Ya hemos abandonado
nuestro primer destino en la India, Jaipur, con muy buen sabor de boca. Hemos
visto bonitos templos, elegantes palacios, la alocada ciudad rosa, pero
sobretodo nos hemos introducido en la cultura india. Para mi ha sido un bonito
reencuentro con la amabilidad de la población rajasthaní, para Maria, una
agradable novedad, pues en poco tiempo se ha adaptado a las nuevas normas
sociales de este país, y ha podido disfrutar de los infinitos detalles que
hacen de los indios un pueblo de gran corazón.
Y ahora que ya
tenemos nuestro inicio consolidado, empezamos a viajar con las incomodidades y
la hospitalidad que encontraremos en el camino. Nos lanzamos a la aventura
subiendo a un tren que nos llevará hasta Ajmer, ciudad base donde tomaremos un bus
hacia nuestro proximo destino, Pushkar. Cuando llegamos a la estación de
trenes, y como es de costumbre, no nos venden un asiento de clase con cama, así
que compramos un asiento muy barato de la clase general. Vamos a intentar por
todos los medios no tener que entrar en un vagón de clase general, pues aunque
hay cosas en India a las que uno se puede acostumbrar, estos vagones pueden
convertirse en un verdadero infierno debido a su sobreocupación (al que le
gusten las emociones fuertes le recomiendo que lo intente por lo menos una
vez). Así que hicimos el truco de colarnos en el vagón de clase con cama, a la
busqueda de un lugar donde acostarnos. De todas maneras, el viaje solo duraría
tres horas, así que tampoco sería un problema viajar incómodos. Nuestra
sorpresa al entrar fue que el tren estaba lleno hasta por encima de sus
posibilidades, no cabía ni un alfiler, así que nos tuvimos que espavilar para
encontrar un sitio donde viajar en el suelo. Sí, en India conseguir un trocito
de sucio suelo en un tren también es todo un reto. Cuando encontramos un
rinconcito donde poder sentarnos, bloqueando una de las puertas de entrada y
salida del vagón, ya parecía que estabamos tranquilos, pero se nos había
olvidado que estamos en India, y que dos extrangeros viajando en el suelo de un
tren pueden convertirse en la atracción de todo el vagón. No dejamos de recibir
visitas en todo el viaje, la gente nos hacía preguntas sin cesar, y a veces,
uno necesita viajar tranquilo, pero sabes que no va a poder ser, así que mejor
aprovechar para reir y disfrutar de las locuras de nuestros amigos indios. A
María le cedieron a ratos un asiento donde viajar más cómoda, pues para ellos,
ver como una mujer extranjera viaja en el suelo es algo inconcebible. Y al
llegar a Ajmer, otra vez a negociar con los conductores de Rickshaw para que
nos llevaran a la estación de autobuses, donde conseguimos comprar un incómodo
tiquet de bus, que nos haría viajar de pie en una autobús donde no cabía ni una
sola persona más, sobre las incesantes curvas que cubren los doce quilómetros
entre Ajmer y Pushkar. Cuando conseguimos dejar ese incómodo autobús, ya
habíamos llegado a nuestro destino, eran las dos de la mañana y el noctámbulo
captador de clientes de un pequeño hotel nos ofreció una buena habitación a un
buen precio. La verdad es que no somos muy exigentes a la hora de dormir, pero
si pedimos como condiciones mínimas agua caliente, wifi y cuanta menos suciedad
mejor. Esta vez no habíamos tenido en cuenta una exigencia que añadiríamos a la
mañana siguiente, pues nos acostamos en un colchón más duro que una piedra, y
el dolor de espalda por la mañana era inevitable. Con los músculos contraídos
nos lanzamos a explotrar el pueblo que un día cautivó mi corazón, el pequeño
Pushkar.
Lo que quedaba de la mañana
lo dedicamos a pasear por las estrechas calles que serpenteaban
laberinticamente alrededor del lago principal. Explorábamos las tiendas típìcas
del lugar, probábamos sus dulces recién sacados del fuego, veíamos como la vida
fluía de un lado a otro cuando los lecheros repartían la leche recién cocida,
los iogurteros preparaban su producto al fuego de la leña, las mujeres
compraban bonitas y coloridas telas y las vacas y perros buscaban en la calle
algo que echarse al estómago. María se animó a adornarse al más puro estilo
hindú, y se compró un pack de esas bonitas pegatinas que las mujeres llevan en
la frente llamados bindi, con decoración colorida y brillante. También
disfrutamos de la interminable variedad de costureros y modistas, que elaboran
sus propios diseños al más puro estilo hippie, con bonitas telas de la zona, No
pudimos resistirnos a probarnos algunas prendas y alguna pasó a formar parte de
nuestro nuevo vestuario.
Para comer, decidimos
buscar un restaurante que ofreciera comida occidental, pues Maria ya había
caído enferma por el cambio de alimentación. Y después de comer, seguimos
callejeando por el pueblo, pues el verdadero encanto de Pushkar se encuentra en
la cotidianeidad de sus calles, la sencillez de sus gentes. Y a la hora del atarceder,
como buenos turistas que somos, fuimos con todo el rebaño a ver la puesta de
sol sobre el lago. Se dice que el lago de Pushkar surgió de un petálo de flor
de loto, con la que el dios Brhama mató a un demonio tras una dura lucha en
este pequeño pueblo. Por este motivo, los hindúes construyeron el único templo
al dios Brahma de todo el mundo, y los turístas tenemos como mito la energía
del lago que atrapa al viajero y no lo deja marcharse de este bonito lugar. Las
puestas de sol sobre el estanque son de las más emotivas que se pueden
encontrar en toda la India, no solo por su belleza, sinó por el ambiente de los
gitanos tocando los nostálgicos violines del Rajasthan y las gitanas cantando.
Lógicamente, esto es un reclamo turítico, y siempre piden dinero a cambio de
que te canten, bailen o toquen el violín, incluso una vez finalizada la
actuación, quieren venderte el violín. Pero la amabilidad y respeto con la que
se ofrece hace que Pushkar, junto con Goa, Hampi y Rishikesh, sean de los
pueblos con más atracción para el turista "hippie", y lo que yo llamo
pueblos de no retorno, pues mucha gente queda atrapada allí.
Aunque intentamos
irnos pronto a dormir, la música no dejó de sonar en toda la noche. No era
música de pujas hindúes ni se trataba de rezos coránicos musulmanes, sino de
potentes altavoces en la calle, con música india moderna, a todo volumen.
Mañana tendrá lugar el festival de cometas de India, donde Pushkar y Jaipur son
los pueblos donde más se vive esta festividad.
Bien temprano por la
mañana, nos despertamos al ritmo de los altavoces, y subimos al terrado del
hotel para ver como se desarrollaba el festival. Parecía que no hubiera nadie
en la calle, pues los terrados de todo Pushkar estaban llenos de gente, todos
con sus cometas, pasando un bonito día familiar. Los niños jugában con sus
amigos, los adultos, con sus amigos también. Porque una de las joyas más
preciadas que tiene India es el espíritu de la eterna juventud, con el que un
adulto es capaz de disfrutar como un niño en un día festivo de alegría y
diversión. Desayunamos en el terrado, disfrutando nosotros también del
festival, ayudando a los niños a desenredar las cometas que caían en nuestro
hotel, y contagiandonos de las risas y alegrías que desprendían calentando el
frío de la dura mañana.
Después del desayuno
fuimos a visitar los puntos de interés de la ciudad. Descubrímos el imponente
templo sijk, visitamos el exclusivo templo de Brahma, y fuimos al camino que
lleva al desierto, donde se encuentra todo el tráfico de camellos de la ciudad.
En este lugar se pueden ver los gitanos de los pueblos del desierto que llegan
a Pushkar para comprar alimentos y telas, y los camellos que van y vienen,
algunos cargando bonitas carrozas, y otros ofreciendo a los turístas un paseo
por los desiertos cercanos. Nosotros decidimos pasarlo bien observando las
extrañas caras que ponen estos animales, y después decidimos vivir la
experiencia de un lugar sagrado, los ghats del lago por la mañana. Al entrar en
la zona de ghats, como en cualquier lugar sagrado de la India, uno debe
quitarse los zapatos. Una vez que bajamos los ghats (escaleras sagradas que
llevan a lagos, rios y mares para las prácticas religiosas), todo se llenó de
espectáculo y color. Hombres, mujeres y niños vertían el agua del lago sobre
sus cuerpos, algunos rezaban, otros se zambullían en el agua realizando las
abluciones sagradas, las mujeres lavaban sus ropas para llenarlas de energía
divina, y la vacas iban de aquí para allá, sorprendiendonos saliendo de una
ventana o trepando por las escaleras de los ghats. Tampoco nos faltó atención
en el lugar sagrado, pues un sadhu nos dió su bendición pintando un punto en
nuestra frente, y una simpática família quiso que le hicieramos una sesión de
fotos muy divertida. Ensimismados por esta bonita experiencia, perdimos el
sentido del tiempo, y al recuperarlo decidimos que era hora de seguir nuestro
camino. Muy a nuestro pesar, el tiempo nos apretaba para visitar más lugares de
Rajasthan, aunque tanto María como yo estuvimos de acuerdo en que Pushkar es un
lugar en el que quedarse por una larga temporada. Aún y siendo la segunda vez
que visito esta acogedora población, me voy con la sensación de que no será la
última vez que veré ponerse el sol sobre el lago de Brhama.
Jolines Carlos no me entero de na,,,hace ya un montón de días que colgaste esta pagina y yo la veo ahora.
ResponderEliminarSabes una cosa? Escribiendo eres único pero llorando yo te gano has hecho que no pudiera dejar de llorar mientras relatabas tu historia.
Leyendo yo también e aprendido algo y es que no se puede obligar a la gente a hacer cosas por egoísmo propio, me refiero a cuando yo te digo que tienes que volver y poner una fecha de fin, ahora pienso que tu tienes que vivir tu vida como tu quieras vivirla y si eres feliz a si pues adelante nosotros los que te queremos te seguiremos desde España y mas ahora que ya e aprendido a manejar esto.
Bueno guapo hasta pronto besos cuídate
Por cierto cuando me has hecho llorar y la pagina que no había visto es la que explicas como ben istes y los días de navidad que pasaste en España con la familia y amigos
eeeee Mariaaaaa que te queda bien poquito
ResponderEliminarJohia,,,,lo que te estoy echando de menos, parece mentira con lo pesada que eres ja ja ja
el viernes por la noche no vengas con tonterías de que estas cansada o de que tienes el sueño cambiado por que tenemos cita a las 9 en el Maverik a si que ves poniéndote las pilas.
Estoy siguiendo todo el viaje y es alucinante me hubiera gustado ir con vosotros bueno otra vez será se dice que no hay que perder las esperanzas.
Disfruta de lo poquito que te queda que es solo un día.
Besos para los dos
he leído hotel?? os fuisteis a un hotel pudiendo estar en una furgo hippie??? jajaja supongo que al menos se la enseñarías jiji
ResponderEliminarTu sabes el frio que hace en India? Si que se la ensene pero no me dio su opinion. jajaja. Volvere a Pushkar con calor solo por dormir en mi querida furgo. Un beso guapa
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