistimos al médico, y como me prometió, me cortó las pieles muertas sin dolor alguno. Pero la sensación que tuve al entrar de nuevo en el quirófano fue de pánico, mi mente ya había asociado ese lugar al dolor extremo. Intentaba pasar el mínimo tiempo posible allí dentro. El doctor me decía que fuera pasando y me pusiera cómodo, pero yo le esperaba en la puerta hasta que el me hacía entrar para las curas. A partir de ese día tuve que asistir todas las mañanas para que el doctor me curara la herida y cambiara el vendaje, pero ahora ya sin más dolor que el de cualquier herida abierta. Las curas duraron una semana, en las que Antonio me acompañó a cada una de ellas. Como para mi era muy aburrido estar en la cama improvisada del bar, aprovechabamos el camino al hospital para entretenerme. Antonio me estaba enseñando a usar mi cámara de fotografiar, pues él es fotógrafo profesional, y yo hacía mucho tiempo que quería aprender. Así que aprovechabamos el camino al hospital para practicar y sacar fotos de las locas calles de Varanasi. A cambio, yo enseñé a Antonio a comprar para negocios. Parabamos en las tiendas que habían entre el bar y el hospital, y negociábamos con el dueño, aunque después se enfadaran porque no comprábamos nada, a Antonio le servía como práctica. Muchas veces, Antonio no tenía ganas de pasear por la ciudad, y se quedaba mañanas y tardes conmigo, estuciando inglés, y yo le echaba una mano con lo que he ido aprendiendo del idioma en mis viajes. Y por estar a punto de perder un pie he ganado un gran amigo, con el que hemos planeado seguir viajando juntos, por lo menos durante unos días.

Después de una semana, el doctor me ha dado el alta. Me ha recetado la crema desinfectante para que me la siga aplicando durante 5 días más, pero ahora ya puedo andar y el trauma ha desapercido por completo, o por lo menos ya no me molesta para dormir. Bueno, la verdad es que después de casi un mes con el pie malo, me he acostumbrado a no usar esa pierna, o usarla mal (andando con el costado del pie), así que ahora me canso antes de la pierna izquierda que de la derecha. Así que mis paseos son de tiempo limitado, y requieren algunos descansos, pero no sabéis la alegría que me da poder salir a la calle y caminar por dond eme plazca.

El mismo día que el doctor me dió el alta, decidimos con Antonio que viajaríamos a Calcuta, pero este viaje lo hariamos de una forma especial. Queríamos comprobar si es verdad que se pueden recorrer casi 700 km sin gastar ni una sola rupia. Así que mañana intentaremos viajar en autostop entre Varanasi y Calcuta. No sabemos cuanto tiempo nos llevara, ni que dificultades encontraremos en el camino, pero estamos seguros que será una aventura única.

PD: Quiero dar las gracias a todas aquellas personas que me han ayudado en los momentos difíciles. Cuando el viaje se complica y te sientes lejos de casa, tener a tu lado gente de esta valía no tiene precio. Infinitamente agradecido.











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