sábado, 10 de noviembre de 2012

Bangkok

 Hola a todos!

Bienvenidos a Bangkok, la capital Tailandia, la ciudad donde todo es posible.

Tras tomar un bus que me llevaría desde Koh Lanta hasta la capital, pasando todo el día y toda la noche, recorro los casi 1.000 km que me dejarían en la estación de autobuses de Bangkok a las cinco de la mañana. ¿Y ahora que? Entre el agobio de los conductores de tuk tuk ofreciéndose para llevarme a todas partes, me escapo para buscar la estación de autobuses locales, pues seguro que puedo viajar por la ciudad de forma más barata. Por fin la encuentro, y tomo el bus numero tres que me llevaría al barrio más mochilero de todo Bangkok, su nombre es Khao San. Al llegar a Khao San todo está desierto, las tiendas y bares cerrados, incluso la mayoría de los alojamientos han cerrado sus puertas durante la noche y la recepción sigue durmiendo. Así que aprovecha para dar una vuelta por la ciudad, esperando a que alguien me aconseje un sitio bien barato. Después de visitar casi una decena de alojamientos, algunos fuera de mi presupuesto, otros sin camas libres, un trsasnochado ladyboy qu3e intentaba venderme sus más oscuros servicios acaba por informarme de un lugar barato y no tan lleno. Estaba justo al lado, pero no se me había ocurrido entrar por ese sucio callejón. El albergue no es nada del otro mundo, pero tiene una pequeña habitación, con no más que una cama indicidual, una luz, un enchufe y un ventilador, lo justo para descansar. Como me siento muy cansado después del pesado viaje decido descansar un par de horitas, de todas maneras es muy temprano, Bangkok justo empieza a despertar.

Despuès del merecido descando, busco un mapa o algo de información sobre como moverme por la ciudad o que puedo ver en dos días. Nadie me facilita la información, pues los mapas de la ciudad son de pago y la información la dan en agencias de viajes que intentan venderte tours privados, por lo que no les interesan los viajeros que se buscan la vida ellos solitos. Justo apunto de comprar un mapa, encuentro una librería en la que me venden una guía de viaje de segunda mano baratísima, y que incluye el Norte de Thailandia, Camboya, Laos, Vietnam, y la provincia del Yunnan, en China. Se aproxima muchísimo al recorrido que voy a hacer los próximos meses, así que me viene como anillo al dedo. Ahora ya tengo un mapa de Bangkok, ya se cuales son los sitios más populares, así que voy a desayunar y a empezar a explorar la ciudad.

Me dirijo hacia la principal atracción turística de la ciudad, el Palacio Real. Por el camino me entretengo en varios pequeños templos, hablando con los locales que me explican cosas de la ciudad. Saco infoirmación sobtre un evento que tendrá lugar mañana en el río, ya tengo plan. Al llegar al Palacio Real me llevo mi primera sorpresa, no se puede entrar con pantalón corto. Como no tengo intención de volver al hostel ni de comprar uno de esos caros pantalones que venden en la puerta de los lugares donde es obligatorio llevarlos, sigo mi camino, ya volveré mañana. Cuando ando camino al templo de Wat Pho donde se encuentra el Budha Reclinado, me encuentro dos simpaticos hombres que quieren hablar conmigo sobre mi país y mis costumbres. Ellos me recomiendan un bonito lugar al que ir, según ellos se llama el Lucky Budha (Budha de la suerte). Parece ser que ahora hay una ceremonia en el Busha reclinado y estará cerrado al público hasta dentro de dos horas. Pues nada, vamos a ver el Lucky Budha. En el camino me encuentro con Chinatown, el barrio chino de Bangkok, donde enormes mercados de estrechas calles inundan el lugar con miles de productos que comprar. Lo que más me sorprendió es la cantidad de artículos eróticos que pueden comprarse aquí y la naturalidad con que se ofrecen y venden. Desde cientos de películas porno en DVD para todos los gustos, hasta puestos de juguetes para mujeres y hombres, alargadores de pene, incluso un amplio abanigo de pastillas de viagra. Además de todos estos artículos, también se venden montones de produtos informáticos y electrónicos, luces de colores, neones, reproductores de audio y video, telefonos moviles...

Entre el barrio chino y el Budha de la suerte me encuentro con dos templos preciosos, uno al más puro estilo Thai, y el otro totalmente chino, donde me entretengo a hacer fotos de los budhas, los inciensos y la arquitectura religiosa de la ciudad. También cruzo varios canales, pues hay quien llama a Bangkok la Venecia de Asia pues decenas de canales fluviales cruzan la ciudad.

Cuando llego al Budha de la Suerte me doy cuenta que no hay mucha diferencia con el resto de templos que he visitado, bueno sí, el Budha es más grande, más llamativo, y el detalle de su escultura es mucho más detallada. Lo que sí marcó la diferencia fue la ceremonia de monjes budhistas que estaba apunto de comenzar, y a la que fui invitado por el líder de ellos. Entre túnicas naranjas, cabezas afeitadas y esculturas doradas, disfruto de los cantos y rezos de decenas de monjes. Además, me ofrecen hacer fotografias mientras la ceremonia fluye en un relajado ambiente.

Al salir del templo empieza a oscurecer, pero aún y así probaré con la montaña dorada. Cuando llego es completamente de noche, y aunque la montaña está iluminada no puede acceder a ella, pues cerraba a las 17h. Se trata de una pequeña colina con un templo en lo alto, desde donde prometen unas bonitas vistas de la ciudad. Intentaré volver mañana.

Como ya se ha hecho de noche decido volver a Khao San, pues todavía estoy cansado del viaje de anoche. Me pego una ducha y bajo a ver que se cuece en el barrio más turístico de la ciudad. Pubs, alojamientos, tiendas de ropa y souvenirs, tatuadores, puesto callejeres de comida y luces, muchas luces y música a todo volumen intentando atraer a un turísmo con ganas de fiesta. A partir de las diez de la noche la calle se convierte en una fiesta constante, las watios de musica aumentan considerablemente, se venden cubos de bebida y botellas de cerveza en cada esquina. Yo estoy muy cansado, y aunque parece un buen plan, mi cuerpo me pide ir a dormir.

Al despertar decido seguir visitando al ciudad, Bajo hasta el mercado de flores, que se encuentra próximo al río. En el mercado no me canso de hacer fotos, es un lugar bastante thai y muestra el dinámico trabajo que se ejerce en los mercados asiáticos. Desde el mercado de flores, y siguiendo el río accedo al templo de Wat Pho, donde se encuentra el Budha Reclinado. El Templo es precioso, lleno de pagodas y budhas, minitemplos y megatemplos. Y el famoso Budha reclinado, una gigante y reluciente imagen de Budha tumbado sobre una plataforma. Sobretodo impresiona por su tamaño, pues ocupa todo el gran templo de Wat Pho.

Después de visitar Wat Pho me dirijo al Palacio Real. Pero de camino me fijo en un reloj que marcan las 15.50h. A las cuatro empieza el evento en el río, así que como estoy cerca me acerco a verlo. Se trata de un gran desfile militar con barcos tradicionales tailandeses, remando todos al ritmo de tambor, y con una organización sincronizada perfecta que hacen un gran espactáculo en el agua. Lo más importante del evento, es que el principe de Tailandia se encuentra en el barco principal, así que imaginad los sistemas de seguridad e imaginad la de gente que había allí concentrada. Después del espectáculo, que duró más de dos horas, empezaba a oscurecer. Otra vez me había perdido la visita al palacio real y esta vez era la definitiva. Mañana era mi último día de visado en Tailandia y tomaría un bus por la mañana que me llevara a mi siguiente destino, el Reinado de Camboya. Eso sí, que estuviera oscureciendo no quiere decir que no pueda seguir disfrutando de la ciudad. Encuentro un puestecillo donde venden insectos fritos para comer. Desde el desayuno que no he comido nada, así que con hambre todo sabe mejor. Vamos a probar los bichitos. Pregunto por el precio, y aunque no son muy caros, no tengo pensado comerme una bolsa de cada clase. Así que negocio el precio de una ensalada de bichos, entre los que hay saltamontes gigantes, larvas, gusanos y una especie de moscas gigantes. El dependiente pone todo en una bolsita, le hecha unos polvitos por encima y lo rocia con un aspersor, lo que acaba convirtiendose en una especie de salsita salada que se pega a los insectos. Para pasar bien el trago, lo acompaño con una fanta de fresa. Así es, en Thailandia son más originales que nosotros, y tienen como cinco o seis sabores diferentes de fanta, entre ellos la de fresa. El sabor de los bichos, ni buenos ni malos, simplemente salados y crujientes. Las larvas si me dieron un poco más de asco, pues tenían como una carne que no me hizo mucha gracia. Pero las moscas, saltamontes y gusanos no estaban tan malos, pues me los comí todos.

De vuelta a Khao San pasé por un parque donde un grupo de estudiantes me paró para invitarme a chocolatinas, preguntarme sobre música y costumbres en España, y pasar un rato divertido junto a mi. Como despedida me dibujaron un grafiti en mi libreta de apuntes. Y una vez en Khao San, me pego una ducha y salgo a pasear por el barrio.

En Khao San todo resulta extravagante, pues me ofrecieron desde Ping Pong Shows (espectáulo donde chicas lanzan pelotas de Ping Pong con sus íntimas partes), hasta Cat Fish Show o Snake Show (No quiero imaginarme lo que vana a hacer estas chicas con los pobres peces gato y las pobres serpientes). En Khao San tambien hay unos puestecillos donde se pueden comprar imitaciones de carnets, como por ejemplo el de conducir de cualquier país o internacional, el de fotógrafo profesional o periodísta... Uno puede ser lo que quiera en Bangkok. También se ofertan imitaciones de todas las marcas del mundo a precios de infarto. La verdad es que pude resisirme a todo tipo de compras, pues no es mi estilo. Bueno, algo ví que me gustó, pero para mi opinión era un precio desorbitado por tratarse delñ barrio turístico de la ciudad. Y lo más famoso y conocido de Tailandia, los masajes tailandeses. Aproveché mi último día para darme un relajante masaje, en el que retorcieron y crujieron todos mis músculos y huesos. Y sí, tuve que rechazar las tentativas sugerencias de la masajista al finalizar el masaje. Porque en Tailandia la propina siempre es bienvenida, pero ya sabéis que no estoy de acuerdo con este tipo de intercambios económicos. Aún dejando pasar el tenso momento de decir no, la masajista se mereció un diez.

Cuando estaba caminando por Khao San alguien me toca la espalda y me dice, ¡Ei Carlos! Yo no me lo puedo creer. ¿Quien me conoce en medio de Bangkok? Resultó ser Fernando, un chico español que conocí en las Islas Phi Phi. Estaba acompañado de una amigo sueco, con el que empezamos a beber cervezas, a bailar, reir, esquivar a las prostitutas con divertidas bromas, adivinar si quienes nos buscaban para ofrecer sus encantos eran realmente mujeres o no... Pues en Thailandia, hay un alto índice de transexualidad, y muchos de ellos se dedican a la prostitución. Aunque otros muchos ejercen en cualquier puesto de trabajo y eso se merece todo el respeto del mundo, pues en occidente todavía no hemos aprendido a respetar a quien no se siente agusto con su sexo. La fiesta perdió todo el control que pudieramos tener sobre nosotros, perdimos la cuenta de las cervezas, nos perdimos a nosotros mismos.


Y por la mañana... Me desperté quince minutos después de la hora en que había quedado con el bus que me llevaría a Camboya, con una resaca como un piano (eso si aún no iba borracho). Intento reponerme, meto la cabeza bajo el grifo, empaqueto todas mis cosas en la mochila de forma desordenadam, cuido de no dejarme nada por despiste y empiezo a correr calle arriba hacia la agencia de viajes. Mi cabeza retumba a cada zancada que doy, creo que voy a perder el equilibrio en cualquier momento. Cuando llego, casi sin respiración, me dicen que mi bus ya se ha ido, que no va a volver a por mi, que no hay más buses durante el día e intentan aguantar la risa, supongo que por mi aspecto físico y mi aliento a alcohol. La única opción que tengo es salir mañana a la misma hora, y no me cargarán ni un centimo extra. Pero mañana mi visado ya estará caducado. Otra opción es ir con bus local, esos autobuses destartalados que van parando en cada pueblo y en el que hay que buscarse la vida para hacer los transbordos hasta llegar a la fontera. No me veo capaz, mi estado es destructivo. Me voy a dormir, ya me pelearé mañana en la oficina de immigración de la frontera.

El día lo paso entre durmiendo y descansando. No soy capaz de visitar nada, así que el Palacio Real lo dejo para mi siguiente visita. Hoy voy a dedicar el día a sobrevivir a lo que un día hollywood puso en las pantallas de cine. Resacón en Tailandia
















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