Hola a todos!
A primera hora de la mañana y después de un buen desayuno tomamos la barquita que nos llevará a Railay. Se trata de una barquita a la que llaman taxi de cola larga, pues tanto el motor como la hélice están cologadas al final de un largo mástil que hará a la vez de timón. Pues estos taxis de cola larga son la única manera de poder llegar a Railay, ya que se trata de un lugar cerrado por acantilados a lado y lado de la costa.
Al cruzar la barquita el muro de roca y dejar al descubierto el paisaje de Railay, todos nos quedamos con la boca abierta. Aún siendo la playa de al lado, el agua era mucho más clara que en Ao Nang, el color mucho más turquesa, la arena mucho más blanca. Las montañas que rodeaban la playa parecían sacadas de un libro de fantasía, donde la naturaleza dejaba plasmado su arte en las diferentes formas de la roca calcarea. Y detrás de la arena blanca, jungla. Los alojamientos no eran los cutres hoteles de Ao Nang, eran más salvajes todavía. Bungalows construidos con babú y hojas de palmeras se esparcían por la selva en un lugar donde no existe ni una sola carretera, ni una sola calle. Solo algunos restaurantes y bares al más puro estilo hippie a la orilla del mar, daban los servicios básicos para la estancia en lo que dejaría a Ao Nang como una simple playa. El paraíso se había superado a sí mismo.
Y al llegar a Railay, una nueva aventura. Mis amigos de "Un Cambio de Aires" recomendaban un bungalow que se encuentra justo en frente del Forest Resort. Pues al parar en la primera playa, preguntamos al barquero si se encontraba allí, y nos dijo que era en la siguiente playa. Aún y así vi un cartel que ponía Tonsai, y me sonaba de haberlo leído en la página de mis amigos, pero quise hacer caso al barquero, pues se veía que era de la zona. En la segunda parada nos deja en una playa que se llama Railay West. Nos acercamos a preguntar donde se encuentra el lugar que buscamos y nos dicen que era en la primera playa. Para volver nos aconsejan tomar de nuevo una barca que nos cobraría la mitad del viaje. Pero inisitimos en la opción de ir andando, y nos indicaron un sendero que cruza sube y baja una montaña en la selva para llegar a Tonsai. Después de andar, preguntar, perdernos, reencontrarnos, que nos malindicaran, y cargados con todo nuestro equipaje a la espalda, llegamos a la playa de Tonsai. Después de la caminata nos parecía estar en una playa recóndita de la zona, y más tarde nos daríamos cuenta que estábamos justo al lado de donde nos dejó la barca, y que hay un pasadizo entre playas, que trepando una pequeña montañita, se cruz en diez minutos. ¿Porque nos hicieron recorrer toda la zona? Quizás porque donde preguntabamos también teníamos que rechazar sus ofertas de hospedaje. Pero como no me gusta pensar mal, me quedaré con la idea de que no se enteraban bien de qué preguntabamos y por eso nos malindicaban.
Pues una vez llegados al lugar que nos habían indicado, lo encontramos cerrado por ser temporada baja. Así que ahora nos tocaría empezar a preguntar hasta lograr encontrar un sitio baratito. Al final encontramos uno que estaba muy bien. Nos alojamos en bungalows dobles a primera linea de mar por tan solo 200 baths, es decir, 5 euros.
Salimos a explorar la playa, nos dimos un bañitos en sus aguas cristalinas, y cruzamos el paso hacia la otra playa. Tomamos el sol, nos volvimos a bañar, visitamos un poco los comercios de la zona.... Se nos ocurrió la buena idea de comprar unas gafas para bucear. Como las de snorkel valían caras, nos decidimos por las de piscina. Total, lo único que queríamos era ver bajo el agua, y para respirar ya teníamos buenos pulmones. Mañana las probaríamos, pues ahora empezaba el gran espactaculo de la puesta de sol. Ver una puesta de sol rodeado de gigantes montañas de extrañas formas y con ese color de agua, no tiene precio.
El problema fue a la vuelta. Se estaba haciendo oscuro, la marea había subido de forma que había cubierto el paso entre playa y playa. No queríamos dar toda la vuelta como cuando llegamos. Así que preguntamos a una pareja que aparecío de entre la selva, y nos dijeron que trepando por la montañita se podía cruzar. Mi único problema era que había ido descalzo, total si estoy en la playa y no hay ni calles, ¿para que quiero chanclas? Pues entre la oscuridad de la selva y el ir descalzo me llevé un masaje de pies que no os recomiendo a ninguno. Por fin estabamos en Tonsai, estabamos a salvo, nos merecíamos una buena cerveza tailandesa marca Chang.
Al día siguiente nos fuimos de excursión con un kayak que aquilamos, pero la aventura fue tan divertida que le he dedicado un post a parte. Os lo cuelgo después de este. Lo que si os puedo avanzar es que a la vuelta volvimos tan y tan agotados que a las 8 de la tarde estabamos metidos enla cama, duchaditos, cenaditos y listos para dormir.
El día siguiente lo dediqué a descansar, pues el kayak me había dejado destrozado. Tomé un desyuno a base de frutas, muesli y iogurt, busque un arbusto que hacía sombra en la orilla del mar, y entre baño y baño, me dedicaba a leer, a hacer macramé, a pensar, a relajarme, a dormir. Un día de total relax con un escenário de frente inigualable. A la vuelta de el día más relajantre que he tenido en el viaje, conocí a un chico de Lanzarote que me propuso ir a ver un espactaculo de Moe Thai, que al final no acabamos viendo, porque conocimos otros tantos chicos españoles a la hora de la cena. Y dió la casualidad, o quizás es que era el restaurante más barato, que nos juntamos más de 15 españoles cenando en la misma mesa. Aquello fue nuestra perdición. Litros de cerveza corrían por las playas de Railay, habíamos invadido Tonsai. Risas, carcajadas, bromas y más risas. Fuimos el centro de atención durante toda la noche frente a turistas y thailandeses que alucinaban con la que habíamos montado. La noche acabó en un bar de musica en vivo, en que tres de nuestros amigos españoles consiguieron arrebatar el escenário al grupo oficial que tocaba esa noche, y bajo los efectos del alcohol, montaron un espactaculo de cante y guitarra de lo más divertido. Creo que esa noche ha sido la noche más loca de la historia de Railay, pues durante los días siguiente se escuchaban comentarios en inglés, entre locales y turistas, de lo que pasó esa noche. Y es que eso es lo que tenemos los españoles, que no se nos puede juntar.
Al día siguiente habíamos quedado cinco de los que nos conocimos, a las nueve de la mañana, para desayunar juntos. Después, Isa y Mireia, unas catalanas para quitarse el sombrero, se ofrecieron a darnos unas clases de escalada, pues llevan muchos años practicando este deporte y habían venido a Tailandia justamente para eso. Krabi, es el paraíso para los escaladores, pues las formaciones rocosas hacen de sus muros una delicia para los practicantes de este deporte. Además, disfrutar de esos pasiajes colgado de una pared, es algo que hay que probar. Pues pasamos un día genial, entre clases, risas, deporte, riesgo y aventura. Muchísimas grácias chicas por vuestra amabilidad y simpatía. Cada vez que vea algo relacionado con la escalada me acordaré de vosotras.
Y nunca llegaba el día en que dcidía marcharme de Railay. Me sentía tan agusto, estaba tan bien acompañado y el paisaje era tan perfecto, que me hubiera quedado una larga tamporada. Mi problema es que como pensaba que Tailandia no me iba a gustar, no pagué el visado, con lo cual solo puedo estar dos semanas en el país. Así que si quierover algo más, tendré que irme moviendo. Reservé un tiquet para las islas Phi Phi, eso si, alargaría mi estancia un día más, pues teníamos que hacer una gran despedida (ya sabeis como somos los españoles, una fiesta con cualquier excusa) y además era noche de luna llena, o más conocido como full moon party en Asia.
Mi último día sería muy de relax, pero no sin visitar la última zona de Railay, Prang Nang. En primer lugar fuimos a lo que se llama un view point, que es un punto alto en la montaña desde el que hay buenas vistas de la zona. El ascenso fue divertido, pues era un embarrado camino vertical, lleno de raíces que obstaculizaban nuestros pasos, en el que habían colocado una soga para ayudar a trepar la montaña. Era como la escalada del día anterior pero sin arnés, y mucho menos inclinado claro. Una vez arriba las vistas son increíbles. Las dos playas de Railay abrazando la lengua de arena que hacía de pueblo, y las densas montañas selváticas alzandose en forma de acantilados por todos lados. Cuando uno se asoma a un punto así, no cree que la naturaleza sea capaz de reproducir un paisaje tan maravillos.
Después de visitar el view point, intentamos bajar a la laguna. Pero nos dimos cuenta que el camino era bastante peligroso, inclinado y resbaladizo, así que decidimos no llegar hasta abajo. Y en el camino de vuelta fuimos a visitar Prang Nang beach, la última playa que me quedaba por ver. Es preciosa, rodeada de acantilados, estalactitas que parece que van a caer al agua, el agua más clara que las demás. Eso sí, es la que más cerca está de los resorts, así que el turismo es más y diferente a nuestra hippie playa. Lo más gracioso de esta playa es que hay dos cuevas convertidas en templos de oración al miembro sexual masculino. Los tailandeses de la zona se acercan para hacer sus ofrendas en madera y ceramica de diversos tamaños, formas y colores de falos. Es uno de los cultos más antiguos a la fertilidad y la potencia sexual.
Y por la noche llegaría la despedida. En nuestro habitual hippie bar, a la orilla de la playa, tomando unas cervecitas Chang fresquitas, y disfrutando del calor de casi todos los españoles que se encontraban en la zona. A veces uno necesita juntarse con los suyos en una Sapein party.
A primera hora de la mañana y después de un buen desayuno tomamos la barquita que nos llevará a Railay. Se trata de una barquita a la que llaman taxi de cola larga, pues tanto el motor como la hélice están cologadas al final de un largo mástil que hará a la vez de timón. Pues estos taxis de cola larga son la única manera de poder llegar a Railay, ya que se trata de un lugar cerrado por acantilados a lado y lado de la costa.
Al cruzar la barquita el muro de roca y dejar al descubierto el paisaje de Railay, todos nos quedamos con la boca abierta. Aún siendo la playa de al lado, el agua era mucho más clara que en Ao Nang, el color mucho más turquesa, la arena mucho más blanca. Las montañas que rodeaban la playa parecían sacadas de un libro de fantasía, donde la naturaleza dejaba plasmado su arte en las diferentes formas de la roca calcarea. Y detrás de la arena blanca, jungla. Los alojamientos no eran los cutres hoteles de Ao Nang, eran más salvajes todavía. Bungalows construidos con babú y hojas de palmeras se esparcían por la selva en un lugar donde no existe ni una sola carretera, ni una sola calle. Solo algunos restaurantes y bares al más puro estilo hippie a la orilla del mar, daban los servicios básicos para la estancia en lo que dejaría a Ao Nang como una simple playa. El paraíso se había superado a sí mismo.
Y al llegar a Railay, una nueva aventura. Mis amigos de "Un Cambio de Aires" recomendaban un bungalow que se encuentra justo en frente del Forest Resort. Pues al parar en la primera playa, preguntamos al barquero si se encontraba allí, y nos dijo que era en la siguiente playa. Aún y así vi un cartel que ponía Tonsai, y me sonaba de haberlo leído en la página de mis amigos, pero quise hacer caso al barquero, pues se veía que era de la zona. En la segunda parada nos deja en una playa que se llama Railay West. Nos acercamos a preguntar donde se encuentra el lugar que buscamos y nos dicen que era en la primera playa. Para volver nos aconsejan tomar de nuevo una barca que nos cobraría la mitad del viaje. Pero inisitimos en la opción de ir andando, y nos indicaron un sendero que cruza sube y baja una montaña en la selva para llegar a Tonsai. Después de andar, preguntar, perdernos, reencontrarnos, que nos malindicaran, y cargados con todo nuestro equipaje a la espalda, llegamos a la playa de Tonsai. Después de la caminata nos parecía estar en una playa recóndita de la zona, y más tarde nos daríamos cuenta que estábamos justo al lado de donde nos dejó la barca, y que hay un pasadizo entre playas, que trepando una pequeña montañita, se cruz en diez minutos. ¿Porque nos hicieron recorrer toda la zona? Quizás porque donde preguntabamos también teníamos que rechazar sus ofertas de hospedaje. Pero como no me gusta pensar mal, me quedaré con la idea de que no se enteraban bien de qué preguntabamos y por eso nos malindicaban.
Pues una vez llegados al lugar que nos habían indicado, lo encontramos cerrado por ser temporada baja. Así que ahora nos tocaría empezar a preguntar hasta lograr encontrar un sitio baratito. Al final encontramos uno que estaba muy bien. Nos alojamos en bungalows dobles a primera linea de mar por tan solo 200 baths, es decir, 5 euros.
Salimos a explorar la playa, nos dimos un bañitos en sus aguas cristalinas, y cruzamos el paso hacia la otra playa. Tomamos el sol, nos volvimos a bañar, visitamos un poco los comercios de la zona.... Se nos ocurrió la buena idea de comprar unas gafas para bucear. Como las de snorkel valían caras, nos decidimos por las de piscina. Total, lo único que queríamos era ver bajo el agua, y para respirar ya teníamos buenos pulmones. Mañana las probaríamos, pues ahora empezaba el gran espactaculo de la puesta de sol. Ver una puesta de sol rodeado de gigantes montañas de extrañas formas y con ese color de agua, no tiene precio.
El problema fue a la vuelta. Se estaba haciendo oscuro, la marea había subido de forma que había cubierto el paso entre playa y playa. No queríamos dar toda la vuelta como cuando llegamos. Así que preguntamos a una pareja que aparecío de entre la selva, y nos dijeron que trepando por la montañita se podía cruzar. Mi único problema era que había ido descalzo, total si estoy en la playa y no hay ni calles, ¿para que quiero chanclas? Pues entre la oscuridad de la selva y el ir descalzo me llevé un masaje de pies que no os recomiendo a ninguno. Por fin estabamos en Tonsai, estabamos a salvo, nos merecíamos una buena cerveza tailandesa marca Chang.
Al día siguiente nos fuimos de excursión con un kayak que aquilamos, pero la aventura fue tan divertida que le he dedicado un post a parte. Os lo cuelgo después de este. Lo que si os puedo avanzar es que a la vuelta volvimos tan y tan agotados que a las 8 de la tarde estabamos metidos enla cama, duchaditos, cenaditos y listos para dormir.
El día siguiente lo dediqué a descansar, pues el kayak me había dejado destrozado. Tomé un desyuno a base de frutas, muesli y iogurt, busque un arbusto que hacía sombra en la orilla del mar, y entre baño y baño, me dedicaba a leer, a hacer macramé, a pensar, a relajarme, a dormir. Un día de total relax con un escenário de frente inigualable. A la vuelta de el día más relajantre que he tenido en el viaje, conocí a un chico de Lanzarote que me propuso ir a ver un espactaculo de Moe Thai, que al final no acabamos viendo, porque conocimos otros tantos chicos españoles a la hora de la cena. Y dió la casualidad, o quizás es que era el restaurante más barato, que nos juntamos más de 15 españoles cenando en la misma mesa. Aquello fue nuestra perdición. Litros de cerveza corrían por las playas de Railay, habíamos invadido Tonsai. Risas, carcajadas, bromas y más risas. Fuimos el centro de atención durante toda la noche frente a turistas y thailandeses que alucinaban con la que habíamos montado. La noche acabó en un bar de musica en vivo, en que tres de nuestros amigos españoles consiguieron arrebatar el escenário al grupo oficial que tocaba esa noche, y bajo los efectos del alcohol, montaron un espactaculo de cante y guitarra de lo más divertido. Creo que esa noche ha sido la noche más loca de la historia de Railay, pues durante los días siguiente se escuchaban comentarios en inglés, entre locales y turistas, de lo que pasó esa noche. Y es que eso es lo que tenemos los españoles, que no se nos puede juntar.
Al día siguiente habíamos quedado cinco de los que nos conocimos, a las nueve de la mañana, para desayunar juntos. Después, Isa y Mireia, unas catalanas para quitarse el sombrero, se ofrecieron a darnos unas clases de escalada, pues llevan muchos años practicando este deporte y habían venido a Tailandia justamente para eso. Krabi, es el paraíso para los escaladores, pues las formaciones rocosas hacen de sus muros una delicia para los practicantes de este deporte. Además, disfrutar de esos pasiajes colgado de una pared, es algo que hay que probar. Pues pasamos un día genial, entre clases, risas, deporte, riesgo y aventura. Muchísimas grácias chicas por vuestra amabilidad y simpatía. Cada vez que vea algo relacionado con la escalada me acordaré de vosotras.
Y nunca llegaba el día en que dcidía marcharme de Railay. Me sentía tan agusto, estaba tan bien acompañado y el paisaje era tan perfecto, que me hubiera quedado una larga tamporada. Mi problema es que como pensaba que Tailandia no me iba a gustar, no pagué el visado, con lo cual solo puedo estar dos semanas en el país. Así que si quierover algo más, tendré que irme moviendo. Reservé un tiquet para las islas Phi Phi, eso si, alargaría mi estancia un día más, pues teníamos que hacer una gran despedida (ya sabeis como somos los españoles, una fiesta con cualquier excusa) y además era noche de luna llena, o más conocido como full moon party en Asia.
Mi último día sería muy de relax, pero no sin visitar la última zona de Railay, Prang Nang. En primer lugar fuimos a lo que se llama un view point, que es un punto alto en la montaña desde el que hay buenas vistas de la zona. El ascenso fue divertido, pues era un embarrado camino vertical, lleno de raíces que obstaculizaban nuestros pasos, en el que habían colocado una soga para ayudar a trepar la montaña. Era como la escalada del día anterior pero sin arnés, y mucho menos inclinado claro. Una vez arriba las vistas son increíbles. Las dos playas de Railay abrazando la lengua de arena que hacía de pueblo, y las densas montañas selváticas alzandose en forma de acantilados por todos lados. Cuando uno se asoma a un punto así, no cree que la naturaleza sea capaz de reproducir un paisaje tan maravillos.
Después de visitar el view point, intentamos bajar a la laguna. Pero nos dimos cuenta que el camino era bastante peligroso, inclinado y resbaladizo, así que decidimos no llegar hasta abajo. Y en el camino de vuelta fuimos a visitar Prang Nang beach, la última playa que me quedaba por ver. Es preciosa, rodeada de acantilados, estalactitas que parece que van a caer al agua, el agua más clara que las demás. Eso sí, es la que más cerca está de los resorts, así que el turismo es más y diferente a nuestra hippie playa. Lo más gracioso de esta playa es que hay dos cuevas convertidas en templos de oración al miembro sexual masculino. Los tailandeses de la zona se acercan para hacer sus ofrendas en madera y ceramica de diversos tamaños, formas y colores de falos. Es uno de los cultos más antiguos a la fertilidad y la potencia sexual.
Y por la noche llegaría la despedida. En nuestro habitual hippie bar, a la orilla de la playa, tomando unas cervecitas Chang fresquitas, y disfrutando del calor de casi todos los españoles que se encontraban en la zona. A veces uno necesita juntarse con los suyos en una Sapein party.
Que vistas...una verdadera maravilla!!!
ResponderEliminarEstaba esperando estos post! Sabía que te gustaría Railay! ;)
ResponderEliminarjaja seguro que nos maldeciste en ese momento q cargabais con la mochila acuestas por el medio de la selva! con nosotros no fueron tan maliches y nos indicaron el atajo por la playa! jaja es un poco confusa esa zona... pero la verdad es que al principio del viaje no eramos tan explícitos con las indicaciones... ahora hemos ido mejorando! jeje
Pero bueno al final de todo creo que salisteis ganando... nosotros al ser temporada alta pagamos lo mismo por una cabaña que solo pedíamos que no se derrumbara a media noche! q miedo con la de bichos que correteaban por allí!