sábado, 20 de abril de 2013

Calcuta. Definitivamente



Hola a todos!

A primera hora de la mañana llegaba a Calcuta. Solo había estado cinco dás fuera pero me había parecido una eternidad. La noche pasada no pude dormir casi nada, pues un fuerte dolor de cabeza me estuvo atormentando durante todo el camino, supongo que fue provocado por la altura a la que se encuentra Darjeeling. Lo primero que hago al llegar a Sudder Street es ir a buscar a mi amiga Sheila, pues se que se suele despertar pronto para ir a trabajar a la ONG en la que colabora. Sheila me invita a desayunar y me ofrece colabrorar en acompañar a unos amigos de la calle al hospìtal. Conozco bien a esta familia de mis últimos días en Calcuta, y por supuesto que me apetece ayudarles. No se con que proposito he vuelto a Calcuta, no tengo ningún plan, el corazón me ha traido de nuevo aquí, así que simplemente voy a dejarme llevar.

Puja, la mujer a la que voy a acompañar al hospital, ha vivido casi toda su vida en la calle, bueno, mejor dicho, en esta calle. Apenas conoce la ciudad donde vive, y no sabe como hacer uso de los servicios públicos que estan a su disposición. Ahora vive en la acera, bajo un toldo de plastico, junto a Mahidul, su marido, y Melisa, su hija de un año y medio. Acaban de hacerle la prueba del embarazo y ha dado positivo, así que dentro de siete meses va a traer al mundo un hermanito para Melisa. Mahidul, su marido tienes problemas con el alcohol y la marihuana, así que a veces discuten porque no llega a casa el dinero que debería llegar para alimentarse. Lo normal es comer un plato al día, aunque Puja reconoce haber estado algunos dias sin comer. El motivo por el que quiero ayudarles, es porque considero que sus problemas podrían disminuir un poco tan solo aportando alguna información a la que nunca han tenido acceso. Así que nos ponemos manos a la obra y visitamos el hospital público más grande de Calcuta, el Medical College. Para quien no lo sepa, la mayoría de los hospitales de India son públicos, y lo único que se necesita para ser atendido són las dos rupias que vale el tique y una buena dosis de paciencia para aguantar las largas colas que provoca a superpoblación del país.

Primero, visitamos al doctor de cabecera, quien nos recetó montones de pruebas para las que debíamos conseguir fechas en los distintos edificios que componian el recinto hospitalario. Después de toda la mañana rellenando documentos, visitando doctores y reciobiendo dia y horas para las pruebas, conseguimos completar casi todo lo que nos habían pedido. Y el culpable de que no acabasemos con todas las fechas no fueron solo las colas para visitar al doctor, sino que aproveché esta primera visita para enseñare a Mahidul como tiene que llevar a su mujer al hospital cuando ella lo necesite. Muy amablemente quiso aprender y colaborar en todo, así que  después de varias visitas juntos Mahidul se enfrentaría en solitario a la burocrácia hospitaliaria, satisfaciendo las necesidades que la salud de su mujer requieren.
 
Mientras empleaba las mañanas en el hospital con Puja, Mahidul y Melisa, aprovechaba las tardes para conocer gente. Entre tantos, conocí a un grupo de chicas españolas con las que exploré una parte diferente de la ciudad. Con ellas disfrutábamos de buenos restaurantes y lugares bonitos. La verdad es que disfrutar de los mejores restaurantes de la ciudad por un precio inferior a diez euros por persona merece la pena, aunque al volver a la realidad de la calle a la mañana siguiente te hace remover todo tipo de sentimientos. Y como yo he venido a viajar para aprender y experimentar, estuve unos días jugando a saltar entre los polos más opuestos de Calcuta. Disfrutaba de lujosos manjares por la noche, mientras pensaba en que mi familia amiga no tendria un plato que echarse a la boca, y me iba a dormir con decenas de preguntas que empezaban en ¿Por que? No entiendo el por que yo puedo dormir en una cama, y ellos tienen que dormir en la calle, el por 1que yo puedo disfrutar si quiero de los restaurantes mas caros de la ciudad y ellos deben conformarse con un plato al día, el porque, por la simple ubicación geográfica o familiar de tu nacimiento, estas destinado a unas opciones u otras. Y la familia de Puja no paraba de enseñarme cosas. Me invitaban a comer de lo poco que tenian, no me faltaba te en ninguna de mis visitas, y compartian "su casa" como si fuese la mia. Me regaalaron dos camisetas que un turista les había dado, pues según Puja, lo que le dan es para compartir. Jugar con mis sentimientos entre lo rico y lo pobre me ha hecho entender muchas cosas que me costaban digerir, y es que a veces, uno tiene que llegar a los extremos para entender las verdades de la vida, pues lo que nos eja indiferentes no va a hacernos reaccionar.

Entre los amigos que fui conociendo estaba Jose, una persona a quien admiré desde el primer dia, pues nos conocimos discutiendo sobre las perspectivas de las relaciones humanas. Una vez acabada la discusión, me sentí afortunado de encontrar alguien que me plantara cara ante mis argumentos, yq ue me diera otra perspectiva de como se puede ver el mundo. Jose es un chico aventurero que empezó viajando por India, continuó colabrorando con ONG`s de Calcuta, y terminó por dejar su vida en España para dedicarse por completo a la creación de una ONG en la zona rural de Sunderban. Después de tres años viviendo en Bengala Occidental, su proyectro ya cuenta con un colegio público donde asisten más de doscientos niños, una cooperativa de trabajo para mujeres que les está dando autosuficiencia, y un proyecto de ecoturismo para acabar de financiar sus proyectos desde la propia zona y poder enseñar tan bonita tierra a quien quiera descubrirla. Pues bien, Jose se mostró hospitalario en mostrarnos sus proyecto, y nosotros curiosos por conocerlo, así que junto a cuatro simpáticas chicas de madrid, nos aventuramos a visitar Sunderbans de la mano de Jose. Salimos de Calcuta a mediodia en un coche modelo Ambassador Classic que Jose había adquirido hacía poco, y el que nos dejó tirados frente a una aldea en medio de campos agrícolas después de pinchar la rueda. Conseguir cambiar la rueda pinchada por la de repuesto fue toda una aventura, pues no disponiamos de las llaves para hacer el cambio y los coches que parabamos tampoco. Al final, con la ayuda de los aldeanos, conseguimos cambiar la rueda, pero el incidente nos hizo llegar a Sunderbans de noche, justo para cenar algo e ir a dormir. Al día siguiente nos despertamos en una casita hecha de bambú, bajo unas mosquiteras. AL salir a la calle, nos parecía estar en el paraíso. Nada más salir a la calle una enorme charca, de unos dos metros de profundidad, nos esperaba para darnos un chapuzón, y después nos ducharíamos en una fuente de bombeo automático.
 
En el día y medio que estuvimos en la aldea donde vive Jose, estuvimos más que bien atendidos, pues Jose es un magnífico anfitrión. Visitamos el colegio construido en un refugio anticiclones, compartimos un ratito con las mujeres que hacian nuevos diseños de ropa para la cooperativa, y estuvimos ayudando en la cosntrucción de casitas de bambú, paja y barro, que en poco tiempo servirán de alojamiento a los turistas que se acerquen a conocer esta bella tierra tropical. En cuanto a la comida, la estuvimos compartiendo con los niños del colegio, donde tuvimos un rtito para jugar con ellos y conocimos a algunos de los profesores del centro. Uno no valora la suerte de vivir en un lugar así hasta que no lo visita. Disfrutar del fresquito de las casitas de barro, sentirse acogido por la hospitalidad de la gente de las aldeas, dejar que la vista disfrute de bellísimos paisajes, y trabajar en un bonito proyecto en medio de la naturaleza, compartiendo con gente a la le encanta compartir. He de decir que Jose me ha provocado cierta envidia sana, que ha contribuido a remover algo más lo que Calcuta ya había removido. Desde hace un mes y medio siento que estoy cambiando, siento diferente y aprendo a ritmo acelerado. Lo que no se es hacia que camino va a llevarme esto, simplemente, me dejo llevar por la intuición, ella nunca me falla.
 
Después de volver de Sunderbans he seguido ayudando a la familia de Puja, pero ahora veo ue son más inpedendientes en cuanto al hospital. Esto me deja tranquilo, porque tengo la esperanza de ue el nuevo bebe no nazca en la calle en manos de turistas como nació Melisa. Además, me dan mas tiempo para dedicarme a otra gente, poder conocer las vidas de los que viven en la calle, descifrar cuando mienten para que les des algo o cuando lo que te cuentas es la cruda realidad.

Uno de los días entre tanta normalidad, me ofrecieron una oferta de trabajo que no pude rechazar, convertirme en actor de cine bengalí por un día. Pasaron a recogernos a Amaia y a mi sobre las nueve de la mañana, nos levaron a un colegio donde se estaba llevando a cabo la gravación. Entramos en un aula a esperar mientras unas chicas gravaban una escena deportiva. Mientras, nos dieron de desayunar, y el agua y el te no faltaron en ningún momento. Después de una larga espera se dispusieron a maquillarnos, a Amaia la peinaron, a mi me dejaron con una cola para que no se notara mucho que llevo el pelo largo. Algo que no entendimos fue que después del maquillaje vino la comida, un bufet libre de verduras, carne, pescado, chutneys y curries, que nos hizo perder todo el pintalabios. Y ahora si llegaba el gran momento, pues fuimos al estudio de gravación, donde pudimos ver como rodaban dos escenas antes de que llegara la nuestra. Salimos en dos escenas, aunque nuestro protagonismo fue limitado, ya que nos contrataron para hacer de extras e hicimos bulto en ambas escenas. Pero la experiencia no tuvo desperdicio alguno, aunque reconocemos que las mil rupias que nos pagron no merecen para nada la pena por las trece horas en las que nos tuvieron ocupados. Eso sí, conocer un estudio de gravación en primera linea no tiene precio, así que si alguno pasa alguna vez por Calcuta y tiene la oportunidad de trabajar en cine bengalí, queda totalmente recomendado.

Mi último día en Calcuta fue un día muy especial, pues la familia de Puja me había invitado, tanto a mi como a mi amiga Maria, como a un nuevo amigo llamado Banjamín, a visitar su aldea, donde vivian antes de que su casa de barro se viniera abajo con las lluvias. La aldea donde vivian es un lugar mágico, escondido entre la jungla, rodeado de charcas de agua y de hectareas y hectareas de campos de cultivo donde pueden abastecerse de todo tipo de frutas, verduras y hortalizas. Los animales corretean libres y la gente vive tranquila y parecen muy muy felices. Tanto niños como adultos, sienteb la timidez de haber visto a muy pocos extrangeros, pero su curiosidad y hospitalidad hacen que en poco rato hagamos buenas migas. Los niños corretean semidesnudos por los barrizales, mientras hombres y mujeres trabajan el campo y alimentan a los animales. Parece un buen lugar para vivir, y es el deseo de Puja y Mohadil, el problema es que tienen que construir su nueva casa y ni tienen fondos para hacerlo, ni tiempo antes de que lleguen los monzones. En la aldea hemos sido muy bien acojidos por el hermano de Mohadil, el cual ha preparado una deliciosa comida a base de arroz, una verdua llamada ladyfingers y pollo con curry. Hemos disfrutado jugando con los niños, visitando los campos de cultivo, provando cada una de las frutas y verduras que hacen crecer. Hemos visto crecer piñas salvajes, bananas, lichis, tomates, judías, calabazas y calabacines, entre otros alimentos cien por cien naturales.

Y ahora si me despido de Calcuta, y no porque no me apetezca estar más tiempo, sino porque he acabdo saturado de información y cambios en mi. Necesito irme fuera, al menos durante un tiempo, para digerir todo lo que Calcuta ha removido dentro de mi. India tiene la capacidad de enseñar mucho, pero llega un momento en que no se puede digerir más desde dentro y uno necesita verlo todo desde fuera para entender. Yo de momento me voy a Delhi, tengo un tren de veintitres horas y muchos negocios que hacer. El verano se acerca y debo buscarme la vida para sobrevivir un año más. Así que... nos vemos en la capital, y allí decido que hago con el mes que me queda.























miércoles, 17 de abril de 2013

Darjeeling. Vivir en vertical


Hola a todos!

Después de despedirme de todos los amigos que he hecho durante el mes que he pasado en Calcuta, fui a buscar mi mochila al hotel para dirigirme a la estación de trenes de Sealdah. Cual fue mi alegría que al pasar por Sudder Street, algunos de mis amigos que viven en la calle se habían juntado para decirme adiós mientras yo pasaba con mi mochila a cuestas. Los tenderos gritaban "Buen Viaje" desde sus puestecillos de la calle, y yo caminaba con una alegría que pocas veces he sentido, pues despedirme de Calcuta con tanto cariño aculumulado es algo que en pocas despedidas me ha pasado. Incluso cuando tomé el bus que me llevaba a la estación de trenes, sentía una fuerza que me arrastraba a volver al que se ha convertido en mi barrio, mi hogar. Hasta que el tren no se puso en marcha, estuve indeciso entre partir o darme la vuelta y quedarme en Calcuta, el problema es que si me rendía ahora, me quedaría atrapado en Calcuta para siempre. Así que lo mejor fue tomar ese tren que viajaba hacia el norte. En seguida me quedé dormido y conseguí despertarme justo cuando estabamos llegando, tras doce horas de viaje.
 
Mi primera intención era viajar de Calcuta a Darjeeling, turística estación de montaña conocida por sus plantaciones de té, pero decidí retrasar un día mi llegada a Darjeeling, pues me encontraba muy cerca de la frontera con Nepal, y en menos de una semana se terminarían mis noventa dias del primer período de mi visado. Y es que para los españoles, el visado de India es de seis meses con múltiple entrada, pero no se pueden estar periodos más largos de noventa dias. Así que tomé un bus dirección a la frontera nepalí, con intención de pasar un día en el país de los Himalayas, para al día siguiente volver a India y así disponer de otros tres meses más en el país. El bus no tardó más de una hora en llegar a la frontera, donde pasé mi primer control como turista que sale de India. Después crucé el puente que cruza el rio que separa los dos países, y sellé mi entrada en Nepal. El problema de hacer estas salidas burocráticas es que tienes que pagar el visado del país al que entras, lo vayas a disfrutar o no. Así que me tocó pagar los veinticinco dolares pertenecientes a quince dias de estancia en Nepal, aun sabiendo que al día siguiente iba a dejar el país.

Al cruzar la frontera, busqué un lugar donde pasar la noche, y conocí a un chico muy amable, quien se fijó en mis tatuajes, y al que le encantaba la música y me invitó a pasar la tarde con él y sus amigos músicos. Me llevó con su moto a un bar a las afueras del pueblo, construido a modo de cabaña con bambú y paja, donde servían un vino local que consistía en fruta triturada en una gran jarra donde uno iba sirviendose agua al gusto y la fruta daba sabor para cuantas jarras de agua quisiera uno tomar. Lógicamente era un vino de una graducación en alcohol muy baja, pues acabamos bebiendo como cuatro o cinco jarras y la borrachera nunca llegó, aunque si he de reconocer que un poco contentillos nos fuimos a dormir.
 
Al día siguiente me desperté muy temprano para cruzar la frontera. Una vez conseguido el sello que me permitía estar noventa días más en India, tomé el bus de vuelta a Siliguri, el lugar donde me había dejado el tren de Calcuta la mañana anterior. La única forma de llegar a Darjeeling, es tomando un jeep en Siliguri que trepa por los Himalaya durante tres horas de intensas curvas, hasta llegar a los dos mil dos cientos noventa metros de altura que coronan la ciudad. A partir de las dos horas de camino empieza a entrar por la ventana del jeep un fío que hacía meses que no sentía, y mucho menos a estas horas de la mañana. Las vistas desde la carretera se hacen cada vez más espectaculares, pues estamos escalando la montaña por una de sus caras, y abajo quedan los valles donde hemos tomado el jeep.

Una vez en Darjeelig, parece que hemos entrado en un mundo nuevo. Los rasgos de la gente son totalente tibetanos, las construcciones de las casas totalmente alpinas, y los templos hinduistas y mezquitas musulmanas de Calcuta han sido substituidos por decenas de monasterios budhistas tibetanos, donde las benderolas de colores se agitan con los frios vientos de las montañas. Darjeeling es una ciudad vertical, construida por las colonias britanicas en una de las caras de la montaña, con la intención de convertirlo en un puerto de ocio donde las temperaturas son agradables además de un centro de producción de té. Alredor de la ciudad, todas las montañas están cubiertas por un manto de jardines de té que me hacen recordar a lugares como Munnar en el Sur de India o Cameron Highlands en el Oeste de Malasia.
 
Nada más llegar me encuentro con Alesandro, un amigo italiano que conocí en Calcuta. Amablemente me ayuda a encontrar un hotel donde alojarme, y me enseña los cuatro puntos centrales de la ciudad, ya que al ser una ciudad construida en vertical, se convierte en un laberinto de calles que intentan trepar hacia los puntos más altos, allí donde se encuentra nuestro hostel. Esta tarde la voy a tomar para descansar, ya que el clima me predispone a ello. Por la noche salimos a cenar, y pudimos disfrutar de nuevo de la verdadera comida tibetana. Sopas de noodles (fideos chinos), momos (empanadillas) vegetales y de pollo, fideos fritos con mezcla de sabores... una variedad culinaria para chuparse los dedos. Además, como ahora estoy sintiendo el verdadero frío de las noches de Darjeeling, una buan sopa calentita me va a sentar de maravilla.

Por la mañana, me despierto con el deseo de que el cielo este limpio de nubes, pues uno de los atractivos de Darjeeling es que como se encuentra a más de dosmil metros de altura, proporciona unas buenas vistas de la cordillera del Himalaya, especialmente del tercer pico más alto del mundo, El Kachenchunga. Pero por pronto que me he levantado, no he podido ver nada, pues un manto de nubes cubría el cielo de Darjeeling. Así que he ido a desayunar con Alesandro y después hemos ido a dar un paseo por las inclinadas calles de la ciudad.

En primer lugar que hemos visitado es un monasterio busdhista tibetano, famoso por ser el lugar donde se encontró "El Libro Tibetano de los Muertos", un clasico de la bibliografía del Tibet. El interior estaba cerrado, pero hemos podido disfrutar del colorido de sus fachadas, como de los interminables cilindros de oración con los mantras giratorios, y de las pinturas de su puerta, referentes a la mitología budhista del Tibet. Como para llegar aquí hemos tenido que bajar algunos metros, ahora toca subir de nuevo a la ciudad, así que con paciencia alcanzamos el pico de nuevo,
 
Ya que pasabamos por su lado, hemos aprovachdo para entrar en la oficina de turismo del gobierno para que nos informen sobre como se pueden hacer trekkings por libre en la zona. El problema que nos hemos encontrado es que los dos principales trekkings de la zona, el Singalila y el Goecha La, son de pago, y a cual de ellos más caros. De pago me refiero a que el Singalila te obliga a contratar un guía, ya que discurre en la zona fronteriza de Nepal, y no se permite pasar por esta zona a turistas solos. En cuanto al Goecha La, no solo se exige guía, sinó que hay que sacar unos permisos de trekking, y organizar todo el viaje con una agencia. Ellos se justifican diciendo que es una zona próxima a la frontera tibetana, y que es una zona muy peligrosa. El resto de trekkings que se permite hacer por cuenta propia no ofrecen mucho interés, ya que se recorren aldeas cercanas a monasterios, pero ni hay un ascenso relevante, ni se acercan a los grandes picos del Himalaya. Así que me resigno a hacer trekking en esta zona y decido explorar la ciudad hasta que me canse. También he decidio la idea de viajar al Sikkim, ya que aunque es una zona preciosa, tiene el acceso restringido en la mayor de sus areas, y solo dejan visitar la zona de menos interés, por lo menos para mi, que busco las grandes montañas del Himalaya. El gran problema de esta zona es que es un lugar estratégico, ya que colinda al oeste con Nepal, al Este con Bhutan, al Sur con Bangladesh y al Norte con el Tibet Chino. Y yo, furioso enemigo de las prohibiciones, no me siento del todo bienvenido en zonas como esta.

Al salir de la oficina de turismo decidimos callejear por Darjeeling. El primer lugar que encontramos es la colina del observatorio. Se trata de un punto elevado de la ciudad, con buenas vistas a Nepal y sus montañas, pero que como el día esta extremadamente nublado, no podemos ver nada. Eso sí, podemos disfrutar de un bonito complejo de templos, una mezla entre hinduismo y budhismo tibetano. La estructura recuerda a los templos nepalíes, las banderas de colores a la religión tibetana, y las pinturas y figuras de los dioses, un poquito a todo. Pequeñas estatuillas de budha comparten lugar con imagenes de Shiva, Parvati y Ganesh. Y las ofrendas se mezclan entre las velas e inciendo del budhismo con el fuego, el agua, el aire y la tierra del Hinduismo. La verdad es que ha sido uno de los templos más curiosos que he visitado.
 
Un poco más abajo nos encontramos con una gran iglesia católica de los tiempos del colonialismo, y un jardín privado donde una enorme estatua de Shiva corona una fuente de agua. Este jardín se usa para las celebraciones culturales de la ciudad. Un poco más abajo nos encontramos con el zoo de Darjeeling, con muestras de animales de las montañas, al que decidimos no entrar por principios éticos. La pena es que en el interior del zoo se encuentra el Instituto de montañismo y el museo del Everest, donde se expone todo tipo de información sobre las montañas más altas del mundo.

Siguiendo nuestra ruta hacia el norte, nos encontramos con un gran instituto de arquitectura colonial, donde estudiantes de familias adineradas de diferentes partes de India acuden para finalizar sus últimos años de estudios, La fama de la educación en Darjeeling es de las mejores de la India, ya que los ingleses abrieron grandes centros de buena calidad y tras la independencia, los lugareños se encargaron de proteger dicha reputación manteiendo la calidad de estudios de dicha fama.

El final de nuestra visita a la ciudad culminaba en el funicular, que desde el punto donde nos econtrabamos hacía un circuito de unos cuarenta minutos sobrevolando los campos de té. Decidimos no subir, ya que el cielo estaba totalmente nublado, y debido a la altura en que nos encontrabamos, Darjeeling se submergía entre las nubes y no se podía disfrutar de los paisajes. Así que como nos encontrabamos muy abajo, decidims tomar un taxi que nos subiría de nuevo hasta el punto más alto de la ciudad. Paramos cerca del mercado, donde dimos una vuelta para disfrutar de la vida rutinaria de la ciudad, viendo como se compraban y vendian los diferentes productos. Yo me animé a probar una espcie de queso de yak seco, más bien petrificado, que había a uno partirse los dientes intentando morderlo. El truco era mantenerlo en la boca como media hora y después disfrutar del sabor a queso. También visitamos la torre del reloj, un torreón de piedra de la época colonial.

Los tiempos muertos los pasabamos en Chow Rasta, la plaza principal del pueblo, donde centenares de turistas indios adinerados paseaban con sus familias en busca de alguna cara y bonita joya tibetana que colgarse al cuello o en busca de unos momos para echarse a la boca. Entre lujosas tiendas de té, yo encontré un lugar en el que perderme durante horas, una bonita y gigantesca librería especializada en cultura, religión y mitología tibetana, donde había miles de libros referentes a Budha, El Dalai Lama, los grandes monasterios de la zona o la história de los Gorkhas, los grandes guerreros nepalíes que lucharon por defender sus tierras y a los que fueron arrebatadas las zonas de Darjeeling y Sikkim. Es por este motivo histórico, que la gran mayoría de los habitantes de esta zona creen en el independentismo de Darjeeling y Sikkim y creación de un estado llamado Gorkhaland, y esto se refleja en las decenas de carteles y pintadas en los negocios y casas particulares, y algunas manifestaciones pacíficas que pude ver en mi estancia en Darjeeling. La verdad es que al entrar en Darjeeling uno se siente como en otro país, como en otro mundo, pues los habitantes tibetanos de Darjeeling no tienen nada que ver con los hindues o musulmanes de Calcuta, y ambos pertenecen al estado de Bengala Occidental, dentro del país de India.
 
El segundo día de visitas fuimos a ver las dos versiones de tren que existen en Darjeeling. Sí, es verdad que antes he dicho que la única manera de acceder a la ciudad es en jeep, pero es que la opción del tren la considero más una atracción turítica que un transporte, ya que existe la opción de subir en tren a Darjeeling pero tarda siete horas en harer un trayecto de ochenta kilómetros, y el precio es excesivo. La velocidad máxima de este tren es de diecisiete kilómetros por hora. También existe la opción de visitar las aldeas cercanas a Darjeeling en un tren de vapor. Pues bien, nosotros nos conformamos con visitar la estación de trenes y ver como reparaban la locomotora de uno de estos trenes de vapor.

Después fuimos andando en busca del monasterio de Dali, un gran centro budhista donde viven centenares de monjes y donde la visita está abierta al público. Por el camino pudimos disfrutar de unas increíbles vistas de la ciudad desde las colinas laterales. La visita al monastero fue de lo más intereante, pues pudimos visitar la sala de oraciones donde los ancianos pasaban el día haciendo girar los grandes cilindros de los mantras y también pudimos ver como se organizan a la hora de la comida para alimentar a decenas de jovencísimos novicios de la religion budhista tibetana. Todos con sus cabezas afeitadas, sus hábitos granates y con más ganas de jugar que de aprender, los chicos se divertían con nuestra visita.
 
De vuelta a la ciudad, desde un jeep escuche un grito que decía mi nombre. No podía ser. El jeep se paraba y de él bajaba Vasily, uno de mis grandes amigos que conocí en el Kumbh Mela. Tras un fuerte abrazo, estuvimos toda la tarde hablando de lo que habíamos hecho desde que nos separamos en Varanasi. Que alegría poder compartir histórias con buenos amigos.

Al día siguiente Alesandro nos despertaba a las cinco de la mañana. ¡Las Montañas! La mañana estaba limpia de nubes, y en el cielo, el tercer pico más alto del mundo, relucía como si estuviera volando entre las nubes bajas que lo cubrían. Sin lavarnos la cara siquiera, corrimos hacia el observatory Hill, desde donde esperabamos disfrutar de unas bonitas viestas del Kachenchunga. Y así fue. Perdimos la noción del tiempo y del lugar, hipnotizados bajo la imponente mirada de la gran montaña. Nos sentimos afortunados por haber llegado a esta hora, ya que las nubes empezaban a levantarse, y en breve no se podría ver nada. Hoy era mi última día, y las montañas habían querido agradecer mi visita. La mañana la pasé recibiendo a unos amigos de Murcia que había conocido en Calcuta y que acababan de llegar a cual más enfermo. Por suerte era cosa del estómago, así que con reposo y un poco de cariño se les pasaría, Yo tomé el jeep de vuelta a Siliguri con mi amigo Vasily, del cual me despedí en la estación de trenes. Él tomaba rumbo a Varanasi, y yo.... No pude frener las irremediables ganas de volver a Calcuta. Echaba de menos la ciudad, la gente, su calor y hospitalidad. Sentía que mis dias en Calcuta no habían acabao y que me quedaban experiencias por vivir. Así que, ¿Por que escuchar a la mente que te empuja a seguir viajando cuando el corazón quiere quedarse en un lugar? ¿Tan malo es establecerse después de un año y dos meses sin parar de moverse? Vuelvo a Calcuta y me iré cuando mi corzón me diga que ya es suficiente. Nos vemos en Sudder Street, nos vemos en casa.



















viernes, 12 de abril de 2013

Calcuta. Intensamente


 
Hola a todos!

Después de más de un mes viajando acompañado, me volvía a encontrar solo otra vez, inmerso entre el gentío de la gran ciudad. Sentía esa extraña sensación que dejan las despedidas, una mezcla entre el vacío de los pequeños detalles de las personas que se hacen querer y la satisfacción de haber disfrutado de una nueva y buena amistad. En este momento no solo añoraba al recién despedido Antonio, sino que al encontrarme solo empezé a extrañar a mi gran amigo Mariano, y a toda la gente que había conocido desde que me adentré en el Kumbh Mela. Pero también, en estos momentos, se desata el gusanillo de la curiosidad y se desencadenan los pensamientos más aventureros de todo el viaje, pues de nuevo me encuentro solo, de nuevo tengo total libertad incondicional, de nuevo tengo que buscarme la vida para disfrutar de mi viaje aprovechando cada lugar, persona y experiencia que se me cruce por delante. Pero esta vez no voy a hacer un gran viaje, ni inventar una loca aventura, sino que voy a quedarme a conocer Calcuta, esta ciudad de la que tan mal habla la gente y que tan buen sentimiento me dio el dia en que me abrió sus puertas. En los pocos días que he pasado en la ciudad me he sentido cómodo, entretenido, me he divertido paseando por sus calles y he disfrutado de su infinita variedad de contrastes. Así que, ¿por que no disfrutar de la ciudad hasta que deje de sentirme bien en ella?

Los primeros días los dediqué a lo que he llamado "el barrio cultural de Calcuta". Se trata de una zona de la ciudad muy céntrica en la que el arte bengalí hierve en cada esquina. Y es que Calcuta, la capital de Bengala Occidental, es el centro cultural de la región, que se caracteriza por ser la cuna de grandes artistas como el gran poeta Tagore, grandes directores de cine, fotógrafos y pintores. Y es que el pueblo Bengalí siempre ha dedicado mucha antención al ámbito cultural, así como a la protección de la identidad nacionalista y el incentivo de la lengua propia, conceptos que lo convierten en un pueblo de gran interés social,
 
Nada más llegar al barrio cultural me encontré con un gran cartel que anunciaba la Conferencia Nacional de Música Clasica Hindustaní, con un programa de seis días en el que intervendrían cinco conjuntos musicales diarios. Aunque al entrar estaban dando fin al primer acto, los cuatro siguientes me dejaron impresionado. La mezcla de bellas melodías entrelazando los exóticos sonidos de desconocidos instrumentos como el sitar, tabla, armonio, sarenji, daban el ambiente perfecto para que los ancestrales tonos vocales de los cantantes, me dejaran el bello de punta durante toda la actuación. Sin darme cuenta de como había llegado allí, me encontraba ante los mejores músicos clásicos de India y Pakistán, ofreciendio un immejorable festival de sonidos del que no pude desengancharme durante los seis días que duró la conferencia. Cada día por la tarde asistía a los cinco conciertos, a cual de ellos más delicado y sensitivo. Durante los dos últimos días arrastré a algunos amigos que hice en el hostel, pues en Calcuta haymucho turista con una gran sensibilidad musical. Lo más impactante de todo es que el festival estaba financiado por el govierno de Bengala Occidental, por lo que la asistencia era totalmente gratuita. Esa misma semana recibí una publicidad del Festival de Guitarra de Barcelona, en la que ofrecían ver a grandes músicos occidentales pagando una entrada mínima de cuarenta euros por concierto. Me dió por calcular cuanto hubiera costado asistir a todo el festival como yo hice y el resultado es de mil doscientos euros. Otra vez India volvía a darme una buena lección, y es que la cultura, debería ser gratuita en todo el mundo.
 
Sin darme cuenta, el festival me había retenido una semana en Calcuta. Por las mañanas había aprovechado para vistar algunos monumentos y lugares de interés. Entre ellos visité el Victoria Memorial Hall, que se trata de un gran edificio construido en nombre de la Reina Victoria de Inglaterra en los tiempos de la colonización británica, situado en medio de preciosos jardines y que en su interior alberga un pequeño museo de pintura colonial.

Otra de las visitas que hice en el barrio cultural fue la Galería de Bellas Artes. Como explicaba anteriormente, el pueblo bengalí es un gran interesado por el arte y la cultura, y eso queda reflejado en esta interesantísima galería. De entre las diferentes exposiciones que se encuentran en el interior, a mi me llamaron mucho la atención una exposición de fotografía circense y alguna colecciones de pintura vanguardista bengalí, en la que además de mezclar los colores más vivos de la escala cromática, expresaban representaciones innovadoras para el puebo indio. Uno de los ejemplos que más me impactó fue una colección en la que se exponian diferentes mujeres vestidas con ropa tracidional india y que observaban con diversas expresiones algunas de las posturas más extravagantes del kamasutra esculpidas en piedra en los templos de Kajuraho. La relación de la mujer y el sexo mostrada en público con tanta naturalidad en India es un indicio de modernidad aunque solo se pueda encontrar en galerías de arte. Otras exposiciones que me llamarón la etención fueron las de la modernización de motivos religiosos mezclando diferentes estilos contemporáneos para adaptar los conceptos religiosos a los movimientos artísticos actuales en Bengala. Figuras de dioses multicolor, expresión pictórica de conceptos espirituales abstractos como el karma, la devoción o el nirvana, una mezcla del arte más vanguardista de una de las sociedades más modernas de la India.

Otra de las interesantes visitas de la ciudad fue la del templo de Kali. En el resto de India, la dios Kali no es una de las divinidades favoritas para la oración, ya que los creyentes hindúes se centran más en figuras como Shiva, Krishna, Ganesh o Parvati. Además, la representación de Kali y su función en el mundo religioso es algo tétrico, ya que Kali es la diosa de la muerte. Su representación física es la de una mujer negra, desnuda, con el pelo descabellado, una larga lengua saliendo de su boca, una daga en una de sus manos y un collar de cabezas humanas que cuelga de su cuello. Y uno se pregunta por que una sociedad tan pacifista puede alavar a una diosa tan violenta, y la respuesta está en el concepto oriental que se tiene de la muerte. A veces, hacer el esfuerzo de desaprender los conceptos occidentales para intentar aprender algo de como se entiende la realidad en India, se convierte en algo complicado, pues las bases del aprendizaje y la experiencia se encuentran muy enraizadas en nuestro cerebro. Pues bien, no se si voy a saber explicar bien el por que se adora a Kali, pero voy a hacer un intento. Para el hinduismo, religión cíclica en la que se cree que todo fluye y nada permanece, los conceptos negativos que nublan nuestra mente a los que solemos llamar problemas, seben de ser destruidos. Y aunque una diosa de la muerte suene lo más tétrico del mundo, alguien debe encargarse de matar esa negatividad que a veces nos influye y atormenta. Así que ya sabeis, para los que tengais algún problema que matar, la dios Kali está para eso. Bueno, pues en Calcuta es la diosa más importante, y en el sur de la ciudad se encuentra el templo de Kali, uno de los templos que más me han impactado de toda la India, y no por su arquitectura, sino por el ambiente que hay en su interior. En primer lugar, decir que es de los pocos templos del país en el que se hacen sacrificios públicos de animales, en ofrenda a la diosa. No voy a entrar en detalle de lo impactante que es presenciar una ofrenda de este tipo, aunque si me dejó algo marcada la reflexión de por que una religión que acepto el aimsha (concepto de no violencia) y por este motivo son vegetarianos, permite la matanza pública de corderos en uno de sus templos. He tratado de informarme preguntando a diferentes persona en la calle, pero ninguno me ha sabido contestar. La respuesta más coherente que he recibido es que la religión no dice que esto deba hacerse, sino que es el devoto el que elige hacer la ofrenda por su propia voluntad, y no todo hinduista está de acuerdo en el sacrificio, sino solo una minoría. Después del sacrificio, los cuerpos se llevan a otro lugar del templo donde son despellejados, limpiados y cocinados, para ser servidos a los pobres que hacen interminables colas alrededor del templo. Esta experiencia es de las que hace remover toda mi perspectiva sobre el mundo y no se si amplía mi ángulo de visión, pero si creo que la reflexión es importante, ya que en primer lugar el sacrificio parece algo cruel e immoral a ojos de un occidental como yo, pero después de reflexionar me surge una pregunta: ¿Acaso no matamos nosotros animales con el mismo objetivo de conertirse en alimento? ¿No es más immoral esconder cobardemente la realidad de la matanza, y que la carne se convierta en simple comida sin ser conscientes de lo que hay detrás? Transformar a un carnívoro y amante de la gastronomía como yo necesita mucho más que ver un sacrificio, pero si me ha hecho de tomar un poco más de consciencia sobre la realidad del ser humano como animal omnívoro y a partir de este momento, cuando como carne tomo consciencia de que me estoy alimentando de un animal que antes tenía vida, y no de un trozo de carne envuelta en plástico tomada de la estantería de cualquier supermercado.

Cuando ya consideraba que llavaba suficiente tiempo en Calcuta, decido marcharme. Pero justo cuando estoy preparandome para irme, me reencuentro con unos amigos gallegos de los que me hubiera gustado disfrutar un poco más antes de que se fueran a viajar por los Himalayas. Además, hacía dos días que había estado quedando con un amigo indio director de cine, y me ha prometido llevarme a mercados interesantes para mi negocio. Así que decido quedarme unos días más. Esa misma noche, tomando unas cervezas con mis amigos gallegos decido que al dia siguiente visitaré uno de los centros de voluntariado de la Madre Teresa donde Alvaro colabora, para saciar mis ansias de curiosidad. Al dia siguiente me levanto a las seis y media de la mañana, camino junto a los chicos camino al centro principal de la Madre Teresa, donde todas las mañanas se reúnen los voluntarios para desayunar, escuchar noticias y novedades sobre los centros y despedir a los que dejan el voluntariado. Después del desayuno caminamos hacia el centro de voluntariado llamado Prendam. La organización de la Madre Teresa tiene centenares de centros distribuidos por la ciudad, de los cuales siete estan abiertos al voluntariado. Entre ellos, hay un horfanato, un centro de niños con discapacidades psíquicas, otro solo para mujeres, otro solo para hombres, uno mixto, uno para los moribundos... Yo acompañé a Alvaro al centro mixto de Prendam, donde las hermanas recogen de la calle a discapacitados tanto físicos como psíquicos, en un estado lamentable, y les garantizan unas condiciones mínimas para vivir, es decir, un baño diario, alimentación suficiente, y asisténcia médica a demás de una cama limpia donde dormir. El centro cuenta con 70 trabajadores que realizan las tareas básicas referentes a higiene del lugar y cuidado de los internos. Pero claro está, que un centro que se dedica a salvar vidas de gente que la perdió en la calle, no puede garantizar factores más humanos como cariño, atención psicológica y distracción de los pacientes. Y ahí es donde entra en juego el papel del voluntario. Cada día por la mañana, después de ayudar a tender la colada y fregar el suelo del patio, los voluntarios tienen total libertad para estar con los internos y ayudar de la manera que mejor crean. Unos, se dedican a afeitarlos, otros a darles masajes en sus entumecidos cuerpos oxidados por la poca movilidad que tienen, otros simplemente hablan o juegan con ellos, otros los llevan a pasear, o al baño cuando lo solicitan. Pues bien, aquí fue donde quedé atrapado al centro, pues Tikum, uno de los internos fue capaz de ganar mi corazón.

Tikum es un chico muy joven, de unos veinte años de edad por su apariencia. El dia en que yo llegué estaba hecho un ovillo en si mismo, como si quisiera aislarse del mundo que le rodea. Ahí uno se da cuenta de que no debía de tener una vida muy agradable en la calle cuando se escondía en si mismo y no quería ver la realidad que le rodeaba. Según me contó Alvaro llego hace unas tres semanas al centro, extremadamente delgado, desnutrido, y dicen que si el miedo tuviera una mirada, esa era la mirada de Tikum. Cuando yo le conocí ya había salido de la cama, empezaba a comer, pero seguí encerrado en su mundo y no quería saber nada de lo que pasaba fuera. Cuando Alvaro me lo presentó tuve una suerte increíble, pues me di cuenta de que Tikum llevaba un tatuaje en el brazo, justo en el mismo lugar que mis tatuajes. Fue muy fácil ganarme su confianza, pues no tuve que hacer nada. Me arrodillé bajo sis piernas encorbadas, me abrí un hueco hasta encontrar su mirada, le sonreí y puse uno de mis brazos tatuados junto al suyo. Al principio se quedó estupefacto, me miraba con miedo, desconfianza, no quería tocarme, solo quería estar en la bola que había aprendido a hacer de su cuerpo. Le toqué su tatuaje y retiró el brazo. Muy delicadamente tomé su mano y acerqué uno de sus dedos a mi tatuaje y a partir de ahí empezó a tocarme con cuidado. A los pocos minutos me estaba tendiendo su brazo para que yo también tocara el suyo. Con la otra mano me agarró fuerte mi mano, y empezó a acariciarme como si no hubiera tocado a nadie en mucho tiempo. Parecía que había perdido el contacto humano el mismo día que lo separarn de su madre. Me miraba, pero no sonreía. Yo le hablaba unas palabras en hindi, pero el se limitaba a mirarme y acariciarme. Durante los dos primeros días fue así, yo me arrodillaba bajo sus piernas y compartiamos nuestros tatuajes. El tercer día ya se alegraba de verme, cuando llegabamos los voluntarios por la mañana me buscaba, se reía, a mi eso me iluminaba el alma, parecía que Tikum nunca había tenido un amigo. A la vez me daba miedo, pues me había echado una gran responsabilidad a la espalda. ¿Como iba ahora a abandonarle de nuevo, como cuando lo dejaron en algún momento de su vida en la calle? Por suerte, un voluntario llamado Juan se ofreció muy amablemente para hacerse cargo de Tikum el día que yo me fuera, así que durante varios días compartimos buenos momentos los tres, pues Tikum tenía que aceptar la confianza de un nuevo amigo. Aunque el día que me despedí de él lloré como nunca antes lo he hecho, sabía que eso era muy buena para él, pues ya que había aprendido a confoar en mi, ahora tenía que aprender a confiar en otras personas, entender que el mundo no es un lugar tan malo como lo que él había vivido en la calle. Por suerte, cuando yo me fui Tikum había evolucionado mucho, andaba, se reía, incluso se peleaba con las hermanas cuando querían darle esas pastillas traquilizantes que lo dejaban atontado. Nunca pude comunicarme verbalmente con el, pues su deficiencia mental no le permitía hablar claramente y yo nunca lo entendía. Pero con sus gestos, sus miradas, yo entendí que había recuperado las ganas de vivir, que cada día tenía más fuerzas para levantarse, pasear, reirse, comer, y hacer enfadar a las hermanas del centro cuando no estaba de acuerdo con algo. A veces, me dijeron que había hecho un gran trabajo con él,pero yo no creo que fuese así, pues lo único que Tikum necesitaba era un hombro donde apoyarse, alguien que pese a su aspecto, confiase en él, un impulso donde recuperar fuerzas y demostrar la valentía que tiene para afrontar la vida. Por mi parte, me alegra que esté bien, porque por primera vez siento que tengo un buen amigo indio, una amistad sincera e incondicional, basada en amor y el cariño, y como buen amigo, lo unico que me preocupa es que esté bien. Ahora hace ya unos días que dejé el centro, pero los voluntarios que continúan allí me informan de como está, y dicen que cada día está mejor, más fuerte, más alegre y más gamberro. Se que el día que vuelva a Calcuta para verle, quizás ya no esté en el centro, o quizás no se acuerde de mi. Por si acaso le dejé una foto en la que estamos los dos, la cual fue entregada por mi amigo Ismael varios días después de que me fuera. Ismael dice que se quedó mirando mucho tiempo la foto, y que no paraba de reir. Siento que algun dia volveremos a vernos, y me da igual si me reconoce o no, solo quiero que dirija donde dirija la sonrisa, nunca deje de sonreir.
 
Durante los días que estuve en el centro, no solo conocí a Tikum, sino que hice muchos más amigos. Por ejemplo, en una de las fotos compartíamos risas con mi amigo al que apodamos el cuñao por que solo tenía un diente y no paraba de reir, y con mi otro amigo, que a pesar de ser sordomudo y tullido, era el más inteligente y chulito del centro, sobretodo cuando ganaba a los voluntarios jugando al BlackGamon. Mi pena fue estar solo una semana, pues no me dio tiempo a conocer más que una pequeña parte de los 180 internos del centro. De todas formas, mi valoración ha sido mucho mejor de lo que me esperaba, pues lo que era una visita de un día para ver el centro se convirtió en una semana de plena implicación emocional. Me voy con la sensación de haber aprendido más de lo que he dado, con el corazón lleno de sonrisas, bendiciones, respetos y un montón de amigos a los que nunca olvidaré. Ah! Y con muchas ganas de volver.

Los últimos días en Calcuta giraron entorno al Holi. Para los que no sigais el blog desde el principio o quienes no hayais oído hablar del holi, se trata de la mejor fiesta que he vivido nunca, y por suerte, este es mi segundo año. El año pasado lo celebré junto a la familia Pandya y mi amiga Dhwani, jugando con los niños de un barrio de Mumbai. Este año toca celebrarlo en Calcuta, con turistas y con todos los amigos indios que he hecho en el barrio donde vivo. Para empezar el holi, compramos las pinturas cuatro días antes, y el día que estabamos haciendo las compras ya acabamos todos pintados por hacer bromas probando si pintaban o no. Ese mismo día, estuvimos en una fiesta con los Hare Krishna, bailando y tocando los tambores. Y también ocurrió algo que nos chafó un poco el día, pues nos encontramos en la calle un señor a punto de morir, y la gente pasaba por al lado y ni lo miraba. Ese es el gran problema de India, que el sistema de castas hace que si alguien está en la calle no tenga ningún valor. Con mis amigos gallegos llevamos al señor al centro de moribundos  de la Madre Teresa donde en unos días estaba recuperado y dejó el centro opor voluntad propia. Estos son los pequeños detalles que hacen que India sea para mi un país al que amar y odiar a la vez.

Al día siguiente celebramos el Holi con mis amigos gallegos, una amiga de Pamplona y un amigo  de Mexico, pues los gallegos se marchaban justo un día antes de la gran fiesta, y no ibamos a dejar que se fueran sin su merecido holi.

Y la noche del veintiseis empezaba la gran fiesta. Una gran hoguera ardía en medio de Sudder Street. Una banda de tambores tocaba con ritmos frenéticos mientras la gente, evuelta en una capa multicolor de pinturas bailaba desbordando alegría. Los niños trepaban hasta llegar a nuestros cuellos, donde enloquecían al ritmo de la música de los tambores. El oscuro cielo de la noche se empezaba a teñir de multicolor. Mientras tanto, nos depedíamos con alegría de los amigos gallegos, alegría por habernos conocido, alegría por disfrutar de los mejores momentos de Calcuta.
 
Al día siguiente nos despertamos al ritmo de tambores. Bajé a desayunar con mi amiga Maria, y de repente nos vimos envueltos en la gran fiesta. Los tambores no pararon de tocar en toda la mañana. La gente enloquecía al ritmo de la música, lanzaban minturas por doquier, nos disparabamos con pistolas de aguas rellenas con pinturas teñidas de todos los colores. Desde los bares y casas, nos lanzaban cubos de agua, algunos salían con mangueras, todo Calcuta se teñía de color. La gente bailaban unos con otros, no importaba la casta o la clase social, era holi, era la llegada de la primavera, el festival de colores de India. Los tamborileros nos dirigían en cabalgata por las calles de la ciudad, y por allí por donde pasabamos impregnabamos todo de alegría de color. Juegos, risas, bromas, bailes... la diversión se desbordaba durante toda la mañana. Al medio dia la policía dispersaba la fiesta, la gente se iba a comer, pero algunos seguimos buscando un lugar donde celebarr holi. Dispersos, cada uno encontró su fiesta privada, e hicimos de un holi de media mañana una fiesta que duró hasta la hora de la cena. La ducha fue el peor momento, pues por mucho que frotes y frotes, la pintura del holi nunca se va.

Y ahora ya si tocaba despedirse de la ciudad de Calcuta, una gran despedida, con una gran fiesta. Tengo un gran deseo para todos, independientemente del lugar del mundo donde os encontreis. ¡¡¡ HAPPY HOLI !!! Que vuestra vida se llene de color.